La cantante, actriz y presentadora, entre tantos otros oficios, Alaska, ha regresado a El Hormiguero este miércoles. Y lo ha hecho para presentar su último trabajo audiovisual, la serie documental Alaska Revelada, que se estrena el próximo 15 de diciembre.
La hispanomexicana ha vertebrado esta producción en tres pilares: salud, dinero y amor, y eso fue lo que le atrajo del proyecto. Y es que no debía hacer un repaso a su vida de forma cronológica, sino que lo hace de una manera “más íntima, más privada” y se descubren cosas que mucha gente no sabía.
“¿Eres consciente de lo importante que eres en la cultura de este país?”, fue una de las primeras preguntas que le lanzó Pablo Motos, quien destacó que “si has puesto de acuerdo a Almodóvar y Losantos algo habrás hecho”. Ella reconoció que sí, que lo sabe, por lo que ha hecho y por los momentos de los que ha formado parte.
Tras recordar cómo su abuela y su madre descubrieron su embarazo por una sesión de espiritismo (“fue una niña llamada Rosita, que entró y le dijo estás encinta”), Alaska admitió que ella no ha heredado esa conexión con lo paranormal. “Soy muy miedosa, pero con la edad me he hecho más miedosa de los vivos que de los muertos”, aseguraba en ese sentido.
Pablo Motos tocó uno de los temas que salen en el tráiler de Alaska Revelada: la bisexualidad de la artista. Algo a lo que ella llegó a través de artistas como Bowie, lo cual le abrió “una ventana”. Sin embargo, admitió que su gusto hacia las chicas “es una cosa estética y cuando he estado con alguna me ha parecido maravillosa, pero me enamoro de los chicos. Mis relaciones son con hombres”.
Otro de los puntos que se tocó en El Hormiguero es la afición de Alaska a la cirugía estética. “La cirugía no es insatisfacción sino de construcción”, sentenciaba la invitada, que pasó por el quirófano por primera vez con 25 años. “No tengo una personalidad adictiva e igual no estaría aquí y me estaría operando”, llegó a bromear. En la actualidad, cuando se va a operar algo, deja escrita una carta a Mario Vaquerizo, y allí cuenta que, si se falleciese, lo haría con mucha felicidad: “Me van a poner una anestesia, y algo podría ir mal. Y quiero que las personas a mi alrededor sepan que estoy bien, que soy feliz, que me alegro de haber vivido con ellos, y me voy muy contenta”.
Alaska también tocó el tema de las drogas: “No tengo mérito, es que no me han gustado, no he hecho ningún esfuerzo”. En su juventud vivió una época con “todas las posibilidades del mundo”, y que hubo gente a la que le interesaron ciertas sustancias y que a ella no.
Sin embargo, sí que sintió interés al leer del MDMA y del éxtasis. Gracias a ello vivió “un momento muy liberador y de encontrarme a mí misma”. Pero quiso hacer una advertencia sobre las drogas: “en el mercado negro no sabes lo que te estás metiendo, es una ruleta rusa, y hay que hablar de las cosas”.
Pablo le preguntó en concreto por el LSD. Una droga que le cambió la vida: “Tuve un anclaje grande conmigo misma y el conocimiento. Con meterme a estudiar historia y cuestionarme la maternidad, porque era una edad en la que se está yendo el asunto. Tenía mi novio y pensé: querré ser madre. Y me hice la cuestión en un viaje. Y la respuesta es: no quieres ser madre, asúmelo”.