El pueblo que juzgaba a las mujeres: se convertían en "putas" para no parecer "lesbianas"
Wind Gap es un pueblo (imaginario) al sur de Missouri y es el escenario misógino donde se desarrolla 'Heridas abiertas', la nueva serie de HBO que se emite cada lunes. Eso sí, los hombres son sólo 'florero' en Wind Gap: aquí importa la vida secreta y oscura de las mujeres.
Imagínense una serie donde los personajes principales sean mujeres y donde el hombre a duras penas pase de secundario, girando por completo la tortilla interpretativa. Imagínense que, además, esas mujeres tienen, por fin, relieve emocional y personalidad compleja, llena de claroscuros. No son santas, no son perfectas. Pueden ser pérfidas, pueden ser villanas, pueden ser incorrectas -no tienen nada que ver con la elegancia y el civismo de Sexo en Nueva York-. Imagínense que toda la tormenta interior de estas mujeres se concentra en un pueblecito. Si no se imaginaban que exista esa serie, aquí está: Sharp Objects.
Se abre el telón: Camille Preaker describe una escena del crimen en medio del bosque. Dos chicas adolescentes fueron encontradas muertas allí mucho tiempo atrás, con las muñecas cortadas. Eran lesbianas, estaban locamente enamoradas y una de ellas había tenido una bebé: la cría, al ir creciendo, fue perseguida por el estigma homófobo que también persiguió a su madre. La niña “[se llamaba] Faith Murray pero la llamábamos 'Bollera' Murray, como si eso se heredara. Bastante irónico si consideramos que se tiró a un porrón de chicos para demostrar que no lo era, como su madre. Lesbiana no, pero puta sí era”. Y añade que en el pueblo a las mujeres se les pone una etiqueta cruel si no se ajustan a las reglas.
Wind Gap está al sur de Missouri, tiene unos 2000 habitantes y su única industria es la matanza de cerdos. Allí viven los ricos de toda la vida y la escoria. Wind Gap es ficticio, como otros tantos pueblos de la literatura. Es el escenario idílico de la nueva serie de HBO, Heridas abiertas, protagonizada por Amy Adams en el papel de Preaker. El drama está basado en el libro que lleva el mismo nombre, Sharp objects en inglés, escrito por Gillian Flynn, la misma que revolucionó en 2012 con Perdida.
Camille Preaker es una periodista traintañera que se dedica a cubrir historias de crímenes. Trabaja para el Daily Post de St. Louis. Su jefe, un metomentodo, la envía a Wind Gap para escribir sobre el asesinato de una niña y la desaparición de otra. La misión tiene un doble propósito. Hacer que Camille escriba una historia alucinante que la ayude a ganar un Pulitzer y enfrentarla con sus demonios.
La historia de los crímenes de Wind Gap pasa a ser algo secundario cuando se descubre la verdadera trama de la serie. Camille Preaker es una alcohólica que se la pasa bebiendo vodka de una botella de plástico que rellena a cada nada, para disimular. Tiene una madre controladora que no la quiere. Una hermana pequeña de 13 años que "actúa como una ramera" -dicho por la propia Camille- y como telón de fondo un pueblo lleno de prejuicios. Un pueblo enclavado en Missouri, un estado que históricamente fue esclavista y se dividió entre los Confederados y la Unión.
Secretos y racismo
Wind Gap es el pueblecito americano donde “tus secretos son usados en tu contra”, le explica el personaje de Adams al policía forastero que llega para investigar los crímenes. Salta a la vista el secreto de Nathalie, por ejemplo, una de las víctimas. La familia de la niña se muda al pueblo después de que Nathalie le clavara un lápiz en el ojo a una compañera que lo había tomado prestado. Entonces la chiquilla se quedó con la etiqueta de bicho raro, violenta, problemática. O de los orígenes de Camille, hija de alguien que embarazó a su madre cuando esta era muy joven y que la propia Camille desconoce.
El corte racista del pueblo es latente en la empleada negra de la familia Preaker, Gayla. Personaje omnipresente en la mansión victoriana de los Preaker pero que permanece en silencio la mayor parte del tiempo. “Gayla, ambas conocemos a mi madre, ¿por qué te quedaste?”, pregunta Camille a la doméstica que la trata de “señorita” y le lleva la cena a la cama. “No hay muchas alternativas aquí. O haces labores domésticas o vas a la granja de cerdos y no me gustan los cerdos”, responde. El pueblo también se ensaña con un niño pequeño, testigo de uno de los crímenes, a quien nadie hace caso porque su madre está enferma de cáncer y es una politoxicómana.
Lo cierto es que el pueblucho es un nido de crímenes, de expulsiones, de marginaciones, de oscuridades. Pero a la protagonista no se le resisten los secretos del lugar: resuelve cuatro de cuatro asesinatos acontecidos en Wind Gap Aún hay que esperar la emisión de los últimos 4 capítulos de la miniserie, pero, los obsesos de los spoilers nos hemos adelantado leyendo el libro en tiempo récord. El hecho de que sea Camille y no los detectives los que descubren al asesino, demuestra, una vez más, que en Wind Gap, los hombres no pintan nada.
Malas madres
Si hay algo de lo que despojan a las niñas de Wind Gap es de la inocencia. A Camille su madre se lo enseñó desde pequeña. Nunca tuvieron una buena relación y las cosas entre ellas empeoraron con la muerte de Marian, la hermana pequeña de Camille. Adora-así se llama la matriarca- está constantemente impidiendo que Camille realice su trabajo como periodista. Tacha de inapropiada su conducta y que vaya por el pueblo haciendo preguntas sobre los crímenes a las familias de las víctimas y a todo el que se deje.
“Ahora vuelves aquí y no hago más que pensar en que hueles que da asco”, le confiesa Adora a su hija. “Pensé que me salvarías, pensé que me querrías y que entonces mi madre me querría”, añade. Adora padece síndrome de Munchausen por poderes. Un trastorno mental y una forma de maltrato infantil en la que la madre hace enfermar al hijo. Algo que explica la muerte de Marian y la conducta de Amma, la hermanastra de 13 años de Camille.
Amma se presenta como una adolescente que en casa utiliza vestidos de niña pequeña y grandes lazos en la cabeza. Se comporta de forma angelical aunque de vez en cuando hace berrinches y rabietas en las que empieza a ahogarse y vomitar. Fuera de casa, Amma va en patines, con pantalones muy cortos y tops. Fuma, bebe, consume drogas. Se escabulle por las noches para irse de fiesta y trata, desesperadamente, de llamar la atención de su hermana cuando la encuentra por la calle. Entre Amma y Adora existe una relación de cariño enfermizo. Una se comporta como la otra quiere -o eso le hace creer- mientras la otra la llena de mimos y pastillas varias.
Periodista salida del psiquiátrico
Camille Preaker utilizaba su cuerpo como lienzo para escribirse palabras con sangre. El hábito lo adquirió desde la adolescencia. Se grababa palabras con objetos afilados porque obtenía cierto placer al hacerlo. Para cuando cumplió los 30, tenía poco espacio para seguir escribiéndose cosas. Esos cicatrices la obligan a ir a perpetuidad con pantalones o faldas largas y jerseys o camisetas con manga. Esas “heridas abiertas”, la llevaron a internarse voluntariamente en un psiquiátrico del que saldría 6 meses antes de donde comienza la serie.
La periodista va desaliñada, con olor a vodka. Conduce un viejo auto y escucha su música a todo volumen, algo que aprendió de su compañera de habitación del psiquiátrico. Camille vive desafiando a su madre, aunque atormentada por esa falta de cariño. Utiliza a los hombres -a los pocos que tienen un papel relevante en la serie- a su conveniencia. Según Gillian Flynn, Camille no es un personaje cualquiera, es la representación de otro tipo de narrativa, vista desde la perspectiva de una mujer y su capacidad para aguantar el sufrimiento.