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“Todavía queda margen”, señalan los más optimistas, pero casi toda la industria coincide en que la reforma de la Ley del Cine no introducirá los cambios más demandados por la clase media del cine español. Los productores siguen en reuniones con el Instituto de la Cinematografía para modificar un borrador que creen que perpetúa las injusticias que ya estaban en la primera versión que lleva aplicándose desde 2016.

Este modelo, que acabó con el fraude de la compra de entradas, aplica un sistema de puntos basado en criterios objetivos. El problema es que lo que más se tiene en cuenta es el éxito previo del director, la productora y la distribuidora, lo que deja fuera al talento emergente. Cualquier empresa recién creada está excluida, y tendrá que esperar a haber tenido algún taquillazo anterior para conseguir los puntos suficientes que le permitan tener una ayuda del ICAA.

La industria lo tiene claro, y creen que este formato es demasiado “elitista” y que “está destruyendo el cine medio” y más novedoso. Así lo comentaba con este periódico hace poco Agustín Almodóvar: “En España el sistema de ayudas premia el cine más convencional y más arropado por la industria, y de hecho el riesgo se penaliza. Y un arte sin riesgo es un arte muerto”. Él no consiguió ninguna ayuda para Zama, su nuevo filme con su productora El Deseo que finalmente ha representado a Argentina en los Oscar y participado en el Festival de Cine de Venecia.

En España el sistema de ayudas premia el cine más convencional y más arropado por la industria, y de hecho el riesgo se penaliza. Y un arte sin riesgo es un arte muerto

Entre los más críticos con el nuevo modelo se encuentra Felipe Lage, productor de uno de los cineastas de culto españoles, Oliver Laxe -uno de nuestros pocos directores que pisan Cannes-. En una entrevista con este periódico hace más de un año ya calificó el nuevo modelo como “un crimen cultural” que “sólo va a empeorar la situación”. “Esta gran zanja que existe ya entre el cine comercial y el de autor se va a ampliar. El cine de autor va a resultar deportado, si pueden existirán sólo casos aislados e incluso heroicos. Con esta nueva ley nos encaminamos a que sean las televisiones privadas con 'majors' las que determinen qué tipo de proyecto se va a hacer”, apuntaba. Ahora el tiempo le ha dado la razón.

Uno de los criterios más exigentes es el que valora a los directores. Para ellos hay destinados cuatro puntos. Dos de ellos si han dirigido cuatro o más largometrajes “que hayan obtenido más de 1,5 millones de espectadores en salas de exhibición cinematográfica” (la mitad si sólo tienen dos). Sólo cuatro directores de toda la industria del cine español tendrían esos dos puntos: Emilio Martínez Lázaro (por la saga Ocho apellidos vascos), Santiago Segura (por la saga Torrente), Pedro Almodóvar y Alejandro Aménabar. Ni Trueba, ni Alberto Rodríguez, ni Fernando González Molina lo conseguirían. Los otros dos puntos son por premios en Festivales Internacionales (sólo Cannes, Berlín, Venecia o San Sebastián) y en los Goya. Por tanto un director novel en esta categoría tendría cero puntos.

Si esta Ley del Cine hubiera estado aprobada cuando Bayona levantaba su primera obra, le hubieran dicho que no. “Con este modelo de puntos Bayona nunca hubiera podido rodar El Orfanato”, han comentado varios miembros de la industria a este periódico”. Con este sistema El orfanato hubiera tenido cero puntos, al ser un director novato, y la productora otros cero, ya que Rodar y Rodar, empresa beneficiaria, no había tenido ningún éxito en salas hasta ese momento. Alertan de que si esto sigue así no habrá recambio generacional y el cine español se resentirá a medio plazo.

Con esta nueva ley nos encaminamos a que sean las televisiones privadas con 'majors' las que determinen qué tipo de proyecto se va a hacer.

Todos dejan claro que no están en contra del sistema, pero sí de cómo se ha instaurado. Para ellos se debe dar menos peso a la trayectoria previa del director, la productora y la distribuidora, y, sobre todo se debe dar mucho más dinero. “Mientras no haya más de 30 millones no sirve de nada”, dicen muchas voces que no entienden que películas con 80 puntos se queden fuera, o que haya diferencias de más de 20 puntos sólo porque alguien haya producido antes Ocho apellidos vascos. Este modelo hubiera perjudicado hace años a las productoras más solventes e importantes del panorama actual del cine español como Apaches, Vaca o Morena.

En las últimas convocatorias se han quedado fuera todas las películas que han tenido menos de 93 y 83 puntos respectivamente, por lo que cada punto cuenta y esto puede hacer que las productoras prefieran a cineastas veteranos a jóvenes que no tienen éxitos en su cartera y no reciban puntos de este sistema que esperan que siga mejorando para no destruir (del todo) el cine mediano. Los más pesimistas dan “este año por perdido”, y otros creen que se puede negociar in extremis para hacerlo más justo. Destacan que las películas que se quedan fuera no son malos proyectos, sino que ya están levantadas que al final se quedan fuera. También señalan las cosas buenas: los puntos a las mujeres, al cine de animación y limitar el número de películas de una productora son las medidas más aplaudidas. Incluso otros creen que tal cual está, pero con más del doble de presupuesto (al menos 60 millones), funcionaría. Especulaciones hasta que desde el ICAA y el Ministerio decidan actuar.

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