Soy una Pringada: "Puigdemont es lo más, es muy guay hacer cosas ilegales"
"No soy mujer y nunca lo he querido ser" / "Carlota Corredera es la misma gorda que antes: a las gordas se las ve en la mirada, no en el cuerpo" / "Los hombres machito lo están jodiendo todo: mira Pablo Motos o Adolf Hitler" / "El suicidio es de valientes".
Esty Quesada, Soy una Pringada, encarna la venganza poética de los niños raritos del colegio: es hora de que los incomprendidos -los que sufrieron la crueldad de otros allá en los márgenes- tomen el mando. Se cansó de coleccionar insultos y ahora los dispara ella en su canal de Youtube, que ya arrastra 208.000 seguidores. Ahí se va quitando las espinitas con humor y su poquito de mala baba, como una francotiradora punk. Lo mismo tiene tralla para Carlota Corredera -“es la misma gorda que antes por dentro, porque a las gordas se las ve en la mirada, no en el cuerpo”- que para Antonio Castelo, su compañero en Yu: en plena ola de acusaciones por su presunta conducta sexual inapropiada, Soy una Pringada aseguró que, efectivamente, el humorista es un “acosador” y un “machista”.
“Pero no voy a decir nada más del tema. Si quieren que hable, que me inviten a Sálvame y me paguen”, le dice a esta redactora sentada en su cama sin somier. Escribió un libro, salió en el anuncio de Campofrío, en la película de La Llamada y hasta en ARCO. Ahora lanza su propia serie en Flooxer, Looser, y cuenta que “habla de la amistad y de los cambios de uno mismo: a veces te crees una mierda y estás muy cómodo siendo una mierda pero para seguir viviendo y no matarte tienes que avanzar”, cuenta a este periódico. Está escrita y dirigida por ella, la apadrinan Los Javis como productores ejecutivos y contará con colaboraciones que van desde Topacio Fresh a Jedet pasando por Brays Efe.
La joven nos recibe en la casa a la que se acaba de mudar, su pequeño templo de caos y de tormenta cultural: su gorro de Winnie de Pooh, sus pósters lésbicos, sus guiños a Shrek, a la serie Embrujadas o al filme Mommy, de Xavier Dolan. Piernas de maniquíes grafiteadas, lápidas junto al espejo. “Que en la foto salgan los paquetes de pan Bimbo, así, costumbrista”, sugiere. No le gusta definirse. Como mucho, se bautiza como “esa gorda que insulta”: “Soy una persona real. Me han dicho de todo, bueno y malo, pero me acuerdo más de las cosas malas. Dicen que vaya gorda, que qué circo, que si me gano la vida hundiendo a los demás… y entre las cosas buenas, dicen que tengo muchas referencias culturales”.
"El suicidio es de valientes"
No quiere hablar de su etapa de acoso escolar. “Es una puta mierda, pero creo que de alguna manera nos ha pasado a todos”: “El discurso de ‘ay, me han hecho bullying’ me aburre bastante. A mí me lo hicieron, como a medio planeta, y guay. Lo he superado como lo supera todo el mundo a una edad. No quiero hacerme la víctima, porque nos han insultado a todos”. Esty se va quitando los pájaros negros, los viejos miedos, y se carga de matonismo ilustrado. Alguna vez pensó en suicidarse, y ahora sigue manteniendo que quitarse la vida es de valientes. “A ver quién tiene huevos de rajarse el cuello. Un cobarde, cuando no quiere seguir viviendo, sigue viviendo. El suicidio está guay cuando tienes claro que lo has vivido todo, que ya no te apetece vivir nada más, que no queda más. Pero si te suicidas porque te ha dejado tu novia… mira, chica. Tiene que ser una decisión en frío, no que te quede toda la vida por delante y digas ‘ay, me suicido porque me duele esto’”.
Soy una Pringada considera que insultar “también puede ser un arte”, y recuerda que ella lo hace “desde la gracia y el humor, no voy a la maldad pura. Nunca me he arrepentido de nada que haya dicho. A lo mejor alguna vez me he puesto más… pero si lo sentía así igual es porque la otra persona lo estaba haciendo peor”, lanza. Esty pertenece al género no binario y tardó mucho en entenderlo: “No soy mujer y nunca lo he querido ser. Hay personas que son cis, que son hombre o mujer, y otras que estamos en medio, porque yo no me considero ninguna de las dos cosas… estoy contenta y a gusto así, y ya que la gente me trate de lo que quiera, ¿sabes? Hetero no soy, pero con nueve años qué vas a saber del género no binario. Dices: joder, ¿querré ser un tío? Pues tampoco, pero el desconocimiento es una puta mierda”, comenta. “Ahora que sé que hay más gente como yo, que está demostrado y tal, pues estoy a gusto con no ser nada”.
Aunque respeta las reivindicaciones lingüísticas de las personas de género no binario -que piden el sufijo ‘elle’ en vez de ‘ella’ o ‘él’-, dice que ella se siente igual de cómoda “si me tratan de tío o de tía, me da igual”: “Si una persona necesita la ‘e’, que la use, pero no creo que haya que tomarse el género tan en serio. Si alguien se confunde… pues no pasa nada, yo no voy a montar un circo ni voy a clamar que es transfobia ni nada. Las equivocaciones suelen venir más del desconocimiento que del odio”.
Contra el 'machito hetero'
Lo que tiene claro es que odia al “modelo de hombre heterosexual machito”: “Los hombres machito lo están jodiendo todo, y lo llevan jodiendo desde los inicios de la humanidad. El gran ejemplo para mí es Pablo Motos. O Adolf Hitler, ¿sabes?, que era un reprimido. Quería ser artista y le rechazaron. Así surgió toda la mierda, de su exceso de masculinidad… que no es que lo relacione con el nazismo, pero igual un poco”, esboza media sonrisa. “Si las mujeres hubiesen gobernado, las cosas habrían cambiado mucho. Las veo más ubicadas, más conscientes y coherentes. Son menos genocidas y mejores líderes”.
Ahora, que tiene pareja, aún hay quien le dice que qué decepción que una hater profesional como ella se haya dejado embaucar por los azúcares del amor romántico. “Mira, que me dejen en paz. Me he querido matar toda mi vida y ahora que estoy medio feliz... pues ‘ah, qué payasa’. Que se vayan a la mierda. Quien quiera estar en una relación poliamorosa, que esté, pero que tampoco se demonice el amor romántico, porque bien llevado, a la gente le sirve”, cuenta. “Si de verdad lo odiase todo, me habría matado ya. También hay cosas buenas en la vida y sé verlo, no me paso el día insultando. La mitad del día sí, pero la otra mitad... hago cosas”.
En esas horas de alegría aún le da tiempo a arreglar los problema de Estado: aunque le cae muy bien Amaia Romero por su naturalidad, “hubiese llevado a Eurovisión otra vez a Chiquilicuatre”; a Rajoy ni lo menta porque “me parece muy típico odiarle”, Pablo Iglesias se le antoja “un poco meme antes que político” y Puigdemont le parece “lo más”: “Independientemente de lo que haya hecho, es muy guay hacer cosas ilegalmente. De repente, vamos a hacernos independientes sin decírselo a nadie, y luego se escapa… en plan ‘uy, aquí no ha pasado nada, adiós’, y deja Cataluña ardiendo”. Sonríe. Y luego, para la última foto, vuelve a ponerse seria: aquí hemos venido a destruir.