Esta noche ha arrancado la nueva temporada de Pesadilla en la cocina, y así, Alberto Chicote se ha desplazado a Barcelona para atender la llamada de auxilio del Nicasso. Se trata de un restaurante abierto en 1999 especializado en comida mediterránea que pasa por su peor momento. Al frente del negocio se encuentra Manel, un hostelero desorganizado y caótico que, con una dura historia a sus espaldas y tras el fracaso de su anterior negocio, no encuentra el camino correcto para hacer del Nicasso un restaurante al que querer volver. Su situación es tan delicada que, en la actualidad, vive dentro del propio comercio de hostelería, donde tiene una cama.
Pese a que el local desde fuera no da señales de alarma, el Nicasso es todo un nido de problemas. Ya en los primeros momentos del programa se pudo comprobar cómo había cucarachas en barra y cocina, una notable falta de limpieza, una instalación eléctrica que podría prenderse fuego con facilidad o gritos constantes del jefe a sus trabajadoras, entre otras circunstancias.
La entrega empezó con una ausencia: la del propio Manel. Y es que cuando Chicote se presentó en el restaurante se encontraba en el gimnasio, tal como le explicó Jonathan, el hijo de Manel, que regenta una quesería y bodega al lado del Nicasso.
“Mi padre no escucha, y si lleva 25 años haciéndolo así es que se hace así. Al lado tengo otro negocio y tengo que ayudarle”, le explicaba Jonathan a Chicote a su llegada. Aunque desde fuera a Chicote le pareció un sitio curioso, al cruzar la puerta su opinión cambió.
“Tiene un cuadro de luces hecho una guarrería, cajas de vino en la pared sin ningún sentido y un servicio de limpieza y mantenimiento inexistente”, detallaba el chef. La cosa no mejoró cuando alrededor de la mesa de Alberto Chicote se cruzó un gato, Pincho, que vive allí. “No sé si se pueden tener animales en un restaurante. Bueno, sí lo sé, no se puede”, reflexionaba el conductor de Pesadilla en la cocina.
Para probar la carta, Chicote pidió paella, callos, tortilla de patatas, pulpo y paella de marisco. Para Manel era un éxito, pues cree que sus callos son “perfectos”, aunque a Chicote le parecieron “rancios”.
“Nunca se ha limpiado”
Alberto aprovechó para conocer mejor el funcionamiento del restaurante hablando con Gabriela, la camarera. Le preguntó qué falla en el negocio, y ella, con sinceridad, le dijo: “Hay cucarachas, muchísimas. No podemos dejar nada fuera”. Eso provocó una reacción de desagrado en Alberto, pues tenía ante sí una tortilla que estaba fuera.
Gabriela quiso tranquilizarle, diciendo que no la habrían toado. “¿Estáis con la escopeta?”, preguntaba Chicote sobre cómo tratan este problema. “A veces las matamos con el soplete. Lo pasamos por toda la cocina y salen”. “¿Cada cuánto limpiáis el local en profundidad?”, quiso saber el chef. “Desde que yo estoy nunca se ha limpiado”, reconocía la camarera.
Este ataque de sinceridad enfadó a Manel. “Le ha contado todo lo que yo no quería que le contara... Le dije: estas cosas no se cuentan”, se lamentaba. A pesar de conocer el problema de las cucarachas, Chicote accedió a comerse la tortilla, no sin reparos. “Me estoy pensando en no se qué, he visto la tortilla fuera y me está dando una cosa”, admitía, antes de probarla.