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El cine vive en los últimos años tiempos de cambio. Las plataformas de distribución han cambiado, la gente ve cada vez más cine en casa, y los nuevos actores como Netflix han pasado de ser simples distribuidores de contenidos a productores llenos de ambición. La compañía tienen en sus manos proyectos como lo nuevo de Martin Scorsese, y sus normas son las mismas de siempre: sus películas no pasan por las salas de cine, van directas a su servicio de streaming. Mientras que competidores como Amazon respetan las ventanas tradicionales de explotación de las obras, Netflix ha dado un golpe sobre la mesa y cambiado las normas del juego.

Ahora les toca mover pieza a los festivales y premios de cine anuales, que tendrán que decidir si ponen freno a las películas producidas por la plataforma, mantienen sus normas, las hacen más severas o dan carta blanca a cualquier creación. Los primeros que hablaron fueron los responsables del Festival de Cannes, que introdujeron dos películas de Netflix en su Sección Oficial provocando las iras de los exhibidores franceses. Para ellos era impensable que un filme que ganara la Palma de Oro no pasara por salas, y más cuando ellos contribuyen con un porcentaje de cada entrada a la producción de cine francés. El certamen cedió y anunció que a partir del año que viene, si la empresa quiere que sus títulos compitan, tendrán que pasar por pantalla grande, aunque en la entrevista que tuvo su director Thierry Frémaux con este periódico en el Festival de Cine de San Sebastián, dejó claro que lo dicho en mayo puede cambiar dentro de un par de meses, porque Cannes es el reflejo de lo que pasa en la industria.

Tilda Swinton junto a Seo-Hyun Ahn en Okja, una de las películas de Netflix este año.

Precisamente en el Zinemaldia se ha visto otra película de Netflix, Fe de Etarras, aunque fuera de la Sección Oficial. Tras el buen recibimiento del filme de Borja Cobeaga y Diego San José, sus productores confesaron que intentarían optar a los Goya, pero las normas de la Academia de Cine, hay que estrenar en salas comerciales. “Las películas deben haber permanecido en cartel un mínimo de siete días consecutivos en la misma sala de exhibición, con taquilla abierta al público, excepto las películas documentales, cuyo plazo mínimo en cartel será de 3 días consecutivos en la misma sala de exhibición, con taquilla abierta al público”, dicen las bases. Por lo que tendrán que hacer lo que se llama un estreno técnico. Proyectar el filme durante unos días (en un cine que suele ser de una provincia pequeña) y así cumplir la norma.

Esa pillería se repite también para los Oscar. Para poder optar a un premio de la Academia de Hollywood la norma es clara: estrenar entre el 1 de Enero y diciembre del año anterior a la gala de los premios, y haberlo hecho obligatoriamente en una sala de Los Ángeles, a excepción de las películas que compiten a la mejor película extranjera. Así que Netflix lo tenía fácil. Hacer una pequeña proyección de tapadillo y listo. Es lo que intentó con Beasts of no nation, protagonizada por Idris Elba y que finalmente no entró en las candidaturas. Pero la plataforma cada vez produce filmes más potentes, este año tiene Okja y The Meyerowitz Stories, pero es que el que viene llegará The irishman, lo nuevo de Martin Scorsese.

Fotograma de Fe de Etarras, con la que Netflix pretende optar a los Goya.

En esa encrucijada la Academia se plantea un cambio en el reglamento para complicar la entrada de Netflix en los Oscar, o al menos para hacer que pase más tiempo por salas. Así lo cuenta Deadline, que explica que en la reunión que hubo para dar la bienvenida a los nuevos miembros se trataron estos temas. Apróximadamente 300 académicos se reunieron aparte para hablar de temas de urgencia de la institución, y dos de sus preocupaciones más importantes fueron los límites de las campañas promocionales (en los que algunas películas gastan ingentes cantidades de dinero) y el ascenso de las plataformas de streaming y su acceso a los premios.

Deadline asegura que varios integrantes hablaron de una “urgencia” en solucionarlo, y para ello comenzaron por “definir qué es una película”, según un miembro de la Junta de los Gobernadores, los miembros de más peso dentro de la Academia y que representan a los distintos gremios de la industria. Cuestionaban si una película de Netflix, que lo único que hace es “comprar” un hueco en los cines durante sólo una semana, se merece competir con lanzamientos convencionales. Se ha establecido un comité de académicos que está estudiando las posibilidades, ya que ahora mismo un mismo título podría ganar el Emmy y el Oscar el mismo año. En opinión de un miembro de mucho peso, Netflix “está desvirtuando los Oscar”.

De momento este año los académicos pueden respirar tranquilos, ninguna de sus producciones tiene el empaque ni el apoyo crítico para lograrlo, pero cuando lleguen Scorsese y DiCaprio el año que viene ya pueden tener las normas claras antes de que se desencadene otro terremoto como el de Cannes

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