Las pasadas elecciones generales en Francia fueron la confirmación de lo que muchos predecían, el imparable auge de la extrema derecha en Europa. Hace un par de años nadie se podía esperar que un discurso basado en el miedo y en el racismo calara en los electores, especialmente en las clases obreras en donde la candidata arrasó. Algo parecido a lo que había ocurrido con Donald Trump un par de años antes. El conservadurismo más radical había triunfado entre los más precarios. Aquellos que habían confiado durante décadas en la izquierda habían dado un giro de 180 grados sin que muchos entendieran el motivo.
Para intentar comprender qué había pasado en Francia, el director Joseph Gordillo se fue a un pequeño pueblo, núcleo de votantes del Frente Nacional de Le Pen, y vivió con ellos toda la campaña electoral que culminó con Macron como presidente, un hecho que cuenta en Mes voisins, chronique d'une élection, el documental que ahora se presenta en el festival DocumentaMadrid. Allí captó la vida de unos ciudadanos a los que el Gobierno ha dado la espalda. Muchos ni siquiera nacieron allí, sino que no se podían permitir un alquiler en una gran ciudad. Era la continuación de otro trabajo documental suño en el que hablaba “sobre el cambio de paradigma del mundo en el ámbito económico y el shock que ha recibido la clase obrera”.
La intención de Gordillo no era “dar una explicación”, pero sí tartar de “comprender a esa gente, y creo que lo que he visto es miedo, miedo a una inseguridad social, económica y cultural. Social porque viven en pueblos vacíos donde no hay comercios. Las escuelas están cerrando y ellos son la capa más baja antes de la pobreza. El miedo cultural se manifiesta en ese debate eterno que tenemos en Francia sobre el Islam, las bombas y el terrorismo. Hay un sentimiento de inseguridad cultural porque tienen miedo de perder su identidad francesa”, cuenta el director a EL ESPAÑOL.
El cineasta descubrió que la gente de estas ciudades dormitorio “son personas que se han tenido que ir de las ciudades y que no tienen la misma vida que tenían antes, se han dado cuenta de que el estado de bienestar no está en estos pueblos y que son los grandes perdedores de este mundo, lejos de sus trabajos, de sus ciudades, del flujo del dinero y de los centros culturales, están castigados”.
La izquierda ya no habla a esta gente, porque no tiene propuestas, pero el Frente Nacional se ha aprovechado de ese voto social olvidado
Prefiere opinar de forma “modesta” y asegura que “no puede estar en la cabeza de todas las personas”, pero en su estancia entre la gente de este pueblo donde se votó mayoritariamente a Le Pen notó que esa elección era “una forma de decir hasta aquí, una protesta”. “Con ese voto quieren mostrar que no son invisibles, y que su capa social no existe en el debate de la sociedad francesa, pero que una vez cada cinco años tienen que escuchar su voz, y esa voz es una bomba en las elecciones. Además tenemos que la extrema derecha tiene dos grandes familias, y una es la familia social que representa Marine Le Pen y que se ha aprovechado de todos los territorios del norte y del este donde había mucha minería e industria. Ella ha recogido ese voto y hay mucha gente que no se considera de extrema derecha, pero que le interesa su forma de hablar, que es como hablaba el partido comunista de los 80”, añade.
Tanto en Francia como en Europa triunfa “el voto del miedo”. “Marine Le Pen sabe hablar a esa gente, que siente que hay un vacío político, porque los obreros votaban a la izquierda, incluso a la izquierda radical, pero estos partidos ya no hablan a esta gente, porque no tiene propuestas, están enfocados en los funcionarios, en profesores, en gente de la ciudad, en una juventud educada, pero el Frente Nacional se ha aprovechado de ese voto social olvidado”, apunta Joseph Gordillo.
Pese a ello no cree que este auge de la extrema derecha venga provocado por un fracaso de la izquierda, más bien por un abandono de su electorado. “Simplemente no les interesa hablar a esa gente, es una decisión y una postura muy pensada de la izquierda. No pueden aportar respuestas a la precariedad de esos obreros, igual que con el tema de los inmigrantes, no ofrecen respuestas, sólo una respuesta ideológica, y esta gente tiene trabajos muy precarios cuya competencia directa es la gente que acaba de llegar al país. Creo que la izquierda ha dicho: estos están perdidos para nosotros, así que vamos a enfocarnos en otra capa social”, dice con dureza y sin un atisbo de optimismo en un contexto en el que Macron, como anticipaban los vecinos de su documental, ya ha demostrado que era más de lo mismo.