Las estrategias del porno: 'Outlander' y 'The girlfriend experience'
Coinciden en estos días en nuestras teles dos títulos de muy distinto pelaje. La fantasía romántico intertemporal Outlander y el retrato de las chicas de compañía de lujo The girlfriend experience. A simple vista, estas dos series se parecen como un huevo a una castaña, aunque las dos sean adaptaciones (la primera de la serie de novelas de Diana Gabaldón; la segunda de la película homónima de Steven Soderbergh), y los protagonista de una y otra luzcan una melena envidiable. También coinciden en que el cogollo argumental de las dos apunta directamente a nuestros genitales.
Ya hay quien defiende Outlander como una ficción histórica porque ocurre durante el final de las revueltas jacobitas en la Escocia del siglo XVIII. A ver, no, Outlander puede tener muchos atractivos (la extraordinaria química de Catriona Balfe y Sam Heughan, y el despliegue de Tobias Menzies, un actor que está en todas partes y en todas bien), pero hasta el momento, la parte histórica no es lo que más luce. De hecho, la serie es un auténtico rollo hasta que los protagonistas se meten en el catre. Es más, se puede seguir la trama perfectamente adelantando la acción hasta la noche de bodas de Claire y Jamie. Y se puede hacer lo mismo hasta el siguiente coito. Lo sé, lo he hecho. No te pierdes demasiado. Toda la información y el peso dramático se concentran entre lametazo y apretón.
Más a saco va The girlfriend experience. Al fin y al cabo, la serie trata la prostitución de lujo y debe dejar claro desde muy pronto que va a haber carnaza de la buena. Christine Reade, la aspirante a abogada de patentes protagonista tiene un revolcón en los primeros cinco minutos del episodio inaugural. Llega en el momento justo para apuntalar la atención del espectador. Es una serie pausada, contemplativa, que gestiona mucho mejor el morbo que su referente cinematográfico. Christine y su amiga Avery, una veterana en lo de sacarse un sueldo entreteniendo a señores de cierta edad, son dos jóvenes lozanas que comparten confidencias, risas, toqueteos e insinuaciones. Calentamiento, vaya. Si alguien siente la tentación de marcharse, The girlfriend experience avisa: te vas a perder lo mejor.
¿Todo lo que no es coito en Outlander es paja, es prescindible, quiero decir? No, como tampoco carece de interés la vivencia de Christine en su oficina, la relación con su familia y su vida estudiantil. Pero nada de lo que cuentan está a la altura del sexo. Si se lo quitas, Outlander es poco más que una novela rosa y The girlfriend experience, una peli indie. Y ninguna de las dos destacaría en su género. Es a través de lo carnal donde ambas historias trascienden, donde sus personajes cobran interés y se vuelven complicados. La historia está armada en función de cada polvo.
El final de la primera temporada de Outlander dio un paso gigante al asumir que los villanos han dejado de sorprendernos y que había que explorar nuevas vías de perversión que pasaban, en su caso, por bordear directamente algunos clásicos del imaginario porno e invertir los roles de género. Fue un acierto total y la razón por la que la serie ha llamado la atención de la crítica. Y el que diga lo contrario, miente.
Es a través de lo carnal donde ambas historias trascienden, donde sus personajes cobran interés y se vuelven complicados. La historia está armada en función de cada polvo
A partir del segundo capítulo de The girlfriend experience, los encuentros sexuales se suceden cada poco y el ritmo se apresura. Por cada golpe de cadera, un mini conflicto. Sabemos que Christine es inteligente, divertida y capaz por cómo se comporta con sus clientes, por lo bien que finge interés a cambio de dinero; advertimos que una gran estratega porque usa su cerebro y su vagina sin remilgos. ¿Es una buena abogada? Intuimos que sí, pero será por historias de abogados en televisión…
Outlander ha regresado en su segunda temporada con un reseteo argumental (sexual). Sus seguidores vuelven a la casilla de salida y cuentan los minutos que quedan hasta que Jamie y Claire vuelvan a compartir fluidos. Mientras, sea en Francia o en Escocia, en 1745 o en 1948, asistiremos al juego previo, disfrazado de historia de amor, drama de época o chifladura feérica. No sé si sucederá antes o después de que descubramos si la historia de Christine tiene futuro más allá de las suites de postín. Puede que no. Y seguramente no importe.