¡Atención! Este artículo contiene spoilers de los siete episodios emitidos hasta ahora
La caza. Guadiana escribe su punto final esta noche en La 1 con la emisión de su octavo y último episodio. Último de la temporada y probablemente también último de la serie, pues en el capítulo anterior nos dibujaron un futuro con muy poca luz para sus personajes protagonistas. Para los que quedan vivos, me refiero.
Y es que, como ya sabrán los que la estén siguiendo, ya sea en emisión lineal o en diferido a través de RTVE Play, que el cabo Víctor Gamero, al que interpreta Alain Fernández ha muerto. Haciendo su trabajo y lo que creía correcto encontró el lugar en el que estaba secuestrada Alicia (Claudia Galán), sin imaginar que ella era la persona que se escondía tras la identidad de Duarte, ese personaje al que todos evitan mencionar por el temor que genera. Alicia, una vez libre, sacó fuerzas de flaqueza y tiró a Víctor desde lo alto de la presa. Poco después llegaba a ese lugar Sara Campos, quien encuentra primero una mancha de sangre, y después, el cuerpo sin vida del que fue su pareja y padre del hijo que está esperando tirado sobre el cauce del Guadiana.
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Fue una estocada mortal. Para Víctor como personaje, pero también para los espectadores, que esperábamos, en el fondo, que Víctor y Sara se arreglasen y pudieran criar a su bebé con paz y felicidad, en ese regreso a Monteperdido que Gamero ya no podrá disfrutar. Admito que esperaba que, cual superhéroe, el guardia civil hubiese quedado simplemente herido por el golpe, pero que viviese. Cuando lo vemos en la camilla delante de Sara confiaba en que hiciese un gesto, algo que nos invitase a pensar que se estaba aferrando a la vida, pero no. Víctor está muerto, y con su defunción, parece que se cierra para siempre la serie La caza tras los casos de Monteperdido, Tramuntana y ahora Guadiana.
La Caza. Guadiana ha dado algo diferente a las temporadas anteriores. Mientras que en Monteperdido y Tramuntana el abuso de menores, la pederastia, estaba fuertemente arraigada, aquí nos han contado un caso de tráfico humano de jornaleros. Nos han enseñado un buen ramillete de personas ambiciosas dispuestas a llegar a donde sea y aprovechándose de quien sea para meterse un buen dinero negro en el bolsillo, que les permita huir del pueblo ficticio de Huelva donde se desarrolla la acción.
Como era de esperar, poco a poco salió toda la porquería que se esconde tras esa apacible localidad, en la que el que más o el que menos tiene muchísimo que callar. Y luego está la identidad de Duarte, que nos hizo sospechar de todos. El que aquí escribe pensó que Duarte podría ser hasta Manuel, el padre de Mario, al que interpreta Pepe Viyuela. Este actor nacido en Logroño, por cierto, nos ha regalado un acento andaluz maravilloso, que le queda como un guante, y que en ocasiones lucía más natural que el de compañeros que realmente son de Andalucía.
A falta de saber cómo termina el caso (¡que no se nos muera nadie más!), costaría imaginar una nueva temporada de La Caza sin Gamero. Nos quedaría Sara Campos, y también está Selva, al que da vida Félix Gómez, pero es que las idas y venidas de Víctor y Sara son tan interesantes como la resolución de los crímenes en sí.
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Como La Caza funciona bien en plataformas de pago, me gustaría imaginar que la serie tiene todavía algo más de recorrido. Y es que si este año se ha traído de vuelta al personaje del teniente Santiago Baín, interpretado por Francis Lorenzo, que murió en Monteperdido, ¿acaso no podría regresar Víctor? Nos podrían contar un caso que Sara y Víctor investigasen desde que salieron de Baleares y ella se quedó embarazada. O que mezclase presente y pasado, como se ha hecho con los crímenes de Mario y la identidad de Duarte, ese ser que parecía no tener cara y que poseía a la gente. Es más, dado que Sara tiene alucinaciones y ve a Caridad (Beatriz Carvajal) como personificación de su conciencia, ¿quién dice que a partir de ahora Víctor no podría vivir en su cabeza? Puestos a soñar, por qué no.