Guillermo del Toro: “El oficio de director nunca había sido tan necesario como ahora”
El director mexicano ha acudido al Festival de Málaga para recibir un premio honorífico y para analizar su carrera, sus Oscar por 'La forma del agua' y sus próximos proyectos.
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Para Guillermo del Toro viajar es “como ir al Corte Inglés que está fuerita”. Está acostumbrado a no parar. A rodar en España una película de la Guerra Civil, y luego saltar a EEUU para enamorar al mundo con un romance entre una princesa muda y una bestia marina. Siempre sin perder su “mexicanidad”. Lo tiene claro, en el cine “lo más importante es tener raíces y pasaporte”. Sólo así se ha permitido tener una de las carreras más heterodoxas del cine contemporáneo, capaz de saltar de Cronos a Pacific Rim, y culminar su décima película con el Oscar al Mejor director y a la Mejor película.
Con la resaca del premio todavía en su cuerpo, el mexicano ha pasado por el Festival de Málaga, donde se le ha entregado un premio honorífico en una de las jornadas que más atención ha congregado en la historia del certamen. Todo el mundo quiere escuchar a Del Toro, porque cada palabra que sale por su boca desprende una pasión y un amor por su oficio difícil de ver. La misma pasión con la que ofreció una masterclass a sus seguidores, y con la que atendió a la prensa por la mañana en una visita fugaz en la que le dio tiempo a comprar cine español: “Me he llevado Verano 1993, El hombre de las mil caras y una versión nueva de La estanquera de Vallecas, pero eché cosas en falta, no hay mucho Méden en Blu Ray, hay muchas ausencias”.
Su relación con España es especial. No sólo porque aquí se hayan producido algunas de sus mejores películas, sino porque ama nuestra forma de vida, nuestra cultura y nuestro cine. Fue un director español, Víctor Erice, uno de los primeros que le hizo amar este oficio: “lo que yo sentí cuando vi Frankenstein, es lo mismo que sintió Ana Torrent en El espíritu de la colmena, y cuando alguien ajeno escribe tu biografía en una película, se vuelve familiar. Para mí esto es una vuelta a casa”.
Para Guillermo del Toro ganar el Oscar ha supuesto una experiencia preciosa, pero quita peso a la importancia que pueda tener en su carrera, “¿quién ganó en 1982?”, le ha preguntado él a la prensa para evidenciar que nadie se acuerda de ellos, pero que lo importante es hacer las cosas por tú instinto, y no por los de los demás. Por ello se tomará un año sabático antes de tomar una decisión sobre su próxima película, que descarta que sea su ansiada adaptación de En las montañas de la locura.
Lo que yo sentí cuando vi Frankenstein, es lo mismo que sintió Ana Torrent en El espíritu de la colmena
Recuerda con especial cariño el premio al Mejor director, porque “es el que me afecta alquímicamente más”, y cómo subió al escenario “ me di la vuelta y vi un mar de caras que era un catálogo del cine, fue muy conmovedor”. “A nivel personal creo que es la primera vez que mi padre entendió mi oficio. El Oscar tiene algo físico, porque es muy bello pero pesa mucho, y cuando mi padre lo cogió, vi en su cara que por primera vez entendió algo. No sé que cambió, pero su sonrisa… así somos los hombres mexicanos, de pocas palabras, pero él sonrió. Ahora es un momento crítico para él, de salud, y ese momento fue memorable para mí”, ha contado a la prensa.
Descarta que vaya a domesticarse por haber ganado un Oscar, porque “lo de heterodoxo no se quita con nada, no es gripe y no se quita con Vitamina C”. “Lo que es hermoso es que en 25 años llegues a esto con una coherencia con tus otras películas, porque la terquedad sostenida se convierte en estilo, y eso es hermoso. Financiar estas películas es un acto de fe, requieren mucha terquedad y llegar ahí con una película que costo tres veces menos que lo que tendría que haber sido y llegar allí con una película dé género, eso sí que cambia”, ha añadido.
Una canción antiTrump
La forma del agua, a pesar de estar ambientada en los años sesenta, es uno de los filmes más políticos de Guillermo del Toro. Un canto contra Donald Trump, el presidente que según el realizador “ha provocado un cambio de prisma de lo que es realidad y lo que es mentira". “Estamos en un momento postnarrativo a nivel humano, y eso hace que narrativamente, nuestro oficio de periodistas, de directores, de escritores, aquellos que vertebramos historias, sea más urgente que nunca, y por eso hay historias tan variadas a las que tenemos que dar peso, porque la única forma de encarrilar la psique a nivel mundial es con narrativas no desechables, no del momento, no de oportunidad".
Si te digo como artista que no creo en el amor, dirán que soy sabio, pero si digo que creo en el amor dirán que este gordo ñoño a dónde va
Para él si película también ha sido urgente, llevaba años queriendo rodarla, y todavía no sabía los cambios políticos que se avecinaban, pero “sentía un atragantamiento, una sofocación”. Ha definido La forma del agua como una canción francesa, y no ha tenido miedo a que le llamen ñoño, porque él cree en el amor, lo hace desde que vio a la criatura del lago de La mujer y el monstruo. “Si te digo como artista que no creo en el amor, dirán que soy sabio, pero si digo que creo en el amor dirán que este gordo ñoño a dónde va, porque la emoción es bien arriesgada de abrazar”.
Los monstruos siempre serán los héroes para él, “es una figura a la que quiero ver con admiración, desde una visión esperanzada”. “Para mí la concepción de lo monstruoso, de lo diferente, es la búsqueda de lo común. Lo trágico es la ilusión de la diferencia, que viene emanada de una estructura social, religiosa y política que nos impide vernos los unos a los otros”, cuenta el director mexicano que sigue con su labor de descubridor de talentos, como hizo antes con Juan Antoio Bayona, al que define como “una máquina de hacer cine”. “Desde que le conocí iba a hacer cine sí o sí , con o sin ayuda. Lo sueltas en un paraje desértico y vuelves y tiene un estudio montado y un chiringuito para tomar coca colas. Y lo admiro, y cuando produzco, produzco para aprender”.
Ahora le toca descansar, viajar, ver mucho cine y comer. Se lo ha ganado. Le ha regalado a Hollywood una película que tendría que haber costado tres veces más y con la que ha hecho historia para su país al convertirse en el tercer mexicano en ganar el premio. Es el primero que justo después de hacerlo ha visitado Málaga para contagiar la pasión de uno de los mejores narradores visuales del cine reciente.