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El año pasado se vivió una batalla en el marco del Festival de Cannes. El motivo fue la inclusión en Sección Oficial de dos películas de Netflix que se estrenarían directamente en la plataforma y no en las salas de forma tradicional. Los viejos popes de la industria encolerizaron. No veían normal que se saltaran las clásicas ventanas de distribución de las películas.

El cosmonauta - Trailer

Es 2017, y todavía Internet y las nuevas formas de consumir contenido suponen un problema para ciertos sectores de la industria audiovisual. Así que si eso ocurre ahora, imaginen qué pensaría la gente cuando en 2008, tres chavales que apenas superaban los 20 años anunciaban a bombo y platillo que querían rodar una película que se distribuiría gratis en Internet.

Fotograma de El cosmonauta.

En pleno auge de las descargas ilegales, de Napster, Emule y otros programas que unos veían como apología de la piratería y otros como el futuro, ellos pensaron que por qué no se podían desafiar las normas escritas. El proyecto se llamaba El cosmonauta, y era un reto tanto en forma como en fondo. La financiación dependería de Crowdfunding, y la distribución sería hacer una peineta a las salas tradicionales, ya que estaría gratis en internet desde el primer día, y con la licencia más libre de Creative Commons que había para que la gente la compartiera.

La noticia fue una bomba, y la gente se lanzó a producir la que sería la primera y mayor producción cinematográfica de la historia de España financiada vía crowdfunding, gracias a los 331.678 euros recaudados a través de las aportaciones de 4.610 personas y organismos. Todo parecía perfecto, pero regresando al presente, el destino de aquel cosmonauta no ha podido ser peor. La productora que montaron Carola, Bruno y Nico, aquellos idealistas que quisieron romper las normas, se fue a pique y entró en concurso de acreedores.

Los motivos fueron varios, pero la estocada final la dio el propio instituto del cine y las artes audiovisuales de España (ICAA). En pleno rodaje vieron que se publicaba una ayuda a obras audiovisuales que fomentaran las nuevas tecnologías y vieron la luz. Iban muy pelados con el presupuesto, las donaciones no habían sido suficientes, el rodaje -que no llegó hasta 2011- en Letonia había sido un infierno y hasta habían sido timados por una misteriosa productora rusa que les prometió un dinero que nunca llegó.

El cosmonauta.

El cosmonauta no podía optar a las ayudas normales, que por entonces todavía dependían del resultado en taquilla. Su apuesta por internet también les había invalidado para aquella subvención, pero esta abría una nueva vía de financiación. Las normas eran un poco confusas, y ellos sabían que no cumplían una de ellas, ya que en la ayuda ponía que se aceptaba como inversión del productor los sueldos del equipo. El problema para ellos era que, como en casi todas las producciones de bajo presupuesto, estos habían diferido el cobro para recibirlo sólo si había beneficios y así ahorrar costes a la compañía.

El ICAA les dijo que no habría problemas, pero dos años después, en 2012, llegó el giro argumental que no se esperaban. De repente esos sueldos ya no podían ser admitidos, así que les tocaba devolver 73.000 euros de los 99.500 recibidos. Se negaron, presentaron alegaciones y acabaron en un juicio que nunca les dio la razón, así que tuvieron que pagar esa cantidad, los intereses y las costas del juicio. Por si fuera poco Riot Cinema Collective S.L. echaba el cierre. El cosmonauta nació con ganas de luchar y tocar las narices, y murió haciendo lo mismo, un proceso que ahora se recoge en Hard as indie, un documental que muestra el making off del rodaje, y también entrevistas con aquellos tres amigos que quisieron cambiar el mundo.

Fotograma de El cosmonauta.

El juicio contra el Gobierno sólo fue la puntilla, ya desde antes ellos mismos vieron, como se muestra en el filme, que se habían convertido en unos Quijotes luchando contra un imposible. A eso hay que sumarle un director loco que se creía Kubrick, una productora que le concedía todos sus caprichos y una estafa rusa y se produce la tormenta perfecta. Como ocurre en estos casos, la cara B de aquel rodaje supone una oportunidad perfecta para ver lo dura e imprevisible que es la industria del cine. Eso que tan bien se veía en Lost in la Mancha, donde el mismísimo Terry Gilliam veía como su proyecto de adaptar la obra de Cervantes se venía abajo una y otra vez.

Nico, Bruno y Carla rompieron su amistad. Nada sobrevivió a aquel terremoto. Sin embargo, todos siguen dedicándose al cine. Esa droga no se puede dejar. Muchos calificaron El cosmonauta como un fracaso mayúsculo, y aprovecharon para criticar el crowdfunding o la distribución por internet. Ellos vieron que el futuro estaba ahí, y aunque nadie se acuerde de su película, esta todavía se puede encontrar de forma gratuita por internet, ya que se estrenó a la vez en todas las plataformas. Antes de que Paco León lo hiciera con Carmina, antes de que Netflix llegara a España y antes de que en Cannes se pusieran nerviosos, ellos lo intentaron.

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