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Pocas actrices en la historia del cine han poseído la fuerza y la energía que desprendía Ava Gardner. Una mirada del ‘animal más bello del mundo’ podía fulminar a hombres, mujeres y animales; y su forma de caminar hacía que pareciese que la hierba no iba a volver a salir por donde ella había pasado.

Gardner era una mujer que hacía lo que le daba la gana en un tiempo en el que lo normal era que ellas estuvieran a los pies de sus amados y amantes. Ella le dio la vuelta, y puso a todo Hollywood y a todos los machitos del momento a beber los vientos por ella. Hombre que la conocía en una fiesta, hombre que se enamoraba perdidamente de ella. Que se lo digan a Frank Sinatra, que la perseguía por todo el mundo y la recogía de sus terribles resacas en una relación tormentosa que acabó en matrimonio.

La fuerza de Ava llegó a España en 1950, cuando el país era un sitio gris y deprimente, ahogado por la dictadura de Franco, un momento retratado por la serie Arde Madrid que estrena Movistar+. En la ficción, León realiza un retrato de la sociedad y de la represión sexual del momento a través dela presencia de Gardner y del contraste con sus criados, pobres que no sabían lo que era la libertad, ni en el sexo ni en la vida. En aquella época Ava Gardner se bebía y se follaba todo lo que podía, y se hizo un séquito de palmeros españoles entre los que destacaba Luis Miguel Dominguín, otro que cayó a sus encantos.

Entre sus amigos españoles destacó Jorge Fiestas, crítico y periodista cinematográfico al que conoció por ser uno de los dueños del Pub Oliver, al que Gardner acudía asiduamente. Rápidamente se forjó entre ellos una amistad íntima en la que ella le contaba sus secretos e intimidades. Fiestas alguna vez contó un cotilleo o un rumor de la actriz, y ella no se lo perdonó y cortó de raíz su relación. Él pidió perdón y siguió llamándola y escribiendo cartas, pero nunca obtuvo una respuesta.

Quizás fue esa reacción de la actriz lo que impidió que se publicaran las memorias de Ava Gardner que Fiestas pensaba escribir y que llevaban por título La Ava que yo conozco. El libro comenzó a escribirse, y varios borradores de sus páginas, así como varias cartas y postales enviadas por Fiestas a la actriz, se guardan en la Filmoteca Española.

Frankie no estaba dispuesto a consentir que las cosas llegaran a mayores. Inesperadamente se presentó en Tossa de Mar portando con él una pulsera que debió costarle algo así como 10.000 dólares

En esos bocetos Jorge Fiestas confiesa y reafirma varios de los rumores que siempre han circulado en torno a ella, por ejemplo su relación con Dominguín, o el extraño rito que realizó Hemingway cuando la conoció y, cómo no, se prendó de ella. “La vida sentimental de Ava fluctuaba entre Porfirio Ruborosa y Luis Miguel Dominguín que, como antaño Sinatra, la acompañaba en sus desplazamientos por todo el orbe. Fue Luis Miguel quien en 1954 le presentó a Ernest Hemingway mientras ella convalecía en una clínica madrileña tras una operación de riñón (una de las piedras que Ava expulso tras un colino nefrítico la llevo colgada al cuello el escritor durante años)”, se puede leer en las páginas que se guardan en la Filmoteca.

En esas páginas mecanografiadas y con tachones se descubre una de las famosas apariciones de Frank Sinatra, en esta ocasión durante el rodaje de Pandora, cuando pisó por primera vez nuestro país. “La prensa internacional se había hecho eco del romance que al parecer existía entre la Gardner y su torero en el film, Mario Cabé, y Frankie no estaba dispuesto a consentir que las cosas llegaran a mayores. Inesperadamente se presentó en Tossa de Mar portando con él una pulsera que debió costarle algo así como 10.000 dólares. Hubo sucesivos encuentros de tipo borrascosos entre la pareja, que finalmente contrajo matrimonio el 7 de noviembre de 1951”, cuenta Fiestas.

Cartas sin respuesta

Entre los documentos que se encuentran guardados, hay muchas cartas y postales, e incluso una servilleta en la que se encuentra la dirección de Ava Gardner en Hollywood y que el periodista guardaba como oro en paño. Gardner era más de teléfono, y las pocas cartas que envió a Jorge Fiestas estaban escritas por su secretario, como una en la que muestra su preocupación por su perro Oliver -llamado igual que su bar- y le sugiere ir al mismo veterinario que trató a su perrita cuando esta estuvo enferma.

En la correspondencia guardada también está la última carta que Jorge Fiestas escribió a la actriz. Una misiva de despedida, en la que él entona el mea culpa por haber escrito y contado cosas que ella le había confesado en la intimidad. Fiestas pide perdón y espera retomar su relación, pero eso nunca ocurrió.

Ava Gardner junto a Dominguín en Madrid. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

“Querida Señora G. Sé que esta carta no tendrá respuesta. Después de todos estos años de conocernos sólo tengo una carta, cuando mi perrito Oliver murió, algo que aprecio mucho. Estuve en Londres hace poco, la telefoneé y lo primero que pensé fue que fuiste tú la que respondió y colgó. Unos minutos después hablé con su sirvienta que me dijo que estaba fuera. Últimamente siempre está fuera cuando llamo. Las 24 horas, también en navidades o en su cumpleaños. Así que, me doy por enterado de que mis palabras y presencia ya no son estimadas por ti. Hasta Paco, mi pianista en el Oliver es ahora amigo tuyo y parte de tu séquito. Bien por él, mal por mi por no haber cambiado durante estos años (34 desde la primera vez que te sentaste junto a Edgar Neville, Jimmy, Luis Saavedra y Mercedes en aquel 'Parrilla Rex' que ya no existe, como ya no existe nuestra amistad”, dice en su escrito.

También confirma que Ava dejó de hablarle por su labor como periodista, y porque “de todos los pecados que he cometido delante de tus ojos, creo que el principal es que soy periodista”. He elegido esta carrera igual que tú elegiste la tuya. Y se me da muy bien igual que a ti. Creo que mi gran fallo fue intentar compartir mi devoción por ti con unos cuantos lectores, y de forma positiva, nunca lo olvides. Siento si te he causado problemas o disgustas, no pasará de nuevo Avita (¿recuerdas que te solía llamar así? Yo me acuerdo), siempre tuyo”, acaba de forma melancólica.

La amistad de Jorge Fiestas y Ava Gardner acabó destruida. No sirvieron de nada las fiestas en Chicote, los paseos por Madrid, los churros con chocolate o esa extraña unión entre sus perros que les hicieron tan íntimos que se les gastó el cariño de tanto usarlo. Él quiso contarlo todo, nunca se atrevió. Sus recuerdos quedaron en una caja llena de polvo para no herir más al animal más bello que revolucionó España.

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