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María Martín falleció en 2014, a los 81 años sin ver su sueño cumplido: poder sacar a su madre de la fosa común en la que yacía para enterrarla dignamente. Fue la primera víctima del franquismo en declarar ante el Tribunal Supremo para pedir una justicia que se sigue negando. Tenía seis años cuando la fusilaron. Y desde entonces, primero su padre, y luego ella, buscaron restituir algo del daño sufrido.

Su testimonio, con esa voz rota, y sentada en la carretera levantada sobre aquella fosa común, es uno de los momentos más dolorosos del documental El silencio de Otros, de Almudena Carracedo y Robert Bahar, que opta al premio al mejor largometraje de no ficción en los galardones de la Academia del Cine Europeo.

Es el viaje final de un filme que ha dado voz a las víctimas del franquismo y que empezó hace casi un año, cuando hizo derramar lágrimas en el Festival de Berlín donde ganó el premio del público. Desde entonces ha ido por todos los festivales europeos e internacionales conmoviendo al público, también en los pases en las pocas salas españoleas que lo han estrenado y que se han llenado para escuchar la lucha silenciada de las víctimas del régimen franquista, que continúan buscando justicia hasta nuestros días.

Tráiler de El silencio de otros

Seis años de testimonios, de personas que se abren para contar su dolor, y en el que los realizadores acompañaron a víctimas y supervivientes del régimen a medida que organizan la denominada 'Querella Argentina' y confrontan un “pacto del olvido” sobre los crímenes que padecieron. Agarrándose a la justicia universal y enfrentándose a la Ley de Amnistía de la transición, que impide la investigación de los crímenes de la dictadura, llevaron su caso al otro lado del charco buscando alguien que quisiera ayudarles. Desde España todo eran trabas, algo que se retrata en el filme.

El silencio de otros amplía su mirada, y no se queda sólo en las víctimas al uso. Aquellos hijos de asesinados por la dictadura, sino que se acuerda de aquellos que sufrieron las torturas de Billy el niño, o los bebés robados, que siempre se ponen como una cuestión de clase, pero que comenzó por parte del franquismo como cuestión ideológica. De hecho, ahí está el origen del documental. “En 2010, cuando salió el caso de los niños robados, nosotros vivíamos en EEUU y acabábamos de tener una niña, y nos impactó mucho”, cuenta la directora.

No es cuestión de derechas o de izquierdas, no es algo político. No hablamos de revanchas, hablamos de seres humanos

“Nos vinimos para hacer un documental cortito sobre el tema, pero cuando llegamos nos encontramos con la querella argentina, y nos dimos cuenta de que era una posibilidad preciosa para contar algo más grande, no sólo los niños robados, sino también las torturas, las fosas comunes y todas las cosas pendientes, pero contarlo desde el presente. No queríamos hacer un documental de ‘memoria histórica’, sino del presente, del legado que nos ha dejado ese pasado”, añade.

La película, producida y apoyada por Pedro Almodóvar desde su productora el deseo, se ha convertido en un testimonio fundamental que ha llegado en el momento exacto, con la exhumación de Franco en el horizonte y el debate sobre cómo compensar, o intentarlo, a las víctimas. Un debate que se ve en los hijos de la propia María Martín, divididos sobre si su madre hace lo correcto o habría que dejarlo atrás.

Chato Galante en El silencio de otros.

Carracedo cree que esta película va más allá de la ideología, y que sólo pide justicia y “crear una conversación”. “No es cuestión de derechas o de izquierdas, no es algo político. No hablamos de revanchas, hablamos de seres humanos. Si tu abuelo está en una cuneta, ¿no moverías cielo y tierra para enterrarlo dignamente?, ¿si te han torturado de joven, no querrías que tu torturador fuera juzgado con todas las garantías de la ley?”, añade la directora.

Otro de los testimonios del filme es el de Chato Galante, preso político y torturado brutalmente por Billy El Niño, una de las caras más siniestras del franquismo que cobra una pensión del estado y tiene una medalla al mérito policial -el PSOE y Podemos ya han anunciado la intención de rectificar-. Galante muestra en el documental cómo la casa de su torturador, reconocido por el estado, está a escasos cinco minutos de la suya, que hasta el año pasado, además, tenía el nombre de un general franquista. Aristas de un país que se niega a enfrentarse a su Memoria Histórica, como sí hicieron otros como Alemania, donde este hecho sería impensable.

Hay un pacto de silencio, y ese pacto, en el mismo debate de la ley de amnistía, se dice hay que llevarlo a la sociedad, y uno de los aspectos fundamentales fue la educación en nuestro país

“Llevamos 40 años de democracia, en los que se ha condecorado a torturadores y se ha posibilitado que cobren sobresueldos. Hace nada a Billy El Niño se le invitó a una celebración, y eso son problemas de hoy”, cuenta Chato Galante, que cree que aquella ley de amnistía también afectó a algo fundamental la educación, que ha hecho que los jóvenes no sepan lo que ocurrió en las cuatro décadas de dictadura. “Se estudia los reyes godos y no se sabe que se fusilaba en 1975 a gente a a través de juicios falsos. Hay un pacto de silencio, y ese pacto, en el mismo debate de la ley de amnistía, se dice hay que llevarlo a la sociedad, y uno de los aspectos fundamentales fue la educación en nuestro país, donde se sabe más de Atapuerca que de lo que pasó hace 40 años”, zanja.

A pesar de todo se muestran optimistas. Creen que algo ha cambiado. Que la gente cada vez entiende más que las heridas no se cerraron, y que aquella dictadura consiguió tapar sus crímenes impunemente. El silencio de otros lo ha mostrado a todo el mundo, y ahora el cambio parece un poco más cercano.

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