C. Tangana, Rosalía, Nathy Peluso, La Zowi o Don Patricio. En los últimos años se ha perfilado en España un star system de músicos que, bajo la etiqueta de música urbana, han logrado triunfar en la industria musical.
Un estilo con el que ya triunfó hace veinte años Junior Míguez, quien ahora regresa al panorama musical bajo el nombre de PRINÇIPE y con el tema Gloria bendita, un uptempo funk en el que hace homenaje a su éxito Saoke.
El artista sevillano regresa a la par que Un paso adelante, la serie de televisión donde alcanzó al fama y que este domingo 7 de mayo vuelve con una continuación llamada UPA Next en ATRESPlayer PREMIUM.
¿Se está haciendo ahora un homenaje a la música que sonaba en los 2000?
La música urbana es el pop de la nueva generación. Entiendo que es que ya no es el rock, ya no es el jazz, ya no es el pop, ni el británico, ni el americano, ni el español... El urbano está superándolo todo. ¿Qué ocurre? Que si nos ponemos a imitar todas las vertientes que vienen de fuera, hay que empezar a escarbar. Y a nivel artístico, los chavales de ahora, de la nueva generación, tienen que volver a atrás para pasar por donde hay que pasar. Y en ese momento se van a encontrar directamente conmigo.
Digamos que tu vuelta también es un poco reivindicativa...
Claro. Se hicieron muchísimas cosas en su momento porque había muchos artistas, además de mí, pero hay un punto de inflexión en lo que yo hice. Yo creo que aquello no se ha vuelto a hacer.
Hay otros que han cogido cositas tuyas...
Claro, para eso está, para nutrirnos. Yo en su día cogí cosas de María Jiménez, de Lola Flores, de Aretha Franklin, de Michael Jackson, de Justin Timberlake... Yo salí a la vez que Justin Timberlake. Cuando lo vi me chocó la cabeza. Para mí era un referente y me hizo ver que no estaba equivocado. Yo veía un paralelismo entre la cultura flamenca y la cultura afroamericana y afro-latinoamericana, que era todo el rap, todo el hip hop... Triana en los años 70 y principios de los 80 era lo más parecido a ghetto. Y aquí en España tuvimos a un chico canario, Tony Santos, que hacía muy buen r&b.
Coincidiste con él además en el single de Tony Aguilar...
Sí. Hicimos muchas giras, promos, fiestas... Coincidimos en muchas historias. Hoy en día se ve en todos sitios a la gente que hace urbano. Pero entonces no era así. Yo no era flamenco ni rapero. Ni te cuento cómo me trataron en el rap. La palabra bullying se queda pequeña. No te digo cómo me machacaron. Y lo que no se daban cuenta es que yo estaba abriendo un mundo a la música en la que me parece que a ellos les hubiese encantado estar.
Antes pasaba una cosa bastante 'casposita': tú no podías ser cantante, bailarín, actor, escritor, pintor, panadero y ciclista. Te tenías que definir.
En un mundo que además no era fácil abrirse hueco porque coincidió con la explosión de Operación Triunfo...
Exacto. Dentro del mundo de Operación Triunfo, con un pop más puro español, aparecía yo por ahí con mis bailes, con mi música, con mi flamenco, con mi estética... Era muy complicado.
En aquella época entra también en tu vida la televisión, que ahora se ha demostrado lo importante que es hacer tele para promocionar los trabajos discográficos...
Es que debe de ser así. Pero entonces no se buscaba como medio de promoción porque entonces pasaba una cosa bastante 'casposita': que era que tú no podías ser cantante, bailarín, actor, escritor, pintor, panadero y ciclista. Tú te tenías que definir. ¿Por qué, señor? Yo soy cómico. Los antiguos cómicos son los mejores músicos, actores, bailarines, malabaristas.... Pero eso era como que era un intruso. Si habías hecho una serie de televisión, no podías cantar...
¿Cómo llegaste tú a Un paso adelante?
Por casting puro. Se presentó muchísima gente. No te digo una cifra porque es posible que me la invente. Pero imagínate que se iba a hacer en España un remake de una película en la que todos habíamos soñado con trabajar, que era Fama. Todos queríamos haber estudiado la High School de Nueva York. Y teníamos una oportunidad de poder estar ahí y solo cogían a diez bailarines.
¿Y cómo recuerdas aquella experiencia?
Yo en esa época trabajaba para una empresa de estudios a distancia en Alicante, donde daba clase de Alicante. Aquí no existía una forma académica para la danza urbana y yo abrí todo el campo. De mis clases salían como 400 profesores al año. Además daba cursos por todo el mundo cada fin de semana. Y llegó un momento en el que quería más, en el que yo ya no quería seguir enseñando sino enseñar lo que yo podía hacer. Y entonces me avisaron de que había un casting en Madrid. Cogí un autobús desde Alicante y me presenté. Nos hacían bailar de todo: jazz, contemporáneo, clásico... Y yo no tenía ni idea de nada. Sólo de urbano y de mi urbano, que yo había creado. Pasé al segundo casting, al tercero...
Cómo fue ese impacto de cambiar una ciudad como Alicante por una más grande como Madrid.
Sí, yo venía de dos ciudades muy cómodas como Sevilla y Alicante y más en aquella época. Me daba cuenta que por la mañana en Alicante o en Sevilla me daba tiempo a hacer veinte cosas y aquí no conseguía hacer una.
¿Se te fue la cabeza con la fama?
Yo creo que sí. Sí, porque yo era un poco inconsciente. Y tampoco tenía nadie adulto realmente que me dijera dónde tener que parar. Imagínate, yo venía de un barrio y de repente me veo con 25 años con que no podía pisar Atocha porque había 300 o 400 niños y niñas esperándote allí. Y eso que ni hablaba en la serie. Y no lo supe gestionar.
Se me fue mucho la cabeza con la fama. Paré cuando me diagnosticaron cáncer.
¿Y en qué momento empiezas a gestionarlo? ¿En qué momento pones los pies en el suelo?
Bastante después. Nosotros empezamos a grabar en 2001 y no fue hasta 2005 cuando empiezo a expresarme en mi totalidad, en lo que soy. Fue una de las épocas más creativa de mi vida, pero también un poco salvaje y y mal gestionada. Se me fue mucho la cabeza. Paré cuando me diagnosticaron cáncer, que fue justo después de sacar el primer single del segundo disco. Ahí no entendía tampoco nada. De repente estás arriba con una gira cerrada en Sudamérica, en Estados Unidos, en España, y todo se para. No entiendo nada. Me cargo todo mi entorno, me lo cargo entero, arraso con él. Estoy peleado con el mundo y lo arraso todo. Y luego hay un punto de inflexión que es cuándo empiezo a crear una familia. Es ese es el momento que realmente me pone los pies en el suelo, en el que mi mujer la Flaca y yo decidimos tener un proyecto de familia. Ese es realmente el momento en el que yo pongo los pies en el suelo y empiezo a decir las cosas de otra forma y a verlas.
Y también a componer de otra manera...
Lo único que no cambia es lo que realmente soy. Mi sentimiento, mi forma de hacer las cosas, como yo me expreso, como yo veo la música, mi ADN, lo que yo intento transmitir, como a mí me gusta expresarme, subirme a un escenario, sentir las cosas, bailarla, eso no ha cambiado, eso ha ido a más.
¿Por qué volver justo ahora?
Por necesidad. Y porque abrimos una escuela de baile y cuando empiezo a tener ese feedback de energía, mi mente se va para atrás.
En estos años nunca te había entrado así la cosa de volver...
Sí, claro. He soñado, he llorado, lo he pasado bien, lo he pasado mal... He dejado atrás muchos rencores.
Pero eso también es aprendizaje...
Sí. Y lo estoy volcando. Dentro de todo lo que yo soy, lo estoy volcando de esa forma.
¿Por qué lo de Príncipe?
Nunca nadie puede hacer algo tan fresco como en la primera impronta. Y eso ocurrió con Príncipe de los Gatos. Estábamos firmando con Universal y me dijeron que eran once temas. No tenía ni uno. Tenía un par de ellos, que son las maquetas con las que me había movido, pero el 60% no los tenía. E improvisé sobre los títulos que me había inventado. Así que fue todo muy creativo. Príncipe de los Gatos viene de la novela de Shakespeare, que es el pseudónimo que tiene Tobaldo, el primo de Julieta, que pierde la cabeza por el sentido tan familiar que tiene. Y, de una forma u otra, inconscientemente en aquella época y muy consciente en esta, donde le veo todo el sentido del mundo, quise adoptar aquel pseudónimo. Y siempre me quise quedar con eso en vez de Junior. Por eso lo he retomado. Yo soy el Príncipe, no hay otro.
¿Con qué industria te has encontrado ahora? Porque cuando tú empezaste se lanzaban discos, ahora singles; se grababan videoclips, ahora se apuesta más por las redes...
Hay cosas que todavía me faltan por descubrir. Pero pienso que ha cambiado entre comillas. La industria va p'alante. En mi época era una locomotora y ahora mismo creo que, después de la crisis del 2007, en la que salió mucha gente de las majors, sigue como una locomotora. Si yo hubiese vuelto hace diez años, quizá sí veía el cambio. Ahora el cambio es la forma de exponerlo todo. Antes no buscábamos la televisión. Era otra forma de promoción. Había canales de televisión donde sólo había videoclips. Pero, bueno, al final todo cambia y tiene otro nombre. Ahora están las redes.
Tengo una trayectoria detrás a la que no le puedo pegar una patada. Necesito honrarme a mí y a mi carrera.
¿Cómo te llevas tú con las redes sociales?
Ahora mismo me estoy matando un poco. No entiendo muy bien las cosas. Tú piensa que yo soy del año 76 . El primer ordenador de torre que tuve fue con 30 años, el primer móvil con veintitantos... Hemos ido aprendiendo a lo bestia. Y ahora vuelvo a la música y un gran porcentaje de todo se mueve por las redes. Estoy aprendiendo, pero me gustan.
¿Te has planteado presentarte al Benidorm Fest?
No me lo he planteado, pero yo soy un tío que si me dicen que vaya, levanto la mano.
Pero no sólo como artista, sino quizá como compositor...
No me lo había planteado, pero me lo estás abriendo tú ahora mismo. Yo llevo una época en la que ahora veo aliados por todas partes. Antes veía enemigos. Eso sí, también soy un poco selecto. Tengo una trayectoria detrás a la que no le puedo pegar una patada. Necesito honrarme a mí y a mi carrera.
¿Esperas algo de esta nueva etapa?
Vengo a vivirlo, pero vengo a por lo mío, vengo a honrarme.