J. Z.
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El cine de Jaime Rosales había vivido de espaldas a los espectadores. Sus películas, exigentes, únicas y hasta radicales (todavía se recuerdan los abucheos a Tiro en la cabeza en el Kursaal de San Sebastián), no pensaban en la audiencia, eran el resultado de una mirada única y personal, de un autor que hasta convenció a los Goya con un filme como La soledad, y al que Cannes invita siempre -aunque todavía no haya entrado en su Sección Oficial.

Con semejantes mimbres, Rosales podía haber vivido en la comodidad, en saber que hiciera lo que hiciera habría alguien que leprodujera su obra, a pesar de que luego la fueran a ver cuatro gatos en salas españolas. Pero él mismo se dio cuenta de que fallaba algo. Tras firmar uno de los mejores retratos adolescentes del cine español reciente, Hermosa juventud, el director se sometió a un examen hecho por el peor juez posible: él mismo. El resultado fue que no podía vivir tan alejado del espectador, tenía que hacer cine para ellos sin renunciar a su estilo.

Para ello decidió contratar a dos guionistas que le ayudaran con su nueva película. Recurrió a Michel Gaztambide y Clara Roquet, y junto a ellos parió Petra, su filme más accesible, sin que ello haya supuesto dar un paso atrás en su mirada autoral. El filme es una tragedia griega separada por capítulos, pero ambientada en una familia buguesa de la Cataluña actual dominada por un artista que ejerce de patriarca ególatra y manipulador. Las mentiras y sus consecuencias son el eje de una trama que también habla de memoria histórica, del poder, del capitalismo y del mundo del arte contemporáneo y sus estafadores.

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Rosales apuesta por tomas muy largas, con una cámara que se mueve de forma orgánica por cada escenario, y encuentra en sus actores la mejor baza para aguantar un estilo a priori, complicado. Bárbara Lennie vuelve a demostrar que es la mejor actriz de su generación, y el reencuentro con Marisa Paredes tras tres años de ausencia no podía ser mejor. Una de las películas españolas del año.

Y además…

‘Animales sin collar’

La corrupción y la política han llegado a nuestro cine, que en 2018 ha visto el estreno de El reino, y ahora de esta ópera prima de Jota Linares que ambienta esta adaptación de Casa de Muñecas de Ibsen en unas elecciones andaluzas en las que el candidato de un partido muy parecido a Podemos (Daniel Grao), tiene todo a favor para ganar, hasta que un secreto de su pasado sale a la luz.

Medios de comunicación manipulados, secretos inconfesables, verdades a medias y una gran perjudicada en todo esto: la mujer (Natalia de Molina), que siempre adopta el papel de florero en las relaciones políticas, y que aquí da un golpe en la mesa para marcar su propio lugar en esa Andalucía estilizada por la cámara de Linares.

Jota Linares junto a Natalia de Molina en el rodaje de Animales sin collar.

‘La buena esposa’

También de mujeres detrás de hombres y tapadas por su sombra va este filme que presenta a un ganador del Nobel de Literatura, del que se sospecha que sus novelas fueron escritas por su mujer, una Glenn Close imperial que representa una figura histórica, la de esas señoras que aguantaron a supuestos genios y que merecen un mérito que nunca se les atribuye.

En esta ocasión hasta en sentido literal, ya que el amor de esta escritora hace que permanezca callada viendo como su marido se lleva las loas y a ella la invitan a ir de compras mientras él acude a los ensayos para recoger el galardón. La película muestra cómo el mundo del arte ha estado siempre dominado por los hombres, empezando en la década de los 50, y todos ellos han ido perpetuando un heteropatriarcado del que quedan sus consecuencias.

Sólo hay que ver la lista de los ganadores del Nobel, o de las mujeres que han conseguido el Oscar a la Mejor Dirección. No es algo que quede tan lejos, de hecho la propia Glenn Close ha reconocido después junto a su hija -que también actúa en la película- que esto todavía está presente, y que sólo había que fijarse en el caso de J.K. Rowling, que jugó al despiste firmando con un seudónimo masculino sus novelas adultas tras 'Harry Potter'.

Glen Close, en el Festival de San Sebastián. Efe

‘Desenterrando Sad Hill’

Hay pocas películas tan míticas como El bueno, el feo y el malo, el western con el que Sergio Leone cerraba su trilogía sobre el Oeste y que creó una legión de fans, entre los que se encontraba hasta el líder de Metallica, que abre sus conciertos con la música creada por Ennio Morricone.

Una de sus escenas más míticas, el duelo en el cementerio de Sad Hill, se rodó en un pequeño pueblo de Burgos en el que la vegetación había tapado todo hasta que cuatro amigos que se conocieron por internet crean una asociación y se proponen darle vida de nuevo. Esta es su historia y la de un rodaje que trajo a muchos jóvenes en plena instrucción militar en el franquismo a un pueblo en lo que ellos consideraron unas vacaciones.

‘Un día más con vida’

El periodismo encontró a uno de sus referentes en la figura de Ryszard Kapuściński, reportero que narró la descolonización de África y sus consecuencias con su estilo único que enamoró al mundo. De todos los países que visitó, Angola fue uno de los que más le marcó. Precisamente en su estancia en este país y en su trabajo por contar lo que allí ocurría, es donde se enmarca Un día más con vida, la película de animación dirigida por el español Raúl de la Fuente junto a Damien Nenow.

Un filme que está arrasando en todos los festivales donde se presenta, ya que se proyectó en la Sección Oficial fuera de concurso de Cannes, y ganó el premio del público en el reciente Festival de Cine de San Sebastián dentro de la sección Perlas (la primera película española que lo logra).

[Más información: Jaime Rosales: "El cine español no está en Cannes porque no es ni radical ni exótico]

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