Alberto fue el expulsado del segundo programa de la tercera edición de Masterchef. Pero no se trataba de una expulsión normal: se convirtió en todo un fenómeno y que se hizo viral. El joven presentaba ante el jurado un plato que se llamaba 'León come gamba', una presentación que Jordi calificó como “guarrada”, y Pepe como “un insulto a las 15.000 personas que se han presentado al programa”. Tras semejante veredicto, el concursante abandonó las cocinas del programa.
Tras esta expulsión hubo una trastienda que no se vio, y que ahora ha desvelado Pablo Pérez, otro de los aspirantes de aquella edición emitida en 2015. “Los 14 concursantes que quedábamos estábamos muy afectados, llorando por todo lo que había sucedido en plató. Y eso que en pantalla no se vio ni la cuarta parte de lo que pasó. Nos metieron en el cuarto donde hacemos los descansos y, en medio de ese silencio sepulcral, una de las jefas nos dijo, sonriendo y aplaudiendo: '¡Vaya programa nos habéis regalado!'”, relata en declaraciones para El País.
“Hay que tener cero empatía para decir algo así. Vi a las más responsables del programa bailando de alegría y diciendo que se iban a hacer ricas con lo que había pasado con él”, asegura también Pablo en el mismo medio.
Sus declaraciones van enmarcadas en un reportaje que analiza cómo MasterChef ha dejado, paulatinamente, de ser un programa blanco. Otro aspirante, que prefiere no revelar su identidad, cuenta que “la productora busca que el espectador entre en conflicto con los concursantes. Expone al escarnio público a personas anónimas”.
“Personas que han hecho el casting este año me cuentan que ya no te hacen pruebas gastronómicas como nos pasaba a nosotros, sino pruebas de cámara y que les cuentes tu vida, aunque no sepas cocinar”, apunta esa misma fuente. Algo que explicaría cómo muchos perfiles polémicos tienen trayectoria en el formato aunque no hagan buenos platos.
“Controlan las cocinas”
La sombra de manipulación también merodea sobre MasterChef en este momento. Pablo asegura estar convencido de que desde la producción “controlan las cocinas. He visto una nata poner a hervir y, por casualidad, el fuego se apaga. Y hornos que de repente dejan de funcionar”. Algo que encajaría, por ejemplo, con las críticas que en su día hizo Patricia Conde, que apuntó a que le habrían apagado el horno.
“En mi edición sí que he visto momentos que no respetan la cronología de los hechos. Aparecen reacciones de algún participante que han ocurrido en un momento completamente diferente y han sido cortados y pegados en la sala de montaje”, cuenta también Pablo Pérez, una licencia que es muy habitual en este tipo de formatos.