El caso Weinstein no sólo ha sacudido los cimientos de Hollywood, sino que ha dejado en evidencia a una sociedad machista en la que el patriarcado ha campado a sus anchas. La industria del cine ha sido el foco mediático de un problema que estaba escondido debajo de una alfombra, esperando a que alguien mirara. Y lo que había dentro no ha gustado, porque más allá de los acosos y abusos de un depredador, ha manifestado un sistema que veía como normales comportamientos que eran claras muestras de abuso de poder.
La gente veía a un jefe tocarle la pantorrilla a una compañera y le hacía la gracia, o el piropo soez a una becaria, o los cuchicheos sobre la ropa de las trabajadoras… constantes que, de repente, denotan un problema de base. En torno a comentarios como estos se ha construido lo que se ha denominado la cultura del silencio. Ese mirar para otro lado, o hacer como que todo va bien, que convirtió el tema del acoso laboral en un tabú que unas cuantas valientes han tenido que romper arriesgándose a ser juzgadas por la gente.
Muchos se apresuraron en decir que esto era cuestión de un loco, pero las noticias iban saliendo y los ídolos se caían sin parar. Kevin Spacey, Louis C.K. -el cómico feminista como muchos le definieron- y hasta John Lasseter, aquel que reblandeciera nuestro corazón con obras como Toy Story, han tenido que reconocer sus actos. Ya no se puede poner la mano en el fuego por nadie, ni siquiera por aquellos que durante años se nos han vendido como hombres buenos, amables con los periodistas y los fans y con discursos reivindicativos en la prensa.
Señores que, durante todos estos años, han convivido con gente que ha conocido sus actos y han preferido callar, como confesaba Quentin Tarantino sobre el que fue su descubridor. O escuchaban rumores que preferían creer que eran eso, rumores, como dijeron George Clooney o Kate Winslet. La extrema masculinidad -así la definió Emma Thompson en su acertado discurso televisivo- ha entrado en una crisis necesaria en la que todo tiene que replantearse, y los hombres ser conscientes de que hay que erradicar muchas conductas heredadas y que hasta ahora parecían correctas.
Es el momento de que Hollywood demuestre que quedan, al menos, unos cuantos hombres buenos que abanderen la lucha feminista y que estén al lado de las que se atreven a denunciar. Muchos han dejado mensajes de apoyo, pero pocos han tomado cartas en el asunto. Sólo Channing Tatum ha tenido el valor de cancelar su debut cinematográfico para no trabajar con la empresa de Weinstein, y sólo Colin Firth ha dicho que se avergüenza de haberse beneficiado del poder del productor para ganar un Oscar mientras decenas de mujeres eran acosadas.
Los hombres de la industria del cine se han mostrado más preocupados estos años de defenderse entre ellos y su status quo que de ayudar a las mujeres
Pero por cada Tatum o cada Firth, existen otros cinco que juzgan a las víctimas, que se preguntan por qué no denunciaron antes. Los hombres de la industria del cine se han mostrado más preocupados estos años de defenderse entre ellos y su status quo que de ayudar a las mujeres. Todavía lo hacen. Sólo así se entiende que Woody Allen dijera con total impunidad que le daba miedo que “esto conduzca a un ambiente de caza de brujas, un ambiente Salem, donde cada tipo en una oficina que le guiñe el ojo a una mujer de repente tenga que llamar a su abogado para defenderse”. O que Morrissey se atreva a decir que las acusaciones contra Kevin Spacey son “ridículas” y a preguntarse si el niño al que acosó no sería consciente de lo que ocurría.
La lista de hombres que se defienden entre sí es larga. Bryan Cranston, -sí, el héroe de Breaking Bad- confía en que Weinstein y Spacey puedan recuperarse pronto, y Ben Aflleck y Matt Damon han sido acusados de intentar entorpecer la investigación hace años y de ser conscientes de lo que ocurría con su descubridor.
Hasta en España hemos tenido un defensor de la causa machirula. El escritor Javier Marías dedicaba hace poco una de sus columnas semanales al caso Weinstein. Lo primero que pedía era que se usara la palabra ‘presunto’, a pesar de las decenas de acusaciones, investigaciones policiales o audios en los que el propio Harvey lo reconoce. “Lo de ‘presunto’, que anteponemos hasta al terrorista que ha matado a un montón de personas ante un montón de testigos, no suele brindársele a ese productor de cine”, decía Marías que pedía un protocolo para saber cómo actuar sin que una mujer pudiera acusarle de acoso.
Aseguraba que lo decía sin ironía, y para terminar el asunto escribía lo siguiente: “Lo chirriante del asunto es la cascada de denuncias a partir de la primera. ¿Por qué callaron tantas víctimas durante años?”. De nuevo el hombre cuestionando a la víctima, protegiendo su corralito e incluso preocupado por su posición a partir de ahora. Nadie duda de que habrá hombres buenos en Hollywood, pero ahora tienen que dar un paso y demostrarlo.