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El actor Hugo Silva tiene un ramalazo ibérico en la cara, un trozo de la España clara y valiente criada en las periferias humildes: niños sin cuentos de hadas, chavales sin paraísos, pero con un cordón umbilical irrompible que les conecta a la realidad, a los relieves de la vida. Quizá por eso en su gesto y sus papeles se le hace familiar al público: quizá por eso Hugo Silva parece un vecino de nuestra propia calle. Alguna vez se ha presentado a sí mismo como “Hugo, de San Blas”, un barrio madrileño que en los ochenta fue un campo abierto para la heroína. Ese paisaje y esa crianza le han llenado de humanidad, le han regalado panorámica para entender al ciudadano medio: “Hoy día ya ha cambiado todo. Los problemas son distintos, pero en mi infancia, para bien y para mal, los niños estábamos todo el día en la calle. Recuerdo a la gente que se encontraba por ahí y se tiraban media hora hablando. Cuando hacía buen tiempo los vecinos salían a las aceras a charlar. Esas casas tan chiquititas...”, sonríe.

“Mi barrio en los ochenta lo pasó mal por el tema de las drogas… yo en ese momento no era consciente, claro, pero venía mucha gente de fuera del barrio a comprar y a consumir. Yo era un crío y ahora entiendo lo grave que era todo aquello. Pero lo que yo veía, sobre todo, era gente que luchaba por sus familias y que quería lo mejor para ellos. Gente que lo daba todo por cuidar a los niños de allí”. Se siente atado a la tierra. Guarda conciencia de clase. “Yo, sinceramente, y no es por hacerme el guay, siempre me he visto como cualquier otro. Mis amigos y mi familia siempre me han tratado igual. No me afecta el tema de la fama. Siento que tengo una relación muy familiar con el público”.

Silva es un artista comprometido: lo mismo participa en un documental que pide justicia para las víctimas del franquismo, se vuelca por la integración de las personas con enfermedad mental o muestra su apoyo a la Federación Autismo Madrid. Aprovecha su voz pública para ayudar a otros, y, mientras, sigue creciendo en la industria del cine español: ahora presenta El intercambio, dirigida por Ignacio Nacho, donde se deja acompañar por Pepón Nieto y Rossy de Palma. La historia arranca cuando Jaime y su pareja, Eva -ella muy poco convencida- se deciden a jugar al intercambio de parejas para oxigenar y reavivar su matrimonio. A Jaime le espera una hermosa brasileña, pero la opción de Eva no es tan seductora. Lo que parecía que iba a ser una noche de juego y desinhibición acaba en un enredo bestial… ¿y si sus compañeros de juego no son quienes decían ser?

El amor (y el sexo)

Al final, como dice Hugo, “a pesar del marco del sexo, la película habla de ser coherente contigo mismo: esto va de no engañarte a ti para no engañar a la persona que tienes enfrente. Quien quiera va a disfrutar, porque es una comedia divertidísima, y quien quiera, va a pensar”, sostiene. ¿Qué sabe él del amor con 41 años que no sabía con 20? “Bueno, con 20 no tienes ni puñetera idea del amor. Con 41 entiendes que el amor no es lo que cuentan en las películas. No es esto de que un chico se enamora perdidamente de una chica, y la chica también, y sufren, pero al final acaban felices… no, con el tiempo te das cuenta de que a veces eso es un apaño, un parche para tapar tus propias inseguridades”, relata.

“A veces llamamos ‘amor’ al tapar nuestros miedos y nuestras historias, y te enganchas a alguien que vibre en una energía que complace todas tus faltas. Pero el verdadero amor es el que te cuida, te quiere y te respeta tal y como eres. Es el que no te quiere cambiar”.

Fotograma de El intercambio.

¿Y qué hay de las grutas subterráneas del amor moderno, esto del intercambio o del poliamor? “Hay que tener en cuenta que son cosas muy diferentes. El intercambio de pareja es un trasvase con una pareja establecida. Si lo que vamos buscando es sexo puede que te lleves una buena hostia, porque estás jugando con sentimientos. Debe ser un ejercicio de generosidad más que de egoísmo. Es un tema delicado, cada pareja es un mundo”, reflexiona. Al poliamor, dice, “se le ha puesto nombre ahora pero esto lleva funcionando toda la vida”, ríe. “Esta gente que no quiere emparejarse, que prefiere hacer lo que le dé la gana… yo creo que ya se hacía en los 70 y 80 pero como ahora no se ve mal, se le ha puesto ese nombre”.

Libertad de expresión (y Evaristo)

Hace unos días, Silva mostró en Twitter su sorpresa por la retención de Evaristo por parte de la Guardia Civil: fueron a verle tras el concierto para comunicarles que le iban a denunciar por su jotilla dedicada al 'policía hijoputa'. La lleva cantando más de una década. ¿Cómo valora la situación de la libertad de expresión y de creación artística en España? “Yo creo que tenemos una sociedad mucho más educada que nuestros políticos. Como sociedad somos capaces de ponernos de acuerdo y de estar por encima de cualquier conflicto, de seguir trabajando y de seguir queriendo a nuestros semejantes aunque piensen otra cosa. Aunque sean independentistas, o lo que sea: nosotros funcionamos, los políticos se han encallado”, sostiene. “Nuestra altura moral está por encima de ellos. Acuérdate de las últimas elecciones y cómo les costó ponerse de acuerdo… para nosotros sí que sale el sol”.

El actor cree que “el arte no tiene que cumplir la ley, tiene que sorprender y hacer pensar”, reflexiona. Entonces, ¿se conseguirá algo con estas detenciones, o con la orden de encarcelación del rapero Valtonyc? “No creo. No se va a dejar de decir ‘policía hijoputa', porque el arte siempre está fuera de la ley, es como debe ser”. Cuenta que a él todavía hay policías que le dicen “que Los hombres de Paco eran muy reales, incluso siendo comedia”, sonríe. “La cosa era humanizar a la figura del policía. Está claro que si sales a la calle y te viene un policía es porque está haciendo su trabajo. Te trata como a un ciudadano, como si vas a un juez o a un abogado. Nosotros contamos la vida que tienen y recordamos, desde la ficción, que son igual de humanos que nosotros y que tienen las mismas inseguridades y problemas. Ahí aparece la empatía. La empatía es fundamental”.

Feminismo (sin modas)

También se siente concienciado con el movimiento feminista. “Es maravilloso lo que estamos viviendo. Se está empezando a hablar de las cosas que molesta y de las que no molestan. Yo a nivel personal me doy cuenta de que seguramente, en mi vida, y por el año en el que nací, he sido muy machista, y me encanta poder verlo y corregirlo”. El problema, incide, es estructural y no se encuentra sólo en la industria del cine. “El problema está en la educación y en la sociedad", lanza.

"Y de nada vale retuitear algo o poner una consigna en redes sociales si llegamos a casa y seguimos siendo machistas en nuestra intimidad. Yo estoy educando a mis hijos para que sean críticos con ellos mismos, para que reflexionen. Todos somos responsables de esta sociedad, a nivel individual, y tenemos que luchar por una sociedad igualitaria. No podemos permitir que esto acabe en una moda”. Una última cuestión: ¿a quién haría ministro de Cultura? Lo tiene claro: “A Pepón Nieto”.