Alex de la Iglesia, en Madrid

Alex de la Iglesia, en Madrid Universal Pictures International Spain

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Alex de la Iglesia: "Hay quien sería del VHS hasta la muerte"

Un especial de Nochevieja en agosto. El rosario de la aurora. En su filme más demencial, 'Mi gran noche', recupera a Raphael

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Silencio. Se rueda. Encerrados en una nave, artistas y espectadores, más falsos que una promesa electoral, celebran la Nochevieja meses antes de que suenen las campanadas en uno de esos insufribles especiales que siempre decimos que no vamos a ver y luego nos tragamos cuando nos hemos quedado sin fiesta a la que ir.

Allí ríen, lloran, aman y odian un puñado de seres.  La vida misma. Aunque aumentada y deformada por un espejo valle-inclanesco. Es Mi gran noche, la nueva película de Alex de la Iglesia, que tiene a un malo malísimo, la estrella de la canción Alphonso (Raphael, tremendo) y una mezcla entre Chayanne y Bisbal en sus quince minutos de fama, Adane (Mario Casas), todo músculo y con el cerebro alojado en la bragueta. Allí los figurantes se enamoran (Pepón Nieto con Blanca Suárez), los buscavidas hacen su agosto (Enrique Villén) y el infierno de la televisión queda retratado. La lista de cameos de este torbellino coral es un quién es quién del universo De la Iglesia: Carolina Bang, Terele Pávez, Hugo Silva, Santiago Segura... Es, probablemente, su película más disparatada. El director la explica a EL ESPAÑOL.

Veo esta cinta cercana, en nivel de caos, a Balada triste de trompeta y Las brujas de Zugarramurdi. Como si hubiera una línea ascendente en su filmografía en ese sentido. ¿Hay una teoría del caos en sus películas?

Es que para mí el caos es un poco la vida. Lo bueno del cine es que te permite colocar a los personajes y la historia en un entorno cerrado en el que puedes exagerar y deformar la realidad para convertirla en esa especie de tragedia grotesca que es donde uno se ve reflejado de una manera clara y distinta. Por eso me gusta, y porque el caos es infinitamente más interesante de rodar que la calma. Y hay gente muy buena ya haciendo eso.

De sus películas es la que más tiene de comedia. ¿Ha sido divertida de hacer?

Rodarla ha sido un infierno. Muy complicado, un nivel de tensión constante y exige una labor de trabajo técnico enorme, controlar lo que está pasando. Había cosas muy complicadas: un actor que a las seis se iba al teatro, Pepón; Mario y Blanca tenían fechas muy concretas… Y la figuración: tú no puedes contratar 500 personas todos los días.

Hacer una película no es rodar. El rodaje es el 20% 0 30% del tiempo. Lo que es complicado es sacarla adelante

Suena a que estaba sufriendo lo mismo que estaba contando…

Se daba esa especie de metalenguaje extraño: estábamos contando cómo hay unas personas desesperadas porque llevan rodando semana y media una cosa. Nosotros llevábamos rodando mes y medio. Tengo que agradecer a la figuración haberse portado de maravilla y haberme aguantado, porque las condiciones han sido duras.

No tiene pinta de ser un director complejo. ¿Lo es?

Algunas veces hay que serlo. No estoy orgulloso de ello. Es una cuestión de eficacia, y a veces hay que apretar. Pero los tíos que aprietan todo el rato no funcionan. Son cuestiones empresariales, entendida la empresa como un trabajo entre mucha gente. Hay que saber administrar la tensión y, sobre todo, el tiempo.

Cualquier director hoy en día tiene que saber moverse en el mundo de los negocios. Supongo que son un poco como altos ejecutivos.

En cuanto a nivel de trabajo y tensión, sí. Hay luego un hecho: hacer una película no es rodar. El rodaje, el contenido de la historia, ocupa en mi caso el 20% o 30% del tiempo. Lo que es complicado es sacar la película adelante, convencer a la gente de que la película se tiene que hacer y cómo se tiene que hacer. Eso te lleva años.

Da la sensación de que nos reímos de Raphael y su carrera. Cuando dijo que sí me di cuenta de lo grande que es

¿A Álex de la Iglesia, a estas alturas?

Totalmente. Hay que convencer a mucha gente. Te pondría ejemplos terroríficos. Tengo muchos amigos que ruedan mucho mejor que yo, que tienen historias mucho más interesantes que contar y no consiguen sacar la película adelante. Es complicado para todos. Creo que es una parte del trabajo como realizador que a veces se descuida. Tienes que empezar a dirigir antes de que se escriba.

Alex de la Iglesia, con Raphael durante el rodaje

Alex de la Iglesia, con Raphael durante el rodaje UPI Spain

¿Con qué frase convenció a Raphael?

Fue una táctica curiosa: no decir nada. Le mandé un guión y esperé a ver qué ocurría, como si mandase una bomba. Estábamos asustados, pensando: "El 90% de probabilidades son de recibir un no", porque es un personaje histriónico, cruel, perverso, y tiene mucho de él mismo… Da la sensación de que nos estamos riendo de él, de su carrera, de su personaje… Cuando dijo que sí me di cuenta de lo grande que es y lo distinto que es el personaje.

¿Les cambió o tocó algo en el guion?

Cero. Lo que ocurre en la pantalla es lo que escribimos. Cuando nos dice que sí, yo pienso: "Ahora vienen las rebajas". En absoluto: hizo lo que ponía ahí y además con gran ímpetu, con muchas ganas de hacer locuras.

Lo ha convertido casi en Darth Vader.

Sí, y en el padre de Jor-El. Tiene un momento demoníaco y otro divino: al final todo el mundo piensa que es como Dios. Es muy apasionante ver que alguien tiene la cabeza mucho más joven y fresca que la que puedes tener tú, que estás lleno de terrores, de condiciones, de miedos, de censuras… ¿Esto será bueno? ¿Será aceptable o no? De pronto viene un tipo como Raphael y dice: sí, por supuesto, me pongo lo que tú quieras. ¿Qué hay que hacer? Es muy amable y generoso. Y luego tiene la valentía de reírse de sí mismo. En ese sentido estamos muy cerca. Él se ve desde fuera. Se sabe histriónico, polémico, y tiene muy claro lo que quiere hacer.

Todo el mundo piensa que mi mejor película es 'ERl día de la bestia'. No lo conseguiré borrar nunca, haga lo que haga

¿Usted sabe reírse de sí mismo?

Mis películas son un constante escarnio sobre mi persona. Alguien que hace cine, que escribe una novela o que sale a cantar como Raphael se expone de una manera demencial, constante y eterna a la crítica, a la polémica, a que estén a favor, en contra… El problema no es ya que yo luche con las películas de los demás, es que compito con las mías propias, con la imagen que tienen de mí mismo.

¿Y es una competencia muy dura?

Sin duda: todo el mundo piensa que mi mejor película es El día de la bestia y no lo conseguiré borrar nunca. Haga lo que haga siempre va a ser lo mejor porque es la que la gente tiene en su corazón, la primera que vieron de las mías. Eso es inevitable. Me gusta por otro lado.

¿Es su película más disparatada pero a la vez más social, en la que más ha querido retratar la España de hoy?

Quizá. Balada triste de trompeta y La comunidad tenían eso… En todas hay una visión de un mundo. A mí me gustan mucho las películas que te meten en un mundo, que te dan la sensación de que tú controlas todo. Es como un juego, como si tu controlases las fichas en el tablero.

He pasado de la mayor de las desesperaciónes y el nihilismo ante la situación política a, de pronto, ver alternativas

Pero ha sido más político: en Mi gran noche hay EREs, manifestantes, los anti-disturbios repartiendo palos, corrupción… Ha sido más directo.

Sí, porque es obvio que esto está ocurriendo, que vivimos en un mundo que es un caos, presionados por una situación que no controlamos. Todos somos obligados a aplaudir cosas que no queremos y a vivir situaciones que no tienen gracia. Es algo profundamente alegórico. Encaja perfectamente con la historia que estoy contando. Todos nos sentimos rodeados por una situación imposible en la que parece que hemos llegado tarde. Nos han sentado en una mesa en la que no queríamos estar sentado y están ocurriendo cosas que no controlamos. Todos formamos parte de eso. El grito de la película es: “Dejemos de ser figuración. No seamos figurantes de nuestra propia vida”. Lo dice Terele. Es la mejor frase de la película, la que la define.

Jaime Ordóñez y Carlos Areces son dos hijos de Alphonso en el filme

Jaime Ordóñez y Carlos Areces son dos hijos de Alphonso en el filme UPI Spain

Ha pasado de ser un friki ilustre, con todos los respetos, a un tipo maduro que hace comedias con fondo social. ¿Lo da la edad?

La edad siempre la he visto como un problema a nivel de creación. Lo que hace es cansarte acomodarte, y lucho contra eso desesperadamente. Lo que sí te enseña, que es bueno, es a esquivar los golpes, a convertirte en un perro apaleado. Lo he dicho muchas veces. Pero a poco más. Me gusta mucho la inconsciencia. Creo que es muy necesaria para la creación. No pararte a pensar en las consecuencias, porque si no al final acabas teniendo un discurso plano. Hay que establecer siempre un entorno de inseguridad respecto a lo que estás haciendo para que sea enriquecedor.

¿Cómo ve la gran noche del 20-D?

Un caos del que puede salir algo muy positivo. Estoy muy ilusionado. He pasado de la mayor de las desesperaciones y del profundo nihilismo y escepticismo ante la situación a, de pronto, ver alternativas. Ayer vi un coloquio entre dos personas, Pablo Iglesias y Albert Rivera, absolutamente opuestas la una a la otra pero que encontraban puntos en común, que cedían frente al otro y que, en definitiva, dialogaban. Eso es nuevo. Me resultó emocionante ver que es posible todavía el diálogo.

¿Y en el terreno del cine? ¿Qué espera de los candidatos?

Es complicado y quedan muchas cosas por hacer. Es difícil encontrar una política que funcione bien para todos. Pero es posible. Espero que acierten, que encuentren los medios para hacer que el cine sea una industria auto suficiente y que se regule. Tenemos la fuerza para hacerlo.

Écheles un cable. ¿Por dónde pueden empezar, aparte de rebajar el IVA cultural, que es lo más obvio?

Lo que tienen que hacer es facilitar que sea una industria emergente y apoyarla como a otra cualquiera. Tiene una competencia muy fuerte: en el cinee s superior a la que tienen otras industrias. Deben encontrar la manera de hacerla crecer. A mí no me gusta la intervención directa, me interesa más conseguir que la inversión privada entre en el cine.

O sea, la Ley de Mecenazgo que nunca se aprobó.

No, no se hizo. Pero Mecenazgo suena fatal también: que el cine pueda encontrar los mecanismos para defenderse a sí mismo.

Iniciativas legales…

Por ejemplo: exención de impuestos por producto cultural. O apoyar rodajes. No sé cuánto dejó, pero era espectacular la cantidad de ingresos y puestos de trabajo que dejó el de la película de la saga Bourne en Canarias. Que tomen nota: el cine no sólo se alimenta a sí mismo, sino que genera una cantidad enorme de ingresos en transporte, hoteles, servicios públicos… Todo eso hace que la zona donde se genera una película sea muy rica.

En San Sebastián los productores dijeron ser optimistas sobre la cuota del cine español de este año, que rondaría el 20%, a falta de estrenos como el de Amenábar o el suyo. ¿Hay optimismo?

No he tenido tiempo de studiarlo. Ya no soy presidente [de la Academia de Cine]. Mi información es como la de cualquiera o peor: estoy muy sobrevalorado a ese nivel. Creo que una de las cosas que debemos hacer es ponernos las pilas en internet. Ahora se me está dando la razón, cosa que me alegra muchísimo. Pero es una lástima que hayamos perdido la oportunidad de hacerlo antes. Ahora entra Netflix. Empieza a haber una oferta legal. Si hubiéramos promovido eso nosotros y los portales de oferta legal fueran españoles, no dependeríamos de las grandes compañías. Si hubiéramos dado el paso que dio Filmin, por ejemplo, habríamos tenido plataformas que apostaran por el desarrollo de otras ventanas de exhibición, que es lo básico. Va a ocurrir queramos o no. Controlémoslo antes. Pero no: hay gente que quiere seguir con el VHS hasta la muerte y no pensar en el Blu ray.