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El cine argentino reciente ha puesto su mirada en la memoria histórica del país. Mientras que en España se critica cualquier obra que se remonte a la Guerra Civil o el franquismo, allí llegan constantemente filmes que hablan de la dictadura militar que tuvo lugar entre 1976 y 1983. Uno de los directores que en sus últimas obras lo ha afrontado de forma frontal, o como contexto histórico fundamental de sus historias es Pablo Trapero.

Lo hizo en El clan, su thriller sobre una familia que secuestraba gente durante la dictadura y siguió haciéndolo con la llegada de la democracia. La obra fue un pelotazo en todo el mundo, arrasó en la taquilla Argentina y le valió a Trapero el premio al Mejor director en el Festival de Cine de Venecia.

Su regreso al cine se llama La quietud, y aunque a primera vista parezca un dramón casi culebronesco entre dos hermanas y una madre déspota, en su interior vuelve a haber mucho más. Trapero se las apaña para hablar de una familia corrompida porque los valores del país lo estaban. De aquellos que no sólo miraron hacia otro lado, sino que hasta se lucraron en la dictadura. Todo hilvanado en una espiral de secretos, sexo y mentiras en una familia rica.

Pablo Trapero en la Seminci. EFE

Un proyecto ambicioso que ha presentado en la SEMINCI, y que ha coincidido con el anuncio de que será el director principal de la adaptación televisiva de Patria de la mano de HBO. La novela de Fernando Aramburu comienza su producción de la mano de Pablo Trapero y con la ayuda de Félix Viscarret. Un proyecto que emociona al argentino, que cree que tiene bastante que ver con La quietud y con El clan en esa mezcla de drama familiar a los que la historia pasa por encima.

“La gente va a encontrar similitudes, me gusta el universo de las familias como punto de partida de una narración. Estoy entusiasmado con Patria y muy contento de que me hayan invitado, es un desafío enorme y no sólo por filmar fuera de España o sobre un tema tan importante no sólo aquí, sino fuera de España y tan doloroso. Las historias están donde siento que merece la pena, no sólo la historia de la familia, de lo que cuenta, del tema, sino de lo que pasa cuando se ve, lo que espero que pase cuando se vea Patria, que creo que va a ser muy fuerte, me va a modificar la vida, y también al público cuando lo vean reflejado en la pantalla, y eso es parte de construir un relato audiovisual. Estas historias hablan con el público y hay que ver qué pasa en el choque entre lo que propone la historia y lo que el público recibe. Espero que algo nos pase”, cuenta el director a EL ESPAÑOL.

El cine es un arma es muy poderosa para hablar de la memoria, para hablar de este tema -el terrorismo-, pero en general para abrir debate, para proponer

Para Pablo Trapero el cine es fundamental en la revisión de nuestro pasado, y en derribar tabúes, ya que cree que es “un arma es muy poderosa para hablar de la memoria, para hablar de este tema -el terrorismo-, pero en general para abrir debate, para proponer”. “Me siento privilegiado de que me pase eso como espectador, que me descubra historias, personajes, pero también honrado de que muchas de mis películas ayudaran a que salieran leyes en Argentina, y a que se crearan debates que han traspasado a la sociedad local, porque lo que cuenta El Clan puede repetir en muchos lados, y eso es lo que me gusta e intento con mis películas, que en donde la veas se indague en el contexto en donde estás, que uno se vea reflejado en como te habla a ti como persona y donde te haya tocado vivir”, añade.

Tanto La quietud como Patria hablan de una de sus obsesiones “las familias y lo que pretenden esconder”. “La familia es un punto muy importante para hablar de nosotros como personas, pero nosotros somos consecuencia de la historia que no se ha tocado vivir. Argentina tiene a lo largo de su historia momentos muy dramáticos, el último es la dictadura, que sigue atravesando nuestra historia, y que por suerte para nuestros hijos ya está en los libros de historia, no tienen vínculo emocional con ella. Pero para mi generación, que yo no lo viví como tal porque no tenía consciencia, pero lo viví después a través de mi familia, que me conectó con lo que había sucedido, sí. Me gusta que las películas no reflexionen sólo sobre lo íntimo, sino también sobre lo que ocurre en el exterior”, apunta el director.

La quietud nace de la idea de juntar en una misma película a su mujer, la actriz Martina Gausman, y a Berenice Bejó, protagonista de The artist y de origen argentino que hasta ahora no había realizado ningún filme en español. Ese “vínculo simbiótico y desesperado de estas dos hermanas” fue sólo el comienzo de un filme que Trapero describe como una “pieza de cámara” en la que se luce como realizador y se lanza al vacío al abordar unas relaciones familiares perversas y endogámicas en las que todos los valores están corrompidos. Un buen ensayo antes de poner en movimiento la Patria de Fernando Aramburu.

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