laSexta emitía este jueves una nueva edición de Batalla de restaurantes, el nuevo programa de Alberto Chicote para el prime time de los jueves. Tras el éxito de su última emisión buscando la mejor caldereta de langosta en Menorca, que fue seguida por casi 570.000 espectadores de media con un 5,3% de cuota, el programa viajaba hasta Zaragoza para descubrir donde se sirven las mejores migas de la capital aragonesa de la mano de cuatro exigentes restauradores.
La ruta empezará en el barrio del Tubo, en La Ternasca, de Cristian Yáñez, y seguirá en el Asador Los Gigantes, de Carlos Gilarte. Chicote también visitará el restaurante Valdeconsejo, de Cristina Martínez, y, para acabar, probará las migas de Pepito Ternera, el restaurante de Francisco Bernad.
Con diferencia, la entrega de esta noche ha sido la más difícil para Alberto Chicote, y es que desde la primera comida la tensión entre los cuatro participantes ha estado en el aire. En ese encuentro inicial, Cristina ya calificó como “una mierda” uno de los platos, algo que dolió mucho a su responsable. Además, Carlos conocía a Cristian, pero a pesar de ello fue muy duro en su forma de valorar todo lo que tenía a su alrededor.
En el segundo restaurante, la tensión fue en aumento, especialmente, entre Cristina y Francisco. Ambos chocaron al debatir si una parrilla estaba limpia o no. “Igual no sabes lo que es la parrilla, porque no eres cocinera”, apuntaba Francisco. “No sabes de mi vida y te tienes que meter la lengua en el culo”, le respondía ella, que detalló que fue propietaria de un asador en el pasado.
En la visita al restaurante Valdeconsejo, Francisco chocó con Carlos, pues no le decía bien su nombre, le llamaba Antonio, y eso generó una gran tensión entre ambos.
“Tienes menos luces que la lancha de un narcotraficante”, le diría en un momento dado Carlos a su compañero. “Ten cuidadico”, le respondía Francisco. “¿Me están amenazando?”, preguntaba el propietario de Los Gitantes. “Sí, te estoy advirtiendo, que no me hables así”, insistía su rival en el concurso, que le ponía la mano en el pecho. “No me toques, te ha quedado claro”, seguían peleando, alzando la voz.
En el mismo restaurante, Francisco volvía a tener gresca con Cristina, en referencia a que el recipiente de un plato estaba frío. “Lo que tú puedas decirme me lo paso por el forro”, le decía entonces la concursante. Empezaron a discutir sobre quién había faltado el respeto a quién, y Cristina reprochó que falta de respeto es que ni se sepa el nombre de sus compañeros. Ahí, Francisco se justificó: padeció una enfermedad hace dos años y le falla a veces la cabeza. Pero para ella no era una explicación válida, porque ella, dos años atrás, tuvo un ictus.
En la última visita, a Pepito Ternera, Carlos chocó con Cristian por la calidad de los alimentos que tiene cada uno en su local; para Cristian, su compañero usaba carne congelada, pero la otra parte la desmentía. “No tienes ni idea de ternasco, y cuando uno no sabe, es mejor que se calle”, se imponía Cristian, alzando la voz.
Para ganar los 10.000 euros de premio, los hosteleros se valoran entre ellos, puntuándose en una horquilla del 0 al 10, en seis categorías: espacio, cocina, comida, servicio y precio. Además, también puntúan la especialidad regional en la que compiten. Por primera vez en las cuatro entregas, todos suspendieron con notas irrisorias. Cristian, en concreto, decidió valorar con 0 a todos en todas las categorías, enfadado por cómo se comportaron en su negocio el primer día.
El día que se conocieron las valoraciones, los cuchillos volaban. Y antes de irse, Chicote quiso dar su opinión sobre cómo se habían comportado. En concreto, sacó las hojas de valoraciones en las que solo había ceros, que eran cuatro en total. “A mí esto me parece una vergüenza y una falta de respeto, para los concursantes y sobre todo, hacia la profesión, y eso lo tengo metido aquí”, aseguraba, señalándose el corazón. Finalmente, Cristina, con su restaurante de polígono, se alzó como el mejor de los cuatro, y el que tuvo mejor nota también por parte de Alberto Chicote.