Orion, el imitador que creó la leyenda de Elvis Presley
Un documental recupera la extraña carrera de un cantante enmascarado que imitó al Rey del Rock desde su muerte en 1977.
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Elvis no ha muerto. Eso lo sabe cualquiera. Está en algún rincón de California tomando martinis con Marylin y Michael Jackson. Por encima de sus cabezas de vez en cuando pasan aviones gubernamentales echando productos químicos. Mientras tato, en un hangar que no existe en ningún mapa, los discípulos de quienes nos hicieron creer en 1969 que el hombre había alunizado trabajan ya en un decorado de Marte que será el siguiente gran engaño para la humanidad.
Usted puede abonarse a todas estas teorías conspiranoicas. O leer la historia de Orion. Y entonces aceptará que Elvis -al menos él- sin duda ha muerto y comprenderá de dónde viene la leyenda urbana.
Era una bendición y una maldición. Todo el mundo creía que era un imitador. Era lo más lejos que llegaba.
Entre 1977 y 1998, Jimmy Ellis, un fornido jinete nacido en Orrville, Alabama, cuyo sueño desde joven había sido cantar, se convirtió en Orion, un artista enmascarado con un tupé y estilismo similares al de Elvis Presley en su última etapa. Y, sobre todo, con una voz capaz de engañar al mismísimo Rey del Rock si le hubiera escuchado. Su historia la recoge Orion, The Man Who Would Be King (Orion, el hombre que pudo ser rey), un documental de Jeanie Finlay que estrena en España el festival In-Edit de Barcelona.
Idéntica voz
El filme tiene algo de crónica musical y algo de expediente X entre tierno y patético. Un viaje que retrata a un chico que sólo quería ser artista y cuya voz fue su gran baza y su peor enemigo. “Era una bendición y una maldición. Todo el mundo creía que era un imitador. Era lo más lejos que llegaba. Él quería escapar de eso, pero era de locos. Dios le había dado esa voz”, dice en el filme su hijo.
Ellis tenía la vida resuelta. Había nacido en una familia acomodada y se había ganado la vida como jinete de exhibición. Tenía buena planta y una granja familiar envidiable. Pero en 1970, con 30 años, lo dejó todo para irse a Los Ángeles a cumplir su sueño: ser cantante.
“Era irreal lo parecido a Elvis que sonaba. Cuando nos graduamos, en la ceremonia, cantó algunas de sus canciones, fueron preciosas”, recuerda una antigua cita de baile de graduación del instituto en el documental. Pero Hollywood le exprimió y en menos de un año estaba de vuelta fracasado, como tantos aspirantes a artista.
Entonces vino la muerte a verle. No la suya, sino la de su ídolo. Hinchado por el alcohol y las pastillas, el corazón del Rey dijo basta en 1977. Tenía 42 años. Y Shelby Singleton, propietario de la legendaria Sun Records -la casa donde grabó Elvis su primer éxito- se apuntó a una idea bizarra que había surgido de un libro.
Había que jugar con la idea del cantante misterioso. No debía de vérsele claramente el rostro. Nació la máscara.
Gail Brewer-Giorgio había escrito una novela sobre la muerte de Elvis, “Orion”, en la que imaginaba que el cantante protagonista, un claro trasunto del autor de “Heartbreak Hotel”, fingía su propia muerte para escapar de la fama. Había planes para dotar al libro de una banda sonora y para convertirlo una película. Una productora que había oído cantar a Ellis lo vio claro: Ellis era la herramienta perfecta de márketing. Con un inconveniente: había que jugar con la idea del cantante misterioso. No debía de vérsele claramente el rostro.
Dixie-Land
Aquel chicarrón de Alabama tenía sus dudas. Quería cantar sus propias canciones, ser famoso por sí mismo. Pero los productores no creían en sus posibilidades. “¿Quién puede sentarse enfrente de mí y decirme que no lo lograré porque sueno como Elvis? Elvis lo logró y sonaba como Elvis. ¿Por que yo no puedo hacerlo?”, se le escucha reflexionar a Ellis. “Tú eres Orion”, le dijo la escritora.
El dueño de Sun Records le hizo una oferta que no podía rechazar: “Era muy reticente, ni siquiera le gustaba la idea, pero Shelby le convenció: o te pones la máscara o te vuelves a Alabama”. Jimmy Ellis se la puso. “Era la única dirección que podía tomar. Cuando piensas en el negocio musical, siento como si estuviera en un tren veloz. No hay forma fácil de subirte a ese vagón”.
Aquella idea que hoy parece marciana llegó en el momento preciso. 80.000 fans habían ido a despedir a Elvis a Memphis. Orion, en la ficción, no tenía Graceland, sino Dixie-Land. Pero cantaba exactamente igual. Daba igual que midiera dos metros y bajo la máscara cualquier persona con un mínimo sentido crítico viera que ni la nariz ni el color de los ojos eran los de Elvis, como reconoce la presidenta del club de fans de Orion. “Teníamos un tipo que sonaba como Elvis. Y los fans, de algún modo, esperaban que fuera él quien estuviera detrás de la máscara”, recuerda el productor de Nashville John Singleton.
En los años ochenta su carrera fue dando tumbos con diferentes nombres: Mr. E, Mr. Excitement, Ellis James, Cadillac Man...
Fue una bomba. De cantar en bares, Ellis pasó a dar besos a entregadas admiradoras en conciertos de 2.500 localidades. Grabó discos, hizo giras con su propia banda, tuvo su road-manager… Y los periódicos comenzaron a publicar titulares amarillistas. ¿Elvis estaba vivo?
Ellis disfrutó de la fama, los shows, los viajes… Su club de fans llegó a los 20.000 miembros. Él, según cuenta, jamás quiso alimentar el engaño. “Sólo trataba de ganarme la vida. Nunca intenté que la gente creyera nada más”. Pero la máscara pesaba: debía llevarla por contrato siempre que estuviera en público. Se escondía de la Prensa… Un día se hartó. Había pasado años siendo Orion y decidió volver a ser Jimmy Ellis. Se quitó la máscara en pleno concierto. Su contrato estaba acabado.
Hermano secreto
Años después volvió a intentarlo, pero ya nunca fue igual. En los 80 su carrera fue dando tumbos mientras él cambiaba de nombre casi tanto como de camisas con bordados. En el filme se le ve embutido en cuero, tratando de conquistar el mercado teen como Ellis James, Jimmy Ellis, Mr. E, Mr. Excitement, Cadillac Man, Steven Silver… En 1989, un hinchadísimo Orion -como si repitiera la degradación de Elvis- regresó a los escenarios. Y siguió actuando en pequeños conciertos, fiestas… Ya no tenía carrera, apenas ganaba dinero, pero seguía. Disfrutaba.
Sólo trataba de ganarme la vida. Nunca intenté que la gente creyera nada más.
El alcohol, sin embargo, no acabó con Ellis. Él y su segunda esposa, Elaine, fueron asesinados de la forma más absurda en un atraco el 12 de diciembre de 1998.
¿Creen que la historia acaba aquí? Para nada: el documental aún guarda un último expediente X: Vernon Priestley. O sea, el padre de Elvis Priestley. Ellis era adoptado y nunca desveló la identidad de sus padres biológicos. El filme compara las fotos de Ellis y Vernon a la misma edad en un escorzo idéntico. El parecido es asombroso. “Y está el tema de la voz. ¿De dónde podría proceder una voz así, idéntica a la de Elvis?”, se pregunta un productor musical. “Recuerdo haber visto su partida de nacimiento, del Estado de Mississippi, y ponía: Madre: Gladis Vale. Padre: Vernon… y sin apellido”. ¿Casualidad o fue Ellis en realidad el hermano secreto del Rey?
La verdad está ahí fuera…