“Cada día he aprendido a amar más este país y quisiera no haber tenido que reconstruir mi vida en otro lugar después de que el mundo de mi propia lengua se hundió y se perdió para mí, y mi patria espiritual, Europa, se destruyó a sí misma”. Estas eran las palabras de despedida de Stefan Zweig en su nota de suicidio el 22 de febrero de 1942. En medio de la Segunda Guerra Mundial se daba por vencido, se tumbaba en la cama junto a su mujer, y barbitúricos mediante dijo adiós a una Europa que no reconocía y que nunca se convertiría en la que él soñaba.
Lo intentó con sus obras, con su apuesta por lo que luego se llamó “el sueño europeísta”, pero por mucho que las alabaran no conseguía que ese mundo “sin fronteras y pasaportes” que él perseguía se materializara. Zweig tampoco soportó el peso de un exilio por una guerra que no entendía, y la imposibilidad de poder publicar sus obras en una Alemania dominada por el nazismo. Y a pesar de todo su activismo fue de voz baja y actos escondidos. Ayudó a huir a la gente de Europa, pero se negó toda su vida a criticar al nazismo y a Hitler, una actitud muy criticada y por la que siempre fue señalado como un cobarde. Este dilema es uno de los centros de Stefan Zweig: adiós a Europa, el biopic sobre el autor que se centra en los años de exilio para intentar descifrar que había detrás de su mente.
La actriz y directora Maria Schrader se mete en la difícil tarea de descubrir si era un héroe o el más “cobarde, egocéntrico y pusilánime” de los autores del siglo XX como se refiere a él un periodista alemán que no entiende la posición de Zweig, que defendía que no escribía “desde el odio”, y que “cada gesto de resistencia carente de riesgo o impacto es sólo afán de protagonismo”. Así que optó por una posición moralmente cuestionable para la mayor parte de un mundo que vivía amenazada por la demencia de Adolf Hitler.
La directora de este atípico biopic tiene claro que “no era un cobarde”. “Nunca diría eso, nunca le llamaría cobarde, le llamaría pacifista radical. Era una persona que seguía sus propias reglas y en esas reglas estaba que nunca atacaba a nadie, nunca atacaba con sus palabras. Lo que los periodistas le pedían es un veredicto sobre Alemania, y creo que Stephan Zweig lo que quería era pintar un cuadro del conflicto más complejo y se encontró con un mundo en el que las únicas posibilidades eran sí o no, blanco o negro, y eso era demasiado simplista. Se encontró con un mundo que buscaba respuestas simples, pero que era demasiado complicado para entenderlo si no queremos escuchar respuestas complejas. Por eso gente como Zweig estaban silenciados en una forma política, no en sus obras y en sus libros, porque él tenía siempre una dimensión política, pero no creo que exista sólo una forma de actuar para los artistas. Por eso no creo que se pueda decir que él no fuera comprometido”, cuenta Maria Schrader a EL ESPAÑOL.
Era una persona que seguía sus propias reglas y en esas reglas estaba que nunca atacaba a nadie, nunca atacaba con sus palabras. Lo que los periodistas le pedían es un veredicto sobre Alemania
Para ella el primer deber de un artista “es ser fiel” a su arte, y crear “un lugar para la poesía, la comunicación y la dulzura en tiempos donde el odio y el radicalismo están tan en alza”. Pero tampoco esconde su deber “de hacer preguntas” y de incluir una “dimensión política” en su obra, que puede ser “mostrada de muchas formas”.
Adiós a la libertad de expresión
Una de las máximas que defendía Stefan Zweig era la importancia esencial de la libertad de expresión. Él vivió sus limitaciones en sus propias carnes, y lo convirtió en uno de sus caballos de batalla. Ahora, 75 años después, se vuelve a ver en peligro. Tuiteros condenados a prisión, titiriteros que son juzgados por el contenido de su obra y cantantes a los que se inhabilita por sus versos, confirman que la lucha de Zweig sigue presente ahora. También lo piensa Maria Schrader, que cuenta a este periódico su preocupación tras haber estado un tiempo en Budapest. “He vuelto en shock. Estuve con periodistas que se encuentran entre los cientos de profesionales que han sido despedidos por el cierre del último periódico independiente que quedaba y que ha sido cerrado en octubre. Me contaban cuánto sufría el país por la censura y creo que la libertad de expresión es uno de los grandes logros de la democracia y nunca se lucha suficiente por defenderla”, explica.
Si Stefan Zweig estuviera vivo estaría contento porque se ha visto cumplido parte de su sueño, pero nos preguntaría que por qué hemos dejado de luchar. Por qué hemos abandonado
¿Y qué opinaría Stefan Zweig si viera esta Europa que se autodenomina unida pero que pone vallas para que la gente no pueda entrar? “Bueno, por un lado nos diría que somos afortunados”, cuenta la realizadora que señala que su sueño europeísta se ha visto cumplido en parte. “Tenemos unos países unidos, hemos vivido el periodo más pacífico de la historia, hay libertad para viajar, uno es europeo por encima de alemán. Probablemente diría: 'habéis logrado mi utopía'. Pero creo que también nos preguntaría que por qué hemos dejado de luchar. Por qué hemos abandonado, nos diría que hay que luchar. Zweig sería un luchador”, cuenta Schrader, que al ser recordada por la crisis de refugiados añade que el autor “estaría aterrado y devastado”. Utópico, romántico, cobarde… muchas caras para un autor imprescindible e indescifrable.