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Festival de Cannes, mayo de 2018. Una de las pocas mujeres a competición, la libanesa Nadine Labaki, presentaba su película en la Sección Oficial a concurso. La anterior realizadora que lo había hecho unos días antes, Eva Husson, había sido recibido con improperios en castellano al acabar la proyección. El resultado para Labaki, cuyas películas suelen triunfar entre la audiencia (ahí están los premios del público que ganó en San Sebastián por Caramel y ¿Ahora a dónde vamos?), no fue mucho mejor.

Aunque Cate Blanchett acabara su proyección rota en un mar de lágrimas, la crítica más sesuda comenzó una campaña en contra Cafarnaúm. La acusaban de ‘pornografía emocional’, y de manipuladora. Según ellos, la historia de un niño libanés que demanda a sus padres por haberle dado la vida en un mundo que se va a pique, no merecía estar ni siquiera en Sección Oficial.

Los rumores de premio en las últimas jornadas crearon una ola de comentarios despectivos que culminaron en un aspiro aliviado de sus ‘haters’ (casi todos hombres) cuando vieron que no se llevaba finalmente la Palma de Oro y se conformaba con el Premio del Jurado. Labaki ha convivido desde entonces con esos comentarios, pero el filme ha seguido su paso firme por los festivales hasta culminar en una nominación al Oscar a la Mejor película de habla no inglesa, la primera para una mujer árabe. Labaki habla con claridad, y tiene claro que hace el cine que quiere y que la realidad siempre es mucho más dura.

Los dos niños protagonistas de Cafarnaum.

Cafarnaúm habla de la dura situación de los niños en el Líbano, también de la responsabilidad de los padres, pero ante todo parece que lo que dice es que lo que no funciona es el sistema.

Eso es. Para mí, aunque no me gusta hablar ‘del mensaje’ de una película, es que falla el sistema entero. Yo culpo al sistema. Los padres son unas víctimas y culpables a la vez. Estamos en un sistema caduco que agoniza. Los niños son las víctimas de ese sistema que no funciona, que no encuentra soluciones y que por ello les excluye. Esas personas viven en el límite de nuestras sociedades, son invisibles, no tienen papeles y casi ni identidad. Sí, claro que el sistema no funciona.

El sistema no funciona pero no parece que vayamos a mejor, los políticos cada vez ponen más fronteras y aumenta el voto a la extrema derecha, ¿qué ocurre o qué podemos hacer?

Es el gran debate y por eso hago esta película. No tengo la solución, lo único que intento hacer es poner una lupa en el problema. Yo no tengo la solución, el sistema falla y va a peor. No somos conscientes de las generaciones de miles de millones de niños que están creciendo enfadados, con odio, con rencor por cerrar las fronteras. Esta gente lo único que busca es sobrevivir, tener una vida, es todo lo que piden. Las restricciones para mí no son la solución, y sólo crean más y más odio. Es una catástrofe.

Esta gente lo único que busca es sobrevivir, tener una vida, es todo lo que piden. Las restricciones para mí no son la solución, y sólo crean más y más odio. Es una catástrofe

¿Cree que a una parte de la crítica no le gusta ver estas realidades? Yo estuve en el pase de Cannes y escuché la respuesta de parte de la crítica.

Sí, creo que es verdad. El problema es tan grande, que a nivel individual no quieres verlo, uno prefiere ser como el avestruz que mete la cabeza. Y cuando alguien le hace mirar por esa lupa al problema no le gusta. Es fácil decir las cosas que se dijeron sobre mi película en vez de ir a mirar la realidad, que es incluso más dura que lo que yo muestro. En una sola familia están todos los problemas que yo cuento. Por supuesto los padres no tienen papeles, ninguno de ellos. A las niñas, en cuanto tienen su primer periodo, las venden para casarse porque no hay dinero. Uno de los hijos varones, seguro, cometerá algún crimen y acabará en la cárcel. Otro acabará siendo víctima del tráfico de seres humanos. Todo eso en una familia. No es una fantasía. Hay niños siendo vendidos ahora mismo en todos esos países, y nadie habla de ellos. Cuando se dan las estadísticas, y he hecho muchas investigaciones para esta película, nunca se da un numero exacto, te dicen que es imposible hacer esas estadísticas, y es porque nadie quiere decirlo. Nadie quiere hablar del problema.

¿Es obligación del cine hablar de ello, tomar el papel que no están tomando los políticos?

Sí, es nuestro deber como artistas, no es una opción. Debemos cambiar las cosas con el arte, involucrarnos en la vida de los demás. Para mí, el arte significa involucrarme políticamente cada vez más y proponer cosas.

Es nuestro deber como artistas cambiar las cosas con el arte, involucrarnos en la vida de los demás. Para mí, el arte significa involucrarme políticamente cada vez más

¿Y cree que una película puede cambiar algo?

Creo en el poder del cine, y que una película tiene más poder que cualquier discurso político, porque no es solo palabrería, sino es algo que ves. Los políticos lanzan su discurso, pero el cine tiene el poder de que ves el problema, de que te hace identificarte con esa gente. Ves la vida de otros seres humanos, sus emociones, sus situaciones. La gente siente, reacciona a los problemas de otros. Es más poderoso cuando usas el cine para eso, para mostrar los problemas de la gente, y creo que es una de las soluciones que podemos dar.

Rodó justo después de haber tenido su segundo hijo. ¿Sigue siendo más difícil ser cineasta para ser mujer, y no cree que parte de las críticas que surgieron puede tener que ver con eso, con que es una mujer?

No lo sé…. No sé, creo que consideran que una mujer es demasiado emocional. Esa crítica que un hombre suele hacer a una mujer cuando está enfadada, que le dice: ‘¿qué pasa, tienes la regla?’. No es a primera vez que me lo dicen. No sé, si es por eso, pero fue muy duro. En este rodaje estaba dando de mamar a mi hijo mientras rodaba, no comía con el equipo porque me iba a dar de comer a mi hijo, me daba una ducha y volvía al trabajo. No sé si expresar esas emociones fue demasiado para cierta gente. No creo que sea demasiado.

Mucha gente habla ahora de ese término, que se lleva mucho, la ‘contención’. Te dicen que hay que ser contenidos, no expresar la emoción y que todo vaya por dentro. Creo que eso es contra natura, no creo en eso, y creo que se ha convertido en una moda. La gente ve una película en la que una mujer llora cuando ha perdido a su hijo y dice que es demasiado, perdona pero no lo es. Una mujer que pierde a su hijo llora, lo siento, no se contiene, y si quieres que seamos verdaderos a la emoción humana esa contención no es real. No seré ‘cool’,pero es así.

Fotograma de Cafarnaúm.

Lo contrario a esa contención es la ‘pornografía emocional’, que es un término que usan contra sus películas.

Es un término que aprendí en Cannes cuando empecé a leer las críticas, que me decían que hacía porno miseria’ o ‘pornografía emocional’… ¿qué quiere decir eso, de verdad?, ¿es por mostrarte mis emociones? Si mostrar mis emociones quiere decir que hago porno emocional pues entonces lo hago, no me importa, no me importa lo que digan, pero no me van a convertir en una cínica que sólo analice todo. He hecho esta película con mi instinto, y ese instinto me llevó ahí.

Estaba tan enfadada, tan frustrada… quería expresar tanta ira… Y es que es la realidad, y repito, la realidad es peor. Si hubiera querido podría haber mostrado violaciones, abusos, niños golpeados, cosas que ocurren realmente y que les pasan de verdad a esos chicos. Esas personas que me dicen eso no han visto nada, no saben de lo que hablan. Pero está bien, no pasa nada. No podemos gustar a todo el mundo, pero no me van a convertir en una cineasta cínica.

Sus anteriores películas tenían un halo de cuento que esta no tiene, ¿cómo plantea su cine a partir de ahora?

Las películas vienen de las obsesiones del momento, y no sé en unos años dónde iré o dónde estaré, lo que sé seguro es que este realismo lo quiero llevar más lejos todavía. Esto es lo que quiero hacer, explorar más el realismo, el 'cinema verité', ir más lejos y decir la verdad.

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