Pedro García Aguado se ha convertido en uno de los concursantes más veteranos de Supervivientes. El exwaterpolista olímpico continúa demostrando ser esa parte del reality más cercano a la aventura y al espíritu propio del formato. Este pasado martes, en Tierra de nadie, el presentador de Hermano mayor se sometió a El puente de las emociones, en el que ha vivido uno de sus momentos más personales en el concurso. El medallista olímpico no pudo evitar derrumbarse al recordar los episodios más turbios de su vida.

En la prueba, Aguado tuvo que recordar tanto su infancia sobre cómo terminó pasando de ser nadador a waterpolista y cómo su pasión por esta disciplina lo llevó a coronarse como uno de los mejores del mundo, con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996. Pero justo en el momento en el que su carrera estaba en la cúspide, el waterpolista también vivió una etapa de oscuridad, en la que cayó en adicciones de alcohol y drogas.

Un momento en el que Aguado ha terminado rompiéndose. De su infancia, recordó que “no debería haber nacido”, porque su madre “tomaba la píldora”. A pesar de ello, considera que tuvo una infancia feliz hasta que sus padres se divorciaron cuando él tenía 12 años. El exdirector general de Juventud de la Comunidad de Madrid reconoció que no supo valorar cómo su madre tuvo que enfrentarse a una realidad que no veía bien a las familias divorciadas.

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Mi madre fue una mujer muy valiente, lo he visto con el tiempo. Se peleó con su familia, una familia conservadora. Generé mucha rabia y mucho odio que me acompañó durante mucho tiempo. Con mi madre, me arrepiento tanto de haberla juzgado tan duramente, ella estuvo a mi lado siempre, aunque yo la rechazara”, compartía, antes de hablar cómo encontró la pasión en el waterpolo. Fue el aburrirse con la natación clásica lo que le hizo inclinarse por esta disciplina.

Justo con 12 años, probó suerte en la Escuela Madrileña de Waterpolo, en la que estuvo hasta los 17 años. “Fui muy feliz”, recordaba. A los 18 años fue cuando se mudó a Barcelona, donde compitió en los míticos Juegos Olímpicos de 1992. Aunque la selección se quedó con la medalla de plata, esta supo a oro por lo recordad y épico que fue el partido de la final contra la selección italiana. Tal y como se vio en la película 42 segundos, estos juegos sirvieron para que el equipo se cohesionase más, logrando el ansiado oro en Atlanta, cuatro años después.

'Supervivientes'.

Fuimos un equipo de leyenda, fue la mejor época de mi vida”, compartía en El puente de las emociones, para también tener que recordar cómo las adicciones tiñeron de oscuro la etapa más importante de su vida deportiva. Aguado se dejó llevar por la “mala vida” y la “oscuridad”.

"Caí en picado"

“Era tan feliz jugando al waterpolo, era tan bueno, pero no me lo creía. Y por la mala vida, empecé a tener hábitos poco saludables, celebraciones, consumo de alcohol y otras sustancias. Mi carrera fue cayendo en picado desde 1998 hasta el 2003, cuando ingreso en un centro terapéutico. Mucha rabia porque el waterpolo me lo dio todo, pero no lo supe gestionar”, reconocía visiblemente afectado.

“No escuchaba ni a mi padre ni a mi madre. Empezó siendo un consumo esporádico, pero en el año 2000 lo había perdido todo: mi capacidad de jugar, mi alegría, no era el mismo. No tenía capacidad de más de tres días sin consumir, consumía alcohol en casa estando solo. Era uno de los mejores del mundo y nunca lo decía, yo destrozándome la vida por las noches. Eso no se lo voy a perdonar nunca a la droga. Me robó lo que mejor sabía hacer, mi vida. Convirtió los cinco últimos años de mi carrera en un verdadero infierno”, relataba

A pesar de ello, Aguado habló también de cómo superó su adicción a las drogas y del orgullo que siente de ser padre y de sus dos hijas. Para el exwaterpolista, su paso por Supervivientes está significando “una lucha interna muy grande, regular mis emociones, querer abandonar y no hacerlo”, compartía emocionado antes de dar un abrazo a Laura Madrueño.