¿Es Netflix el nuevo porno?
El consumo de series se ha disparado con la aparición de las plataformas bajo demanda. Un estudio demuestra que la industria del sexo se desinfla: ¿cómo no sucumbir al “sólo un capítulo más”?
Según los datos arrojados por Enseo, una proveedora de servicios de entretenimiento (como Netflix) para hoteles, la respuesta es un sí rotundo: la aparición de estas plataformas de video on demand ha disparado el consumo de series en detrimento del clásico porno de hotel que se llevaba, hasta ahora, el 90% del visionado. Y no eran muchos los que se animaban a alquilar un título picante y pasar el trago de verlo reflejado en su factura. De hecho el negocio estaba de capa caída. Hasta que llegaron las series. O mejor dicho, Netflix.
Si tenemos en cuenta cómo se ha integrado la plataforma en diferentes aspectos de nuestras vidas y que ya tiene voz y voto en nuestra vida sexual, no nos costaría nada darles la razón a los de Enseo. Sí, es muy posible que también le haya ganado la batalla al onanismo porque ofrece una alternativa aún mejor: ver series es otra forma solitaria (aunque muy distinta) de darse placer; como si nos folláramos a nuestra propia mente, como defendía Dante en Martín (Hache). Y no siempre están exentas de contenido sexual, aunque se inclinen más hacia el erotismo o el porno light (véase cualquier serie de HBO).
Pero ¿qué puede llevar a alguien a preferir House of Cards a Ass Ventura cuando la primera la puede ver en casa junto a su pareja o sin pagar por ello más que la cuota mensual? ¿En qué contexto está ocurriendo esto?
Adicción a las series
Cierto es que cuando hablamos de series utilizamos el término adicción con una alegría pasmosa. Aunque no es descartable que se incluya en alguna futura edición del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) ya que aún no ha dejado su poso definitivo en la sociedad (falta que Charlie Brooker le dedique un capítulo de Black Mirror), no existe, como tal, la adicción a las series. Existen comportamientos y trastornos obsesivos en las que lo de menos es el objeto de la obsesión: puede ser una persona como pueden ser las series, una droga o los gérmenes. Una vez explicado esto, no es menos cierto que las series provocan “enganche” y que cuentan con recursos potentes para lograrlo.
El principal se llama trama y puede abarcar todo tipo de premisas. En el porno el guion no es más que un enorme McGuffin; un elemento en realidad irrelevante y disuasorio de lo realmente importante: el toma y daca. En cambio, si acaban de matar a tu personaje favorito en una serie y el plano pasa a fundirse en negro… ¿cómo no sucumbir al “sólo un capítulo más”? El cliffhanger es un chute para las emociones. Es la manera que tienen los guionistas de convertirnos en yonkis.
¿Quién quiere ver porno cuando Juego de tronos estrena temporada, después de un largo año de espera?
Así que es muy posible que los huéspedes de los hoteles a los que Enseo provee de contenidos vengan ya enganchados de casa y necesiten saber qué pasa después en su serie favorita, o que no sean usuarios del servicio y se sientan más excitados por la novedad que por el porno. No se puede tampoco descartar que éste haya cambiado de soporte, sin más. Puede que prefieran verlo en su i-pad accediendo a través del wi-fi del hotel. Pero ¿quién quiere ver Juego de tronos en una pantalla de 7 pulgadas?
Es más… ¿Quién quiere ver porno cuando Juego de tronos estrena temporada, después de un largo año de espera? La web Pornhub dio fe de ello cuando experimentó un notable bajón de tráfico durante el estreno de la sexta temporada de la serie en HBO.
Netflix y el sexo
Que la unión de ambos conceptos de lugar a una noticia no es circunstancial. El vínculo de la plataforma con el encamamiento va más allá de las preferencias a la hora de elegir cómo pasar el rato en una habitación de hotel. De hecho, sexo y Netflix están íntimamente ligados: el primero puede ser la consecuencia del segundo. O el segundo puede ser la causa de que no se dé el primero, porque, en pareja, mantita, sofá y Netflix es todo lo contrario a un buen preliminar. Inevitablemente, uno de los acabará roncando y el otro, frustrado.
Algunos consideran que ver un capítulo de una serie sin esperar a tu pareja es infidelidad. Netflix son los nuevos cuernos, también.
Es, además, un nuevo tema recurrente de discusión entre amantes. Como pasara con la tiránica instauración del doble check azul en WhatsApp o con esos likes que das en Facebook y que pueden servir como base para toda una investigación digna de la CIA tratando de probar una posible traición, Netflix ya es un motivo de discordia marital. Algunos consideran que ver un capítulo de una serie sin esperar a tu pareja es infidelidad. Netflix son los nuevos cuernos, también.
Al parecer el nivel de amor o de compromiso se mide en función de la capacidad para resistir la curiosidad. Un principio también aplicable a la traición carnal. Y si no te fías de tu pareja, nada mejor que castrarle con unos anillos de compromiso como estos: a no ser que los dos se unan (“para gobernarlos a todos y atarlos en las tinieblas”) el siguiente capítulo de la serie que habéis decidido ver juntos, como si fueran vuestros votos nupciales, no estará disponible.
¿Es o no es el escenario perfecto para una de las distopías de Charlie Brooker? De hecho, Netflix ya ha jugado peligrosamente con la idea, aunque sólo sea en forma de original promo.
Netflix y la ausencia de sexo
Por su parte, el binomio Netflix & Chill, puede dar lugar a dos situaciones muy distintas y al mismo tiempo igualmente satisfactorias. Decir “tengo Netflix” en un garito a las 4 de la mañana puede hacer las veces de excusa. El resto ya ha de currárselo cada cual, pero de entrada, también podría ser el nuevo: “¿Estudias o trabajas?”.
Netflix se convierte en un amigo inseparable, “un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo”
Pero cuando no tienes pareja, ni tienes ganas de salir, pasar frío y gastarte un pastizal con la esperanza de conocer a alguien medianamente aceptable, Netflix se convierte en un amigo inseparable, “un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo”, como diría el gran López Vázquez en la mejor escena de Atraco a las tres. O, simplemente, en una forma de sublimar el sentimiento de soledad hacia otro fin, de una manera más que digna.
Placentero a distintos niveles, pero igualmente satisfactorio, aunque lo disfrutes en modo onanista. Porque, al fin y al cabo quién necesita a alguien al lado preguntando todo el tiempo “¿quién era este?”. Y en ciertos casos, más vale Netflix en mano que cien pájaros (o pájaras) volando.