Miguel Á. Delgado
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No se esfuercen: cuando se hable de los directores españoles que han tenido más repercusión en el extranjero, que han firmado éxitos que han reventado fronteras y que han sorprendido al público foráneo demostrando que el llamado cine español es una cosa mucho más versátil y variada de lo que incluso nosotros solemos pensar, difícilmente verán que nadie se acuerde de Jaume Balagueró. Y no será porque este leridano de 49 años no sea uno de los directores que ha manejado repartos más internacionales y que ha cosechado, incluso, el no oficial reconocimiento de que el remake de alguno de sus títulos haya sido estrenado entre nosotros. ¿Quién da más?

Ahora nos llega su nueva cinta, Musa, presentada con todos los honores en el pasado Festival de Sitges, su segunda casa después de que protagonizara uno de los momentos históricos del certamen con el estreno de [Rec] (codirigida con Paco Plaza, en 2007). Aquella película puso a los zombis en el centro del escenario mundial, que terminó convirtiéndose en una divertida saga, y que demostró que otrocine español era posible.

Tráiler de Musa, de Jaume Balagueró

Siempre en crisis

Ese mismo año hacía aguas Fantastic Factory, la productora puesta en marcha por el director de Filmax, Julio Fernández, que pretendía repetir en España lo que la Hammer había hecho en el Reino Unido en los cincuenta y sesenta: producir de forma sostenida cintas de terror de presupuesto razonable, con vocación internacional y ritmo suficiente para alimentar las pantallas de todo el mundo. La aventura apenas duró siete años: la crisis llegó y este nuevo intento de crear una real industria cinematográfica patria se fue al garete.

Jaume Balagueró (izq.), dando instrucciones a Christopher Lloyd durante el rodaje de Musa.

Sin embargo, habría que dar por buena la experiencia aunque sólo fuera porque de su horno salió Darkness (2002), la aportación de Balagueró a la factoría, y que renovaba la mirada sobre las historias de casas encantadas, con un reparto de relumbrón encabezado por Anna Paquin, Lena Olin o Giancarlo Giannini. Una cinta en la que confirmaba su capacidad para volver a contar las viejas historias del género como si fueran nuevas, y que demostraba que lo que había demostrado en su opera prima Los sin nombre (1999) no era ninguna casualidad.

Un cine degenerado

Entre medias, las necesidades alimenticias le habían llevado a firmar OT: la película (2002), donde recogía la gira realizada por los concursantes de la primera edición del concurso Operación Triunfo, un fenómeno de masas sólo comparable al de Gran Hermano (que, a su vez, también generó un largometraje en el 2001, El gran marciano, dirigido en este caso por Antonio Hernández, quien un año después firmaría la soberbia La ciudad sin límites). Y es que si hablamos de elencos, para muchos espectadores pocos podrán superar el contar en un solo cartel con David Bisbal, David Bustamante, Chenoa o Rosa. Ahí es nada.

Una escena de Musa.

Y es que quizá sea ésa la razón, por un lado, del éxito de Balagueró y, por otro, la explicación de su ninguneo en el panteón oficial: que ama el cine de género. Y en España, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, el cine de género raramente es considerado por los críticos y los académicos salvo que disimule lo que es, como ocurrió en la cinta de terror psicológico Mientras duermes (2011), donde un inquietante portero interpretado por Luis Tosar acosaba a la inquilina Marta Etura hasta límites angustiosos.

Misterio internacional

Previamente, este antiguo alumno de la escuela catalana ESCAC, auténtico vivero de toda una generación de cineastas, había vuelto a las historias de fantasmas en Frágiles (2005), con Calista Flockhart y Elena Anaya, y participado en el homenaje colectivo a las Historias para no dormir de Chicho Ibáñez Serrador con la entrega Para entrar a vivir (2006).

Quizá lo más misterioso de todo sea por qué, a pesar de firmar cintas con empaque internacional rodadas, en su mayor parte, en España y con medios nacionales, no ha dado el paso que parecería más lógico, el probar suerte en Estados Unidos, donde otros directores como J. A. Bayona han demostrado que nuestra manera de entender el género tiene una muy buena cabida allí. Cuando se le pregunta suele mostrar cierta pereza, y comenta lo difícil que es dar el salto cuando tienes una familia formada. Definitivamente, los americanos se lo pierden.