Eduard Fernández encadena un cigarro tras otro. Mira a los ojos cuando habla y, de alguna forma, intimida. Uno no sabe si está mirando a Paesa o al actor que se convirtió en el espía que timó a todo un país. A nadie debería sorprenderle su capacidad de meterse en la piel del otro, pero lo que consigue con El hombre de las mil caras está más allá del elogio. Casi no hay imágenes suyas y pocos pueden decir que le conocieron, pero al ver a Fernández tenemos la certeza de que fue así.
Tras décadas en la profesión y dos premios Goya se ha ganado el privilegio de poder hablar de todo con una sinceridad que cada vez es más difícil encontrar. Quizás por eso no tiene miedo en acabar la entrevista con EL ESPAÑOL recordando que hace trece años que no gana el premio y que “quiero el tercero”.
He perdido la cuenta de las nominaciones que tiene…
Diez.
¿Y se acostumbra uno?
Sí (ríe). Pasas menos nervios. La primera vez que me nominaron fue por Los lobos de Washington, y antes de que dijeran quién se había llevado el Goya casi me da un infarto. Dije: como me lo den me da un infarto. Así que casi lo agradecí, hubiera preferido llevármelo pero temía que mi corazón estallase.
Yo soy un poco vago. Los actores en general creo que muchos pecamos de eso, pero si te gusta la profesión cuando empiezas, empiezas. Cuando enciendes motores, los enciendes
En San Sebastián le vi emocionado.
Mucho, y muy contento.
¿Es distinto ganar un Goya que la Concha de Plata al Mejor actor?
Es distinto, sí. Cada premio es cada premio. La Concha es la Champions, y el Goya es ganar Liga y Copa.
¿Se imaginaba que el señor Paesa le iba a dar tanto?
No. Nunca pienso en esos términos. Cuando leí el guion sólo pensé en el trabajo, en hacerlo… Yo soy un poco vago. Los actores en general creo que muchos pecamos de eso, pero si te gusta la profesión cuando empiezas, empiezas. Cuando enciendes motores, los enciendes. Me dediqué a trabajar, a sacar adelante este personaje tan difícil, a meterme el guion en la cabeza, que era un guion muy complicado. Había que entender todo lo que hacía ese ser tan particular, y tan bueno en lo suyo, que era Francisco Paesa, aun sin entenderlo todo.
Hay muy pocos vídeos e imágenes de Paesa, ¿cómo fue la investigación para hacer el personaje?
Había muy poco sí. Vi un vídeo que había, una conversación con Cerdán, y me basé en una frase que había que dice que le había sentado muy mal que sus padres no le hubieran enseñado a utilizar correctamente los cubiertos del pescado. A partir de ahí ya saqué mis conclusiones: complejo de clase, querer parecer lo que uno no es, su calidad manipulando con sutilidad, y pensé también que alguien que es tan bueno en algo debe tener un hueco de las mismas proporciones en su vida. Y me salió, me inventé, o descubrí, no lo sabremos nunca, que en las relaciones humanas, en la empatía, iba más justito, lo cual era muy bueno para su trabajo, porque así no tenía ninguna culpa al engañar.
Su personaje engaña también al espectador, porque se posiciona con usted. Queremos que estafe al Estado.
Eso es lo que queríamos conseguir. Alberto me decía, ten en cuenta que dependemos de Paesa, porque el espectador a la vez, y con esa pinta que llevaba que era para salir corriendo, tiene que tener ganas de que salgas más. Ese era el reto con un personaje que además era muy hermético. Decía un actor inglés, no me acuerdo de quién, que actuar es ir a la marca, mirar a los ojos al otro actor y decir la verdad. Paesa era un poco esto, pero la verdad en Paesa era todo mentira. Yo no sé si hace diez años hubiera podido hacer este personaje.
Hablando de esa empatía, no sé si tiene que ver con que la sociedad es demasiado tolerante con el corrupto.
Con alguno. Con el Dioni seguramente sí, con Paesa contado así seguro que también, pero con la corrupción del PP en Valencia yo creo que no, la sociedad no se alegra. La gente me preguntaba si hay muchos Paesas, y yo creo que no, él era muy particular y muy grande en lo suyo. Éticamente o moralmente lo podemos enjuiciar, pero era grande en lo suyo. Yo me entrevisté con una persona del CNI y me decía que Paesa se metía en lo más peligroso. Por tanto todos esos que trapichean, que cogen un terreno para venderlo y especular, eso es una cutrez para sacar un dinerito, eso es para meterlos en la cárcel sin duda alguna, y decir: “hazlo mejor me cago en la puta, por lo menos si me engañas, engáñame bien, no me toques los huevos que no soy subnormal”.
Yo creo que la gente con esas cutreces y con robar el dinero de todos en estos momentos ya estamos escamados y no hace ninguna gracia. Sería muy difícil hacer una película sobre esta corrupción de los últimos años y que la gente esté con ellos, no sería así.
Con algún corrupto podemos empatizar. Con el Dioni seguramente sí, con Paesa contado así seguro que también, pero con la corrupción del PP en Valencia yo creo que no, la sociedad no se alegra
¿El político es a imagen y semejanza nuestra, o nosotros imitamos lo que hacen ellos?
Yo creo que el sistema tiende a corromper, igual que el poder. Los políticos cuando se meten en política, todo está tan bien armado que te metes en esa estructura que se aíslan del resto y tienden a corromperse. Se creen que son el poder, cuando un político debería ser sólo un administrador de lo público, nada más. Yo propondría que el presidente del Gobierno se llamara servidor público número uno, el vicepresidente, servidor número dos y así sucesivamente, para que les quede claro que son eso y sólo eso.
¿Llegó a entender los actos de Paesa?
Sí, yo creo que todo pasa por una motivación personal, como siempre. Él quería ocupar un lugar en el mundo y que la gente le reconociese que lo ocupaba, hay algo de niño rebelde ahí. Además era un gran jugador y necesitaba la adrenalina del poder y del juego para vivir. Conseguir algo era secundario, lo principal era la adrenalina de jugar.
En la presentación de la película en San Sebastián salió justo la Vanity Fair con la entrevista al verdadero Paesa.
Flipé. Me pareció un acto de decir: “vale, habéis sacado la película, pero el original soy yo, estoy aquí, tengo la portada y la saco el día antes”.
Es como si su juego continuara.
Sí, sigue jugando, así es él.
¿Recuerda cómo vivió usted la polémica de aquella entrega de Roldán?
Recuerdo lo que recuerda la mayoría, que hubo un pollo muy grande, a Belloch le recuerdo dando una rueda de prensa, recuerdo que todo era un embrollo muy raro y muy turbio y que había asuntos de estado por medio que no estaban claros.
Decía Alberto Rodríguez que ese fue el momento en el que el ciudadano perdió la inocencia y descubrió lo que había detrás.
Sí. Ahí empezamos a perder la inocencia, por lo cual el aparato y el sistema se han sofisticado y nos siguen engañando en la misma proporción que antes.
Si alguien del Gobierno viene a los Goya hay que tratarlo con respeto, por educación. Y protestar con sentido y con cabeza.
¿Sigue todo tan podrido?
Yo creo que sí. O más, después de la crisis un poco más. Con la crisis se han aprovechado, han bajado los salarios, los más ricos se han hecho mucho más ricos y aquí no pasa nada.
El otro día en los Globos de Oro, Meryl Streep dio un discurso político, y aquí todo el mundo lo apoyó, mientras que luego en los Goya si alguien hace lo mismo se le critica.
Fue muy fina y es Meryl Streep. Y también te diría, no es obligatorio criticar al Gobierno si subes a recoger un premio, que cada uno diga lo que le dé la gana, que a veces parece que haya que decirlo por quedar bien con el respetable y los demás aplaudimos aunque el discurso no tenga demasiada enjundia. Está bien decir lo que uno siente y criticar la cuestión social. No sé si lo más importante es criticar a uno del Gobierno que ha venido, si viene hay que tratarlo con respeto, por educación. Y protestar con sentido y con cabeza.
¿Os ha perjudicado ese discurso político en los Goya?
Mira, la gente del cine en general es de izquierdas, no está ni bien ni mal, pero es así, y no se va a cambiar, igual que no vamos a cambiar ciertas políticas o ciertas formas de pensar del Partido Popular, pero tenemos que acercarnos y no entrar en una guerra personal. El Gobierno debe velar por las industrias de este país, y el cine es una de ellas, y como tal debe procurar que vaya mejor, así que tenemos que evitar esa pelea.
La gente del cine en general es de izquierdas, no está ni bien ni mal, pero es así, y no se va a cambiar, igual que no vamos a cambiar ciertas políticas o ciertas formas de pensar del Partido Popular
A usted no le ha pesado la situación tan crítica de los actores.
Es cierto, lo siento como un privilegio. A veces no lo entiendo, porque yo no juego al jueguito de la fama, no sé porque me va bien, no sé si se estarán equivocando conmigo. El otro día lo comentaba, y me decían que eso pasa siempre, hay mucho intrusismo. ¿Todo el mundo puede hacer cine? Bueno sí, la mula Francis estaba como Dios en la peli, exagerando, pero me entiendes. El teatro ya es otra cosa. Yo rogaría a los productores que cuando haya un buen papel cojan a un profesional del asunto, que hay muchos en paro y muy buenos.
¿Hay mucho actor joven que sólo quiere ser una estrellita en vez de un actor?
Por un lado sí, ha pasado siempre. Pero también ahora hay un género nuevo que es el ser famoso, y con salir en televisión lo consigue, me parece fantástico. Es una nueva profesión, pero que se separe del resto. Hay quien quiere ser famoso y ser actor, y yo le digo: 'ay chico, es que pides mucho'. Hay gente para todo.