Los Oscar están intentando lavar su imagen desde hace unos años. Las acusaciones de racismo y de haber creado una academia hecha por y para hombres blancos, viejos y heterosexuales, siempre habían estado allí, pero gracias a golpes de efecto como esa foto con Denzel Washington y Halle Berry ganando el premio acallaban las críticas.
Pero mientras la sociedad avanzaba y se iba haciendo más consciente de la necesidad de tener nominados y académicos más diversos, Hollywood miraba hacia otro lado, hasta que la situación explotó con las nominaciones para los Oscar de 2016, en la que ningún actor candidato al premio era negro. No era por falta de opciones, los Globos de Oro habían incluido a dos de ellos unos meses atrás, pero en esta ocasión se quedaron fuera.
Era la primera vez que la Academia se enfrentaba a un escándalo en época de redes sociales, y las consecuencias no se hicieron esperar, las redes sociales comenzaron a arder con el hashtag #Oscarsowhite que pedía más diversidad en los premios. Gracias a aquel movimiento social en la institución se ha apostado por cambiar su base de votantes, rejuvenecerlos e incluir a minorías infrarrepresentadas hasta el momento.
Hay que ser muy inocente para no pensar que aquella revolución fue clave para el triunfo de Moonlight por encima de La La Land cuando el musical de Damien Chazelle había arrasado en todos los premios previos. El mismo Spike Lee reconocía este año que sin aquel movimiento él no hubiera sido nominado como Mejor director este año después de todas las veces que la Academia le había ignorado.
Cuando parecía que la tormenta había pasado, unos comentarios racistas de un actor hacia Yalitza Aparicio, nominada por Roma, en los que la llamaba “pinche india”, han resucitado el lado racista de una industria que ha vivido muchos momentos xenófobos a lo largo de su historia.
Marlon Brando rechaza este Oscar debido al maltrato a los indios estadounidenses en la actualidad por la industria cinematográfica y en la televisión
Incluso en aquellas fechas especiales en las que se daba un paso hacia adelante, se mostraba que las personas de color estaban por debajo del resto. Que se lo digan a Hattie McDaniel, la primera persona de color en recibir el Oscar en 1940. Lo hacía como actriz secundaria por Lo que el viento se llevó. McDaniel no pudo sentarse junto a sus compañeros en la gala por ser negra. Cuando anunciaron su nombre, subió al escenario desde una sala adyacente, recibió el aplauso de sus compañeros y volvió a la estancia separada de los demás.
Su premio no cambió nada. Los derechos de los negros siguieron bajo mínimos y tuvieron que pasar décadas para que otro actor negro ganara el premio. Por eso no es raro que en 1988 Eddie Murphy se saltara el guion y siendo la estrella más taquillera hiciera un discurso acusando de racismo a los Oscar diciendo que no trataba bien a los negros, que sólo dos habían ganado el premio hasta aquel momento y que sabía que él después de hacer eso tampoco lo haría. Sembró la semilla de aquellos #Oscarsowhite que ahora recordamos tanto, pero que tuvieron en aquellas palabras su inicio.
El problema es que nadie hizo caso a Eddie Murphy, porque si se hubiera hecho se hubieran vivido tantos momentos racistas, o se hubiera roto ya esa estadística horrible que dice que ninguna película hablada en un idioma que no sea inglés haya ganado. Ninguna. Ni Kurosawa, ni Fellini, ni Bergman. Ninguno de ellos rompió esa barrera. Tampoco éxitos de taquilla y crítica como Tigre y Dragón o La vida es bella lo lograron. Roma podría hacer historia por ese motivo, pero ese es uno de las barreras hacia su victoria.
Por supuesto ningún actor asiático ha ganado el Oscar a la Mejor actriz o Mejor actor principal, y este año Crazy Rich Asians era nominada en los Globos de Oro e ignorada en los premios de la Academia, que ya vivieron una polémica hace un par de años con la comunidad asiática cuando Chris Rock hizo una broma sobre niños chinos como contables y explotados construyendo teléfonos móviles.
Uno de los problemas de Hollywood es que hasta que alguien no la lía en el escenario o después, nadie presta atención. Sobre todo ahora, con las redes sociales en plena ebullición. Si en época de Twitter ocurriera lo que pasó la noche del 27 de marzo de 1973, sería Trending Topic toda la semana. Marlon Brando ganaba el Oscar al Mejor actor, y en su lugar subía una india Apache que rechazaba el premio “debido al maltrato a los indios estadounidenses en la actualidad por la industria cinematográfica y en la televisión y las películas...y también por lo ocurrido recientemente en Wounded Knee”. Uno de los momentos en los que quedó más claro que Hollywood y el racismo iban demasiado de la mano.