Paco Plaza cruza lo paranormal y lo castizo en la magnífica ‘Verónica’
El director español firma una estupenda película de posesiones basada en el 'Expediente Vallecas'.
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Verónica es una película española de terror. Verónica es una película de terror dirigida por Paco Plaza. Parecen dos simples datos informativos, pero son muchísimo más. El primero, porque, en gran medida por las losas de la nostalgia y lo referencial, hoy día no es fácil encontrar películas de género con una identidad clara y definida. Lo normal es disfrutar de mejores o peores filmes de terror confeccionados con pedazos de otras películas de terror (casi siempre clásicos que ya nos sabemos) y levantados sobre las ideas que otros autores (casi siempre los maestros) tuvieron mucho tiempo atrás. El segundo, relacionado con el primero, porque es realmente complicado generar películas particulares moviéndose en un género con una hoja de ruta tan definida como el terror. Pues bien, Plaza se revuelve contra esas dos realidades, se desprende de las comodidades de un género que conoce muy bien, y firma una película de terror genuina y personal.
Inspirada en un suceso paranormal ocurrido en Madrid en los 90 y bautizado como el Expediente Vallecas, Verónica se amolda a un subgénero del terror muy concreto, el cine de posesiones demoníacas, y recuerda a otras películas y a otros directores. Pero no es un cóctel de referencias o de ideas prestadas. De hecho, su alusión a otros títulos, como el clásico ¿Quién puede matar a un niño? (1976) de Narciso Ibáñez Serrador, está más cerca del acto de amor, del homenaje apasionado, que de cualquier otra cosa. Plaza toma las constantes del subgénero y se las lleva a su terreno, algo que trasciende la cuestión estética.
La razón por la que Verónica es una película española de terror no tiene que ver exclusivamente con la espléndida dirección de arte (a cargo de Javier Alvariño). También tiene que ver con su manera de filtrar –sin jugar al cine social camuflado– el latir de la España de los 90 en la dura rutina de Verónica (Sandra Escacena), adolescente obligada a crecer de manera prematura. Con su acertado costumbrismo, esa cosa genuina y castiza que tiene la película que tanto remite a las Historias para no dormir de Ibáñez Serrador y que Paco Plaza ya había probado en la película para televisión Cuento de Navidad (2005) y en su aportación a la saga abierta con [Rec] (2007; dirigida con Jaume Balagueró). Y tiene que ver, sobre todo, con su habilidad para convertir un universo que conocemos y reconocemos en un espacio abierto a horrores que en otras películas españolas nos suenan a importados y, por ello, nos resultan increíbles.
Plaza convierte ese universo que conocemos y reconocemos, sintetizado en un bar de tapas, las aulas de un colegio religioso y, sobre todo, un modesto piso de Vallecas, en un inesperado escenario de pesadilla. Diseña situaciones perturbadoras, pone una atención especial en la confección de los sobresaltos (evita el susto fácil y el efecto de sonido como sustitutivo) y persigue y consigue la imagen icónica de impacto. Es su mejor película hasta la fecha, en la que perfecciona su caligrafía y donde cogen peso gestos de sus anteriores trabajos. Y uno de sus puntos fuertes es, sin duda, cómo trasciende las tímidas variaciones de situaciones estándar del subgénero para crear otras nuevas: la magnífica secuencia del eclipse.
El otro acierto es la apertura de la película al humor sin truncar su naturaleza terrorífica (no estamos ante una comedia negra como [REC]³: Génesis) y, en especial, sin romper la incontestable tristeza que cubre el conjunto. Verónica es una película de terror juguetona y altamente disfrutable, pero tiene el corazón, encerrado en un halo de luz en una bella y turbadora imagen del filme, roto. Es, también, una dolorosa metáfora de las infancias y las adolescencias puestas a prueba, observadas sin atención o con la mirada vacía y, por desgracia, frenadas o eliminadas en seco.