El amuleto secreto que Paula Ortiz dio a Arantxa Echevarría para que las mujeres ganen el Goya
La directora de 'La novia' dio a la de 'Carmen y Lola' un amuleto para que le diera suerte en los Premios Goya. Sólo una condición, si ganaba se lo tenía que dar a otra mujer.
Noticias relacionadas
- El conmovedor discurso del 'campeón' ciego Jesús Vidal: "¡No sabéis lo que habéis hecho!"
- El presidente de la Academia de Cine hace un guiño a Netflix y las televisiones: “No son el enemigo”
- 'Campeones' gana el partido de su vida y se lleva el Goya a la Mejor película
- Broncano colgado del techo y otros 5 momentos bochornosos de los Goya
Arantxa Echevarría llegaba muy nerviosa a la alfombra roja. Hace dos meses era la gran favorita para llevarse el premio a la Mejor dirección novel, pero en las últimas semanas otra película pequeñita, otra ópera prima hecha por otra mujer, Viaje al cuarto de una madre, se había llevado los galardones en los que competían juntas.
La directora de Carmen y Lola no sabe mentir, es honesta y sincera hasta las últimas consecuencias, y aunque admirara el trabajo de Celia Rico, veía cada vez más cerca la posibilidad de que se le escapara entre los dedos el premio a la Mejor dirección novel. Su película, la historia de amor entre dos adolescentes gitanas que se enfrentan a la sociedad, llegó como un ciclón en mayo, cuando se presentó en Cannes en la Quincena de los realizadores. Todos hablaban de ella, pero los fenómenos a veces se desinflan.
Por eso, la directora llegaba casi temblando a los Goya, con esa amabilidad que la hacen tan cercana a todos. En ese estado cercano al colapso confesaba que no había venido ‘sola’ a Sevilla, que además de todo el reparto de su película -sus 'gitanos' como se refiere a ellos con tanto cariño-, había traído un amuleto con ella. Una pieza con forma de diosa tribal para que la diera suerte.
La pieza en cuestión no venía de cualquier sitio, sino que había sido Paula Ortiz, la directora de La novia, y una de las pocas mujeres que han optado al Goya a la Mejor película y a la Mejor dirección. Lo hacía en 2016, cuando su adaptación de la obra de Lorca llegaba como favorita y caía derrotada. Ortiz se quedaba sin hacer historia. No rompió ese techo de cristal que parecía que iba a tirar a puñetazos, y muchos vieron en los ataques que recibió por cierta parte de la prensa, un machismo estructural que ataca con más virulencia a una mujer en la dirección que a un hombre.
Etxevarría enseñaba orgullosa el amuleto que le había dado su compañera, y cuando se le advertía que Ortiz cayó derrotada, ella tranquilizó a todos: es porque no lo llevaba. Ambas directoras se han profesado su respeto y admiración desde que Carmen y Lola llegó a las salas. Una sororidad que este año se ha visto durante toda la carrera por los premios entre las tres directoras noveles nominadas, y que ellas extendían siempre a las que las precedieron: Paula Ortiz, Isabel Coixet, Icíar Bollaín…
El regalo de Paula Ortiz, ese amuleto feminista, tenía una contraprestación. Si Arantxa ganaba, si el Goya iba para Carmen y Lola, tenía que comenzar una cadena de talento para impulsar a las directoras. El año que viene será ella la que tendrá que dárselo a otra mujer, a otra realizadora que haga historia y ponga su granito de arena para que cambie un sistema que sólo tiene a hombres en los puestos de responsabilidad. El mismo que le decía que no podía hacer una película de lesbianas gitanas, y que la llevó a producir ella misma su filme contra viento y marea.
La revolución será feminista o no será, también en el cine, y ha sido Paula Ortiz, recogiendo los fragmentos de su derrota y convirtiéndolas en positividad la que ha dado el primer paso. Arantxa ha puesto su piedra en el camino, un camino que como decía ella a este periódico todavía “se anda en burro”.
Creo que una sociedad hay que medirla por el sitio donde está la mujer. Tenemos que pensar mucho si España es suficientemente madura
El compromiso de Arantxa quedó claro en su discurso feminista y reivindicativo, en el que habló de la importancia de que la mujer encuentre su sitio. "Creo que una sociedad hay que medirla por el sitio donde está la mujer. Tenemos que pensar mucho si España es suficientemente madura. Querría dedicarle esta película, que es de amor, a todos aquellos que no permiten amar diferente, a aquellos que no son capaces de ponerse en la piel de la minoría y del distinto", comenzó.
Su activismo quedaba patente, igual que esos nervios que se hacían presentes al tener por fin el Goya en sus manos: “se lo dedico a aquellos que creen que no es necesaria una ley de violencia de género, aquellos que piensan que no se necesita apoyo del colectivo LGTBI. A los que piensan que el aborto no es parte de la sanidad pública. Aquellos que creen que el cambio de sexo no debería estar en la sanidad pública. Se lo dedico para que, por favor, vayan a ver la película de gitanas, mujeres y lesbianas".
El amuleto de Paula Ortiz había surtido efecto, y Arantxa se llevaba un premio que reconoce su fuerza y su valentía a la hora de rodar y hablar. La importancia de Carmen y Lola trasciende lo cinematográfico, y su directora también. Ahora le toca pensar muy bien a quién cede esa pieza de la suerte para hacer que el talento femenino conquiste el cine español.