Fotograma de Another day of life.

Fotograma de Another day of life.

Series Festival de Cannes

Kapuscinski resucita como dibujo animado y con el periodismo agonizando

El director español Raúl de la Fuente ha presentado en la Sección Oficial fuera de concurso un filme sobre el periodista en el que se mezcla la animación y el documental.

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El periodismo se quedó huérfano en 2007. Aquel año moría Ryszard Kapuscinski, el corresponsal que llenaba de dignidad las páginas que escribía. Su oficio, dedicación y compromiso con la profesión, pero sobre todo con las historias que contaba, no se han vuelto a repetir. Desde entonces todos los periodistas le citan como referente mientras el sector se hunde en la precariedad y se vende al clickbait y la viralidad efímera de las redes sociales.

Kapuscinski ahora mismo sería falso autónomo, nadie le compraría sus historias, y si lo hicieran le pagarían cuatro duros. Malos tiempos para la lírica, la épica y el periodismo. Quizás por ello el Festival de Cannes se ha lanzado a reivindicar la importancia de las buenas noticias. Lo ha hecho desde la Sección Oficial con la proyección fuera de concurso de Another day of life, basado en la obra del periodista sobre sus días en la revolución de Angola.

Tráiler de Another day of life.

La película, además, es un proyecto nacido en España, exactamente en Pamplona, donde hace muchos años la productora Amaia Remírez y el director Raúl de la Fuente se plantearon homenajear “al maestro” con una película. Eligieron el libro, compraron los derechos y tomaron una decisión atípica y arriesgada: sería una mezcla entre documental y ficción, entre acción real y animación. “Yo es que cuando le leía veía películas. Él me inspiró para viajar por África. Y le dije que por qué no invertíamos nuestro tiempo en eso. Era su libro favorito, y el nuestro también, y además el más cinematográfico, porque tiene algo de guion, era trepidante, y tiene elementos de thriller, de película bélica...”, cuenta De la Guente a EL ESPAÑOL desde Cannes.

Antes de empezar a mover la financiación necesitaban la bendición de alguien especial, la viuda del periodista, que recibe constantemente ofertas para proyectos cinematográficos, pero que en este vio algo especial, una magia que la llevó a asegurar que “a él le hubiera gustado mucho, y eso fue un soporte muy grande”. En una época dominada por los superhéroes y las secuelas, levantar una película como esta tiene algo de acto de fe, así que buscaron al mejor estudio de animación posible, y lo encontraron en Platige Films, que pronto entraron en la coproducción, aunque al principio se sorprendieran porque unos españoles locos quisieran tocar a su ídolo nacional.

Para él el periodismo de verdad es el que aspira a cambiar las cosas, el que busca la justicia social, y me cuesta encontrarlo. ¿Dónde esta ese periodismo en el conflicto de Siria? 

“La gente se preguntaba que cómo iba a ser esa mezcla de imagen real, documental y animación, así que hicimos un teaser. Filmamos en Angola e hicimos el mismo viaje que Kapuscinski, y eso nos abrió las puertas a la financiación, porque su nombre ayudaba mucho. Así que ya entraron el gobierno vasco, el Ministerio de Cultura, ETB, TVE, y lo mismo en Polonia pero todavía no era suficiente, así que incorporamos a dos productoras de Bélgica y Alemania”, explica el director pocas horas de haber pisado la Alfombra Roja.

La película busca trasladar la aventura de Kapuscinski en la Angola de 1975, el último campo de batalla de la Guerra Fría, pero también dar voz -como hacía él- a los “héroes anónimos” que dejaron su vida en el país africano. “Todos queremos trascender en la vida, y eso se ve en el personaje de Carlota, la joven guerrillera, que es una justiciera romántica, y hay un momento en que le mira y le dice: asegúrate de que no nos olvidan. Ahí él se ve tocado por su musa, y nace el escritor, decide que escribirá sobre ella y se abre una nueva era. Creo que ayer Carlota volvió a la vida, y fue gracias a Kapuscinski”, opinaba el realizador.

Fotograma de la película.

Fotograma de la película.

Para Kapuscinski había una máxima en la profesión. “Un buen periodista debe ser una buena persona”. El tiempo se empeña en no darle la razón, al menos del todo. Decenas de profesionales sin escrúpulos dominan las tertulias televisivas de máxima audiencia atreviéndose a opinar sobre cualquier asunto, algo que para el polaco hubiera sido impensable.

“Para él el periodismo de verdad es el que aspira a cambiar las cosas, el que busca la justicia social, y me cuesta encontrarlo. ¿Dónde esta ese periodismo en el conflicto de Siria? Ojalá hubiera un Kapuscinski en Siria, porque ahora estaría leyendo sus tuits, o sus crónicas y lo entendería. De él me fiaba, porque sabía relacionarse con la gente, cómo tratarles, para escribir algo tenía que empatizar con ellos. Él decía que en el periodismo o tenías tiempo o tenías dinero, y él gastaba su tiempo en conocer a las personas, en escucharlas sin grabadora, no he encontrado a nadie así, que me emocione tanto, si tenéis su nombre dádmelo para seguirle”, ha zanjado Raúl de la Fuente anhelando un periodismo desaparecido y que, durante un par de horas, resucitó en forma de dibujo animado en La Croisette.