Cuando llega diciembre es el momento de echar la vista atrás. Ver lo que nos ha dejado el año, hacer balance de lo bueno, lo malo, empezar a hacer listas de películas, música, series… Durante mucho tiempo hacer el clásico ránking sobre ficciones televisivas era un tostón. HBO y Netflix -con su auge los últimos años- arrasaban con sus productos, BBC o algún canal británico metía un par de mini series y poco más que contar. Cuando un producto español se colaba entre ellas era motivo de celebración. Todavía se escuchan los vítores por aquel Crematorio que Canal + produjo contra viento y marea. Fue la primera de lo que estaba por venir.
Los cursos pasados todavía se vivía de excepciones. Parecía que había un cambio de modelo y nuevos creadores que habían abandonado dos tics horribles de nuestras series: ya no eran para todos los públicos y no estaban iluminadas con una luz blanca molestísima. De repente había riesgo, sombras y texturas, y así llegaron El ministerio del tiempo o Vis a Vis para seguir predicando en el desierto de las comedias de hora y media y los dramas blandos con tramas de relleno.
Así se ha llegado a este 2017, en el que al mirar entre los mejores productos es inevitable nombrar a varias series españolas. A la ya clásica El ministerio del tiempo se han sumado La casa de papel o Sé quién eres en las cadenas abiertas, que han luchado contra una duración desmesurada para demostrar que de talento vamos sobrados. La televisión en abierto ha dado un giro, pero han sido Netflix y, especialmente, Movistar+ las que han revolucionado el panorama.
La primera con su primera producción española en formato serie, Las chicas del cable, que en Navidad estrenará su segunda temporada y que, a pesar de no estar al nivel de otras ficciones de Netflix fue la primera en recortar su duración a los 50 minutos y en tener una campaña promocional digna de cualquier estreno de Hollywood. Lonas enormes en sol, anuncios en todas las marquesinas, entrevistas en todos los medios… el mundo se paralizó para conocer a las telefonistas españolas comandadas por Blanca Suárez.
La compañía ya ha anunciado se adelantó al desembarcó de Movistar en la producción propia. La llegada de Netflix y HBO a nuestro país les ha obligado a mover ficha. Si no querían quedarse sin series tenían que empezar a hacerlas ellos. La primera en llegar fue La zona, un thriller con la crisis como telón de fondo y un reparto de estrellas patrias. Eduard Fernández, Emma Suárez, Álvaro Cervantes… todos bajo las órdenes de los hermanos Cabezudo, una decisión que tiene algo de justicia poética, ya que fueron ellos los que comenzaron todo con Crematorio.
Poco después aterrizó Vergüenza, de lejos la mejor comedia hecha en la televisión española. La primera que apuesta por capítulos de media hora, y con un tono políticamente incorrecto que manejan a la perfección Javier Gutiérrez y Malena Alterio. Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero llevaban nueve años presentando este proyecto a cadenas en abierto y en todas les decían que no, hasta que Movistar+ se abrió a las series y les dio luz verde. “Nos ha tocado la lotería, somos una de esas series elegidas para hacer lo que quieres, con presupuesto suficiente… es una maravilla que no había pasado antes”, contaban los creadores en el Festival de Cine de San Sebastián.
Es sólo el principio. En enero llegará su gran apuesta, La peste, cuyos dos primeros capítulos se vieron en el pasado Zinemaldia y dejaron con la boca abierta, especialmente por una factura que no tiene nada que envidiar a HBO. Alberto Rodríguez y Rafa Cobos -La isla mínima- han sido los elegidos para la serie más ambiciosa que ha conocido nuestro país. Pero la línea de producción de Movistar+ ha demostrado ser inclasificable, ya que en preparación -además de una comedia con Berto Romero- se encuentran dos proyectos mucho más pequeños. Félix, lleva el sello de Cesc Gay, ganador del Goya por Truman, pero el otro, Matar al padre, es el regreso de una de las voces más personales del cine español reciente: Mar Coll. La catalana vuelve a la ficción después de dos películas notables, y lo hace en una televisión que muchos creen que vive su edad de oro.
Para el director de La peste “tenemos una memoria cortísima”. “Hemos olvidado series fantásticas, no sólo las que yo veía de pequeño como Curro Jiménez, sino obras como Fortunata y Jacinta, pero es verdad que se intenta hacer una televisión distinta, lo que me parece un paso muy interesante”, explicaba a este periódico en la presentación de La peste. Alberto Rodríguez la clave es la libertad creativa que se ha dado: “Se nos dijo que podríamos trabajar en unas condiciones parecidas al cine y creativamente no son nada intervencionistas, nos dejan trabajar con total libertad”, algo a lo que contribuye la presencia de su productor de confianza José Antonio Félez.
El siguiente reto es que esto no sea una burbuja que explote en los próximos años, que esa "sensación incierta de si vamos a poder absorber eso", que comentaban los creadores de Vergüenza se quedé eso, en un raro presentimiento que no se cumple y que da paso al comienzo de una industria que compite de tú a tú con las series de fuera.
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