Enrique tiene 23 años, y solo ha tenido una relación, hace un año, y que duró nada más que tres meses, pero que le permitió descubrir muchas cosas sobre el amor. Este martes, el joven al que sus amigos apodan “el Barroco” acudía a First Dates para conocer a una chica que fuese cariñosa y divertida, con la que poder compartir sus aficiones. En ese sentido, una de sus pasiones es la música, y toca la flauta travesera, la trompa y la trompeta. También disfruta con la meditación, o los planes en la montana.
El programa eligió para él a Paola, de 21 años, una mujer que se define como curiosa, y que intenta huir de la monotonía. Nada más llegar al restaurante de Cuatro recibió un corazón impreso en 3D que le regalaba su acompañante, junto a una carta que ella consideraba un tanto excesiva.
En las primeras charlas, los gustos en común no eran demasiado fuertes. A Paola le gusta salir con sus amigas, mientras que el estudiante de ingeniería prefiere los planes en la montana. Él también destacaba su gusto por el arte, algo en lo que su compañera no estaba especialmente informada; una información que le reveló tras ver el emplatado de lo que habían pedido.
Al hablar Enrique de su gusto por la música y de que toca instrumentos, a Paola le pareció algo interesante. Sin embargo, ella esperaba que se interesase por tocar la guitarra o algo de rock, y no por la flauta travesera y que formase parte de la orquesta de su pueblo.
Llegado el momento, y tras comentar cuestiones como los amores del pasado, Paola quiso interesarse por la importancia que Enrique le daba al sexo, del 1 al 10. “Pues la verdad, no he tenido nunca, así que no lo sé”, se sinceraba su compañero. “¿Eres virgen? ¡Hostia puta!”, exclamaba de forma espontánea Paola, que sí se definía como alguien muy activa en lo referido a las relaciones íntimas, y que el sexo es algo a lo que le da mucha una relevancia considerable.
En el confesionario, admitía que este punto no le terminaba de interesar de Enrique. “Yo respeto todo porque cada uno es libre y hace lo que quiere a su debido momento. Pero sí que es verdad que yo no estoy buscando eso. Yo no quiero enseñar a nadie tampoco. Yo quiero a alguien que sea como yo, que se pueda complementar conmigo en ese ámbito”, pedía. Tampoco coincidieron en el tema de tener hijos en el futuro, pues ella se ve con cuatro, y a él le parece demasiado.
En la cena, Enrique pidió un plato que tenía almejas, y esto supuso un problema para él. “Yo lo que tengo que aprender es cómo comerme las almejas, porque claro, ¿me las como con la mano o con tenedor y cuchillo? Porque espérate...”, le decía a su cita. “Yo soy muy basta, me las comería con la mano”, le decía su compañera, entre risas, aunque él prefirió usar los cubiertos. “Le veo totalmente en la friend zone”, revelaba entonces en el confesionario la joven.
Tras pasar por el reservado, tocó la hora de decir si tendrían una segunda cita. Y, como ya se esperaba, Paola respondió que no, y Enrique, igual, aunque los dos lo han hecho con bastante educación.