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Entre 1986 y 1991 el padre Preynat abusó de al menos 85 niños. Muchos lo contaron a sus padres, que se quejaban al colegio. La Iglesia francesa les prometía que actuarían, y lo que hacían era mover al cura de colegio. Sin embargo siempre estuvo al frente de los scouts, su particular campo de acecho a los menores a los que destrozó la vida.

Muchos de los casos habían prescrito, pero varias víctimas se pusieron en contacto entre ellos y formaron la asociación Palabra Liberada para encontrar víctimas que hablaran y alguna que no hubiera prescrito. Preynat nunca negó los hechos, pero en la investigación salió algo todavía más oscuro. El cardenal Philippe Barbarin, una de las máximas instituciones de la Iglesia en Francia y que hasta sonó como Papa, había encubierto los abusos y había mantenido al pederasta en su puesto hasta 2015.

Un tribunal llegó a condenar a Barbarin a seis meses de cárcel por ocultar los sucesos entre 2014 1 2015 en una sentencia histórica. Él puso su cargo a disposición del Vaticano,pero el Papa no lo aceptó. Una decisión criticada por todos al desprender tolerancia hacia los abusos a menores cometidos por la institución.

Tráiler de Gracias a Dios

Es en esos dos años de investigación donde se centra Gracias a Dios, la magnífica película de François Ozon que llega a las salas españolas después de triunfar en el festival de Berlín y en la taquilla del país vecino, donde lleva más de 900.000 espectadores. Ozon apuesta por la sobriedad, por un tratamiento casi periodístico que narra con precisión quirúrgica el camino de tres víctimas de Preynat y cómo intentan que Barbarin actúe. Ellos formarán la asociación que hace que todo explote.

El filme, que analiza los hechos tomando distancia, ha estado a punto de no estrenarse. A pesar del éxito en festivales, los abogados de Preynat intentaron prohibirlo y tuvo que resolverse en un juicio en los límites de la fecha elegida. Ozon reconoce que lo pasó “muy mal” durante el proceso a pesar de que sus abogados le decían que no se preocupara. “Imagínate, preestrenos por toda Francia, todos aplaudiendo la película, las críticas magníficas… y sin embargo nos costaba disfrutar de ello porque no sabíamos si se podía estrenar o se podía posponer sin fecha”, cuenta a EL ESPAÑOL el realizador.

Hay sacerdotes y obispos de la Iglesia en Francia que ha ido a denunciar a la policía, lo hicieron sin parpadear. Por eso su caso es tan enorme

Todos pensaban que no tendrían problemas “porque todo lo que decimos en la película estaba publicado, estaba dicho, y efectivamente tenían razón, porque la justicia hizo una mención al final de la sentencia diciendo que la película era de utilidad pública. Preynat ahora ha apelado y piden algo ridículo: que se prohíba una película que ya la han visto más de 900.000 espectadores en Francia. En mayo hay un nuevo juicio”. Ozon destaca que la prensa religiosa y los creyentes han elogiado la película y que han ido a verla, y eso le deja tranquilo.

El director, que muchas veces ha sido descrito como un ‘enfant terrible’ del cine francés, nació en el seno de una familia católica y tuvo una educación religiosa. “Pero pronto sentí una hipocresía entre los textos del evangelio y el comportamiento de la gente y perdí la fe. Creo que no estaría mal que la Iglesia volviese a los textos del nuevo testamento donde se habla de proteger a los débiles, a los más necesitados,porque hoy en día lo que hace es proteger a una institución y no a los que lo necesitan”, apunta.

Fotograma de Gracias a Dios.

Ozon, tan verborreico otras ocasiones, mide con esta película todas sus palabras, e intenta no ofender de más, por eso deja claro que no todo es “blanco o negro”. “Hay sacerdotes y obispos de la Iglesia en Francia que ha ido a denunciar a la policía, lo hicieron sin parpadear. Por eso su caso es tan enorme, porque la importancia de Barbarin es tan grande, podría haber sido Papa. Por ejemplo el obispo de Orleans se comportó muy bien, denunció”, explica.

Una de las mayores decepciones para él fue la decisión del Papa de no aceptar la dimisión de Barbarin, algo que cree que “representa realmente lo que es la Iglesia hoy en día, habla mucho y no hace nada. Por ejemplo en Francia los católicos esperaban que aceptara la dimisión, era simbólico, pero no lo ha hecho,si se aceptaba podían pasar página entre comillas, pero no lo ha hecho”. Un caso que considera muy importante, porque nunca un obispo tan importante había sido condenado por encubrimiento: “Para mí es un primer paso, es como un electroshock para la iglesia. Estamos hablando de siglos de silencio donde no ocurría nada y ocurre por fin algo. No es enorme, pero es algo. Y los fieles y la jerarquía se dan cuenta de que si no pasa algo la Iglesia está llamada a desaparecer”.

Su posición es la de intentar entender distintos puntos de vista, y por ello la película da voz a varias víctimas, una de ellas religiosa que sigue creyendo en Dios a pesar de los abusos, porque Ozon cree “que hay que separar la fe de la institución”. Un filme necesario y tan sobrio al que nadie podrá poner un solo pero. Un logro del realizador francés que pone el dedo en la llaga.

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