Violeta Kovacsics
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Dice Robert Pattinson que estaba preocupado porque los paparazzi irrumpieran en el rodaje de Good Time, el thriller de los hermanos Josh y Benny Safdie que el actor ha presentado hoy en Cannes. Pattinson temía que los gajes de la fama rompieran la magia de un rodaje de guerrilla. Sin embargo, nada de eso pasó. “Rodamos en el metro, con una cámara de 35 milímetros, y la gente ni se daba cuenta de que estaba ahí”, dijo Pattinson.

De hecho, el ejercicio del actor se parece al de su personaje: “intenta desaparecer, convertirse en una sombra en la multitud”. En Good Time, Patterson se pone en los zapatos, en la ropa sucia y en el pelo grasiento de Connie, un ladrón de poca monta que, tras un atraco fallido, se empecina en salvar a Nick, su hermano, vulnerable a causa de una discapacidad, y que ha sido detenido por la policía. A lo largo de una noche, Connie recorre Nueva York, siguiendo un plan imposible, que cambia constantemente a causa de diversos imprevistos. Algunos de los tropiezos son de lo más desafortunados: cuando Connie llega al hospital donde han trasladado a su hermano, logra burlar a la policía, poner al convaleciente en una silla de ruedas y esconderlo en una casa. Todo esto, para descubrir, un buen rato después, que se ha equivocado de paciente.

Good Time (2017) Primer Tráiler Oficial Subtitulado

Un cine de guerrilla

“Yo soy un criminal, bueno, un excriminal, intento tomar todo lo malo que hice y convertirlo en algo positivo”, comentó Buddy Duress, el actor que interpreta al paciente que Connie rescata por error. Duress ejemplifica el espíritu de guerrilla de la película de los Safdie. Los directores abrazan una suerte de verdad, que se mezcla con una propuesta estética fascinante. Esta realidad se cuela también en el texto, en los diálogos. “Había una voz en la escritura que me gustó mucho, una musicalidad”, comentó Pattinson en relación al guión. Esta musicalidad, esta verdad en las palabras, acerca Good Time a uno de los mejores escritores de novela criminal americana: Edward Bunker.

La cuestión del texto no es baladí. La película comienza con la visita de Nick a un terapeuta, que le pregunta cómo interpreta algunas expresiones y frases hechas. ¿Qué significa “no vendas la piel del oso antes de cazarlo”?, pregunta el terapeuta. “Pues que no vendas la piel de un oso”, responde Nick. Los Safdie plantean el diálogo con la cámara pegada al rostro de los personajes. Y hacen lo mismo en la escena siguiente, cuando Connie y Nick se cubren la cara con unas máscaras de látex, y cuando obligan a la cajera a que les llene una bolsa con dinero. De nuevo, la palabra es crucial, en vez de hablar, los ladrones y la empleada del banco se intercambian unas notas. La cámara se queda en el rostro, como si no existiera el contexto, como si Nueva York pudiese dibujarse también en las caras y en los gestos de su gente.

Robert Pattinson junto a los hermanos Safdie en Cannes. EFE

El texto es también una razón estética, en una película de imágenes hipnóticas. Una bomba de tinte rojo explota y tiñe la pantalla, y cubre la ropa y la cara de los ladrones, mientras la policía les pisa los talones. La pantalla de un televisor ilumina tenuamente una habitación. Las luces de un parque de atracciones brillan en plena noche. Todo es músculo audiovisual, en una película que arranca enchufada de adrenalina. Quizá por eso, no es hasta los veinte minutos de metraje que se imprimen los créditos: porque la película está demasiado ocupada con la acción, con el robo, la persecución y la detención del hermano.

Good Time se mira en el thriller de los setenta y está hecha en 35 milímetros, como varias de las películas de esta edición de Cannes, que se rebelan contra la colonización del digital. La textura es de celuloide, pero Good Time muestra también nuevas pantallas, como el teléfono móvil, o como los reportajes televisivos de operaciones policiales reales. La atmósfera se gesta en la calle, y en el pulso de los cineastas, y en una banda sonora cortesía del músico Oneothrix Point Never, y culminada con una canción de Iggy Pop, compuesta para la ocasión.

Pattinson, adiós al icono adolescente

Con Good Time, Pattinson se postula al premio al mejor actor en esta edición de Cannes. El chico de mirada intensa y tez pálida de Crepúsculo, tan afectado todo el rato que no podía ni sonreír, el último gran icono del peligroso amor romántico, se ha convertido en uno de los actores predilectos del cine independiente. Es curioso cómo tanto él como Kristen Stewart han dado la vuelta a la imagen que construyeron durante sus años de estrellato postadolescente. Stewart ha estrenado un corto en Cannes, ha presentado el Saturday Night Live y ha arrojado a la cara de Trump su condición sexual. Pero, sobre todo, ha jugado con su imagen de estrella, convirtiéndose en la asistenta de una famosa tanto en Sils Maria como en Personal Shopper. Pattinson, por su parte, encarnó a un chófer al servicio de las estrellas de Hollywood en Maps to the Stars.

La agenda de Pattinson para el próximo año es una colección de grandes autores contemporáneos. Tiene previsto rodar con Claire Denis, con el director de Christine Antonio Campos, con David Michôd, con quien ya había colaborado en Rover, y con Ciro Guerra, director de El abrazo de la serpiente. Atrás queda su imagen de ídolo adolescente. Pattinson se ha zafado de los paparazzi. Ha dejado la gomina “look desaliñado”, y se ha ensuciado con grasa natural.

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