El pueblo de Castilla y León que quería ser parte de Euskadi y terminó siendo Suiza
Llega a la gran pantalla la producción que critica a los nacionalismos desde el humor y el amor entre protagonistas de diferentes comunidades.
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Imaginen por un momento un pueblo castellano que, por diversos motivos, quiere ser parte del País Vasco. Ese municipio se llama Tellería. Pese a su pertenencia a la comunidad de Castilla León, abundan ikurriñas y sidrerías vascas por todo el pueblo. El idioma se les resiste pero el fanatismo por el Athletic y la pelota vasca lo llevan con orgullo.
El director vasco Kepa Sojo estrena este viernes 26 de abril su nueva película: La pequeña Suiza. El largometraje, en el cual han contado con la colaboración de Netflix y RTVE, destaca por la presencia de actores como Karra Elejalde, Jon Plazaola o Ingrid García-Jonsson.
Tellería es un pueblo castellano situado en el corazón de Euskadi. La mayoría de sus ciudadanos quieren ser parte de la comunidad vasca pero existe una minoría que alega que son "más de Burgos que la morcilla". No obstante, todos los intentos de unirse al País Vasco quedan en nada por culpa de la Junta de Castilla y León y la pasividad del gobierno vasco.
Es entonces cuando Yolanda, interpretada por Maggie Civantos, descubre una cripta secreta en el santuario del pueblo. Allí descansa el sepulcro de Walter Tell, hijo del libertador suizo Guillermo Tell. La película rescata una figura medieval como lo es el héroe de Suiza. No existen documentos que prueben su existencia pero las leyendas lo describen como el precursor del levantamiento contra la dinastía de los Habsburgo.
Junto a la tumba encuentran un manuscrito donde se decreta que Tellería, Tellstadt en suizo, es parte de Suiza. "Los vascos no nos quieren. Castellanos no queremos ser... ¡Seamos suizos!", comenta con acento norteño el alcalde del pueblo. A partir de ahí, Tellería adopta las costumbres más antiguas de Suiza, sus comidas, bebidas y cantos folclóricos para que el gobierno suizo acepte la anexión. Muchos se preguntan cómo un territorio homogéneo como Suiza podría integrar a un pueblo a más de 1.500 kilómetros. “Estamos más cerca de Ginebra que de Lanzarote”, responde uno de los vecinos.
La comedia no conseguirá unanimidad en el pueblo. Entre gritos de "¡gora Suiza!", quienes todavía se sienten vascos y los partidarios de seguir formando parte de Castilla y León unirán sus fuerzas para atentar contra el sepulcro de Walter Tell; si no hay tumba, no habrá anexión a Suiza.
La trama deja en evidencia las contradicciones de un tema candente a día de hoy: los nacionalismos. Con un inicio en el que los protagonistas quieren por encima de todo ser parte de Euskadi, la película da un giro en el que los mismos personajes quieren, de la noche a la mañana, literalmente, ser habitantes suizos. Además, la unión entre españoles y vascos deja entrever que ante un enemigo común, Suiza en este caso, las similitudes pesan más que las diferencias.