Así era la Ibiza hippie antes de que llegara David Guetta
Agustí Vila presenta en un documental a los supervivientes del movimiento que aguantan en la isla.
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Había une vez un lugar llamado Ibiza. Una isla de ensueño, apartada del mundo y de sus normas. Una tierra para escapar de la Guerra de Vietnam, del capitalismo, de la dictadura de Franco, un sitio donde lo único que importaba era la libertad. En Ibiza uno vivía según sus propias ideas. No trabajaban para jefes explotadores, lo hacían para ellos mismos. Araban la tierra, cultivaban sus productos y hacían artesanía para vender y sacar un dinero con el que subsistir. Las primeras comunidades hippies que se asentaron allí encontraron un terreno virgen que casaba con las ideas de un movimiento que abogaba por la paz y la libertad por encima de todo.
Aquellos locos idealistas que llegaron allí, fueron muriendo o abandonando su sueño, pero unos pocos todavía se resisten a abandonar la isla, aunque ya no se parezca a aquella que pisaron hace décadas. En ellos se centra el documental Dream Songs, del director Agustí Vila, que tuvo claro que quería rodar un documental sobre estos hippies, algunos de más de 80 años, cuando les conoció en una visita. No quería caer en el cliché, en que contaran sus historias de sexo, drogas y rock and roll, sino verles cómo resisten a un capitalismo cada vez más feroz. “Lo que han hecho es un esfuerzo durante toda su vida para hacer este acto de rebelión. Y mira la edad que tienen, nos impresionó ver la forma en la que viven, porque de joven es fácil vivir en una choza o en un templo, pero ahora ir a por agua en bicicleta todos los días es un sacrificio, y es lo que intentábamos trasladar: el precio de la libertad”, cuenta el director a EL ESPAÑOL.
Aquellos jóvenes con ilusiones llegaron con dinero de sus padres, “eran de familias bien, pero luego ya dejan de colaborar con ellos y se quedan solos con su estilo de vida”. “Viven de su artesanía, de sus manos, sin jefes y eso me atraía mucho. En su momento estuvieron apoyados por muchas personas del mismo proceso, pero ahora están muy solos, tienen a gente joven que se ha reincorporado al movimiento y les ayudan, porque muchos son ancianos. A cambio aprenden de ellos a mantener viva la idea del movimiento hippie, y eso que la presión del capitalismo es cada vez mayor, por eso lo de ellos ya una doble rebelión contra el sistema”, añade Vila.
El cambio radical que ha vivido la isla, que ahora es centro neurálgico del turismo y de los conciertos de música electrónico capitaneados por DJs convertidos en estrellas, se nota en cada esquina. Sólo ha que andar unos cientos de metros para entrar de lleno en la capital del dinero derrochado en lujos innecesarios que los hippies nunca entenderán. A pesar de todo consiguen mantenerse “al margen” y viven refugiados en su montaña. “Lo consiguen haciendo un gran esfuerzo mental, porque cuando salíamos de su mundo nos quedábamos flipados con que pudieran convivir dos mundos tan antagónicos. Ellos cuando llegaron a Ibiza van a las casas de gente de campo, casas blancas y grandes de arquitectura popular, mientras que los ibicencos se trasladan a los apartamentos de la costa y abandonan el campo. Ellos recuperan esa tradición de las casas en el campo. Ahora todo es tan caro y tan preferente para los ricos que los propietarios de estas casas quieren echar a los hippies para venderlas por precios desorbitados”, explica el realizador.
Ahora todo es tan caro y tan preferente para los ricos que los propietarios de estas casas quieren echar a los hippies para venderlas por precios desorbitados
Pese a todo no se quejan, no gritan, su rebelión es pacífica y hasta se sienten en deuda con la isla y su gente, “aunque estén horrorizados tienen esa cosa de estar agradecidos”, apunta Agustí Vila que reconoce que también el movimiento hippie se ha convertido con el paso de los años en una simple marca. Igual que el Che pasó a las camisetas, la estética hippie llegó a los comercios y mercadillos de todo el mundo. “Ahora es una mercancía, y ellos también se rebelan contra el icono, por eso me interesa mucho la pregunta de hasta qué punto han vivido en libertad o no, o si su elección es más libre que la del resto, aunque de entrada está claro que sí porque viven de lo que hacen, de s trabajo y nosotros no podemos”, añade.
El movimiento hippie agoniza, y Dream Songs muestra que ni siquiera estos rebeldes sin causa han podido convencer a sus hijos para que sigan sus pasos. Al contrario, son ellos los que insisten para que abandonen esa vida y vayan con ellos para tener más comodidades. “Es el discurso contrario a lo que se ve normalmente, que serían los padres los que le dijeran eso al hijo, pero ocurre casi siempre. Respetan mucho la opción de vida de sus padres, pero no les han seguido”, explica Vila, que tiene claro que todo esto “desaparecerá”, ya que estos supervivientes ya no tienen hueco en la capital del turismo más pijo y artificial.