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Los británicos están obsesionados con la monarquía. Sus reyes son los protagonistas de su historia, de sus ficciones y hasta de la prensa rosa. En torno a la realeza existe una maquinaria que aprovecha esa fascinación del pueblo por sus gobernantes. Las películas inglesas han rescatado a casi todos los reyes que han pasado por su trono, y casi siempre con aires hagiográficos. Hasta un producto como The Crown, escrita por el gran Peter Morgan, se cuida mucho de no especular y criticar demasiado (en su caso con más motivo, ya que habla de Isabel II, todavía viva).

Ha tenido que llegar un griego para demoler los ídolos del Reino Unido. Se trata de Yorgos Lanthimos, enfant terrible del cine de autor, nacido en Grecia, y responsable de obras como Canino y Alps, mazazos a la clase media griega en forma de sádicas propuestas tan atractivas como retorcidas. En su tercera película en inglés su guantazo va hacia la monarquía, y para ello escoge a la primera soberana de Reino Unido, Ana Estuardo, mujer marcada por la pérdida -entre abortos, partos problemáticos y enfermedades- de sus 17 hijos. Con la cabeza ida, la reina gobernó un país en guerra, y lo hizo en función de con qué criada se llevara mejor.

La lucha de poder entre estas dos vasallas a las que dan vida Emma Stone y Rachel Weisz es el centro del filme más domesticado de Lanthimos, que aun así destila mala leche en cada línea de diálogo. Por encima de ellas una excelsa Olivia Colman (que dará vida también a Isabel II en la tercera temporada de The Crown).

Tráiler de La favorita

El griego no engaña a nadie, y su película no tiene ningún interés en ser un tratado histórico fiel a la realidad. Sino una metáfora de nuestros políticos, de la ambición y de las dinámicas y relaciones cuando el dinero o la posición está en juego. Por ello juega con la anacronía, como explicaba a EL ESPAÑOL desde el Festival de Venecia: “Está inspirada por la historia real y las personas reales, pero espero que sea obvio que intentamos crear un universo único y ser infieles a lo que pasó realmente, e incluso a aspectos históricos. Cuando empezamos el proyecto hace nueve años dejamos claro que cogeríamos lo que nos interesara, pero meteríamos lo que quisiéramos para hacer la historia contemporánea. Lenguaje real, trajes con telas actuales, bailes… Queríamos que fuera una película de época, pero que se sintiera actual”.

No ser británico le ha ofrecido una oportunidad única, desmitificar la monarquía y reducirla al absurdo. Para Lanthimos la reina es sólo una malcriada que no sabe lo que quieren sus súbditos y que cambia de parecer según su estado de ánimo. Un ataque a la institución de una persona que califica la monarquía como algo “raro”. “En Grecia la hemos tenido también… y sí, encuentro raro que siga habiendo reyes y reinas actualmente, creo que tienen una función más ornamental que otra cosa”, dice sin titubeos. Para él, ser griego le ha facilitado “desacralizar todo”, porque “es obvio que al no ser británico no tengo la misma percepción sobre esta reina y sobre esta tradición, y eso me da una ventaja, y una desventaja”, añadía.

A pesar de ello confiesa que el origen del proyecto no era esa crítica, sino hablar de dinámicas de poder y, sobre todo, dar el protagonismo a tres mujeres, algo entonces inédito. “Quería contar la historia de tres mujeres, porque eso hace nueve años era muy raro. Bueno, es que lo sigue siendo ahora también, porque aunque estemos hablando del tema, no se hace. Y me interesaba mucho estas tres mujeres que nunca habían sido exploradas, y que consiguieron esa posición de poder. Y cómo esto afectó a mucha gente. Afectó al destino de una guerra y de un país. Dependiendo de cómo se sintieran entre ellas o de sus relaciones, eso se hacía patente en la gente, y eso la hace relevante en el momento contemporáneo”, apunta Lanthimos.

El director no tenía en la mente la palabra feminismo hace nueve años. Casi ni se usaba, pero sí tenía clara una cosa: estas tres mujeres no serían definidas por ser la esposa de nadie, ni el objeto del deseo ni damiselas en apuros: “buscaba una forma de hacer justicia a las mujeres, y si eres un hombre y director de cine, lo que puedes hacer es mostrarlas cono seres humanos, aproximarte a ellas como lo harías si fueran hombres los protagonistas”. Por ello este relato de mujeres ambiciosas y deseosas de poder, porque “claro que puede haber mujeres en el poder, y manipuladoras, y locas, y encantadoras… lo que sea, porque se comportan tan bien o tan mal como cualquier otro, son capaces de todo. Pero La favorita no está diseñada Para decir algo sobre el lugar de las mujeres en la sociedad, pero sí que quería que fuera un gesto, sin pretender que lo sea”, zanja con ambigüedad. Por supuesto, el que conozca a Lanthimos sabrá que aquí las buenas palabras y la sororidad no existen. El sexo como moneda de cambio, las intrigas, los chantajes y las malas artes son lo que se lleva en una corte tan rara como actual.

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