Desirée de Fez
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La librería, lo nuevo de Isabel Coixet, es una de esas películas en las que todo está bien, incluso muy bien, pero hay algo que la frena, que impide que realmente trascienda y se convierta en una obra mayor. Es difícil determinar con exactitud el porqué, más aún tratándose de una película indiscutiblemente honesta y sentida, y a la que no faltan aciertos. Pero, sin duda, tiene que ver con su exceso de minuciosidad. Hay algo forzado en su medido clasicismo, en su extremada pulcritud, en su cuidado primoroso del detalle.

Es evidente que la autora de Cosas que nunca te dije (1996) y La vida secreta de las palabras (2005) juega al artificio en la puesta en escena, que reproduce de una manera voluntaria (y claramente emocional) la caligrafía y las tonalidades del melodrama clásico romántico. Pero ni esa intención ni la genuina y clara devoción de la directora por el cine que recrea compensan la afectación de la propuesta. Hay algo postizo en La librería, adaptación de la novela homónima de Penelope Fitzgerald, y ese algo corta las alas a una bella historia que pide volar todo el tiempo y tiene la fuerza suficiente para hacerlo.

Contra los roles sociales y de género

No obstante, esa impostura no arrasa con todo. Ese artificio es un error de cálculo, quizá fruto del enamoramiento de la autora por la historia que tiene en las manos y, sobre todo, por el género al que se aferra sin miedo (cada vez valoro más los filmes que se alejan de las tendencias y, de alguna manera, exigencias de su tiempo), pero no anula por completo los puntos fuertes del filme. Cuento minimalista sobre una joven viuda (Emily Mortimer) que, en la década de los 50, decide abrir una librería en un pueblecito costero de Inglaterra, La librería está a años luz de los excelsos melodramas de Terence Davies, maestro en el que Coixet parece inspirarse esta vez. Pero tiene cosas interesantísimas.

En 'La librería' está el cuidado habitual de la cineasta en la escritura de personajes, su homenaje a las mujeres luchadoras y su visión lúcida y crítica de los roles sociales y de género

Para empezar, la huella de una autora personal que ha conseguido encerrar en este trabajo todos los temas, las obsesiones y las emociones expuestos a lo largo de su filmografía. A pesar de partir de un material ajeno, La librería se revela como una de las películas más personales de Coixet, tiene algo de conciso resumen de su obra.

En La librería está el cuidado habitual de la cineasta en la escritura de personajes, su homenaje a las mujeres luchadoras, su visión lúcida y crítica de los roles sociales y de género, su defensa de la pasión (esta vez por los libros) como motor fundamental de las historias y de la historia, su apuesta por un romanticismo puro en tiempos de amores cinematográficos escépticos (qué pena que no explore más la relación de la protagonista con el personaje de Bill Nighy) y su habilidad para darle una sensibilidad contemporánea a relatos de otra época. Pese a sus vestidos almidonados, Florence Green, la protagonista de esta historia, tiene mucho de heroína contemporánea. Sus sueños, sus luchas, sus logros y, sobre todo, sus enemigos encuentran un reflejo casi perfecto en el presente.