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“Llega tarde”, tiene claro Mariano Ozores (Madrid, 1926) sobre el homenaje que la Academia de Cine le rinde con el Goya de Honor, que recibirá el próximo 6 de febrero en la 30 edición de la Gala. Pero no parece decirlo con rencor. Da las gracias a Antonio Resines, el presidente de la institución -que aclara que la elección es de la Junta Directiva, y que Ozores hacía años ya que salía entre las opciones más votadas- y defiende con naturalidad su carrera y su cine. 96 películas como director y productor, sobre todo, una de las más prolíficas y de éxito. “Puede ser que sean un récord en la industria española”, dice con orgullo en un encuentro con la prensa en la Academia de Cine.

Ozores dio trabajo a varias generaciones de actores y actrices. “En el discurso del día 6 voy a hablar de ellos”, adelanta. “Es una colección de actores que me recuerdan ratos muy agradables y resultados fructíferos”. Muchos secundarios, claro, y todos los cómicos del momento: López Vázquez y Gracita Morales, Pajares y Esteso, y sus hermanos José Luis y Antonio, ambos ya fallecidos. “Me emociono al hablar de ellos”, reconoce cuando se le pregunta por sus “hermanos queridos”. “Admiro a mi familia. Mi mujer se ha pasado conmigo las noches llevándome tandas de café al despacho donde estaba escribiendo el guión de la siguiente película. Mi hija es mi ojito derecho. Mi familia es un puño, estamos todos metidos dentro de ese puño, que es nuestro cariño mutuo”.

Taquillazos

Tiene poco que envidiar en algunos casos su filmografía a los Torrentes de hoy. Sus producciones sobrepasaban a menudo el millón de espectadores. Ozores encarna y representa al Landismo, el Destape y el cine de la Transición -al menos uno de ellos- con pelotazos como Objetivo bi-ki-ni (1968), Señora doctor (1974, una de sus favoritas), Los bingueros (1979, Los energéticos (1979), Yo hice a Roque III (1980), Cristóbal Colón, de oficio descubridor (1982)... Podríamos seguir.

Rodaba tres, cuatro, hasta seis cintas por año en sus momentos álgidos. “Sí... no perdíamos el tiempo. No se podía perder porque costaba mucho dinero. Mis películas no eran de mucho dinero. Salvo dos o tres, las demás eran suaves en lo económico. Pero había que divertirse. Siempre he procurado que el público entendiera que haciendo la película nos divertíamos”.

'Están pasando algunas de mis películas todos los fines de semana en canales de televisión de toda España y con un gran éxito de audiencia. La masa de público sigue siendo mía', afirma el director

Muchos de ustedes quizá estén pensando que cantidad no equivale a calidad. Ozores está convencido de que sus cintas han envejecido “muy bien, demasiado bien. Resulta que se están pasando algunas de ellas todos los fines de semana en canales de televisión de toda España y con un gran éxito de audiencia. La masa de público sigue siendo mía”. También hubo en el cine español quien le respetó desde el otro extremo, como García Berlanga. “En el cine nunca hablamos de política ni yo contrato a un actor porque tenga un matiz político. Nunca. Luis y yo lo llevábamos muy bien, yo siempre con un gran respeto por él”.

Dice que su cine se basó siempre en la sorpresa, que nunca faltaba, y que tenía un trasfondo social. “Cuando me preguntáis qué tipo de película haría yo ahora, haría un Podemos: un grupo de gente que se reúne y monta un partido político”, dice sin asomo de chiste. “Si viviera, se podría hacer un Podemos con López Vázquez estupendo”. Y añade: “Nadie nos va a pedir que hagamos una película de Podemos, pero es la actualidad política. El pueblo que se ha lanzado a la política… eso es gracioso”. Y asegura que en sus producciones más que reflejar, se parodiaba a la España del momento. “Siempre tomábamos como razón principal de la película una sorpresa. Luego eso lo llevábamos al momento, y eso lo hacía interesante para el público”, explica.

Ingenioso

“Con Franco no metí nunca… No tenía valor”, dice sobre los temas que trató o que evitó. Y deja caer una curiosa valoración política cuando le preguntan si se sintió franquista: “No, pero no de una manera tajante, agresiva. Me pareció que era una necesidad que tenía la sociedad en ese momento, como ahora es Podemos”. Y vuelve a las andadas: “Lo mismo hay que hacer una película de Podemos”.

Sabe que la crítica nunca le trató bien. No parece importarle mucho. Hubo una excepción: La hora incógnita. Justo con la que se la pegó en taquilla. Pero algo aprendió: “Para que una película sea rentable no hace falta meter mucho dinero: hay que ser ingenioso. Yo creo que lo he sido”.

Ocho apellidos vascos es 'el cine que hay que hacer ahora. Es una crítica dura al lenguaje, pero le gusta al público, que es lo importante', asegura Ozores

No le queda, asegura, nada por rodar que no haya estrenado ya. “Siempre he hecho las películas que quería. No tengo ningún recuerdo malo de ninguna. Y, sobre todo, nos divertíamos cuando hacíamos una película. Siempre antes de empezar el rodaje decía lo mismo: 'Señores, vamos a hacer una película y vamos a divertirnos'. Y nos divertíamos”.

Pese a todos los taquillazos, asegura que no se hizo rico con el cine. “¡Qué más quisiera! Pero he vivido y he llevado a mi familia bien. Estoy satisfecho en lo económico”, deja claro. Y dice de su trabajo: “Lo manejé con comodidad y siempre pensando en el público. El respetable para mí es importantísimo. Es todo lo que soy y lo que fui, y a él le debo todo”.

Ve cine, algo. Y comulga con los éxitos recientes de lo que se hace en España. La saga Torrente, por ejemplo: “Es una exageración de las mías”. O la de Ocho apellidos vascos: “Eso es el cine que hay que hacer ahora. Es una crítica dura al lenguaje, pero le gusta al público, que es lo importante”.

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