Siete películas españolas. Siete argumentos en torno a la relación entre una mujer y un hombre: en eso consiste el nuevo ciclo que se inaugura hoy en la Sala Berlanga, organizado por la SGAE y Clásicas y Modernas -asociación que trabaja por la igualdad de género en el ámbito cultural-. Cuenta su fundadora, Laura Freixas, que también ha organizado ciclos anteriores, que cree que este “ha quedado redondo”, porque en otras temáticas -ahí “mujeres poderosas”, por ejemplo- es difícil encontrar ejemplos en la ficción. “Es un tema que se representa muy poco y, cuando se hace, es fácil ver cómo las películas sobre reinas siempre acaban mal. Es una característica de la cultura patriarcal: las mujeres poderosas siempre son odiosas, desgraciadas o ridículas. También me fue complicado encontrar filmes que hablasen de ‘mujeres maestras’, de madres simbólicas, porque están ausentes de la sociedad y de la cultura”.
Lo fácil, relata, es pintar a las mujeres como madres o hijas, o, mucho mejor, como marujas. También esta ocasión, que aprovecha para reflexionar sobre las relaciones sentimentales y sexuales entre hombres y mujeres, es sencillo explayarse, porque “el gran tema de la vida de las mujeres ha sido su relación con los hombres”: “Para ellas, el amor es mucho más influyente y determinante que para un hombre. Para ellos su vida está marcada por su posición social o por su nombre”.
La solterona y el mito de la extranjera
Ahí Calle Mayor (Juan A. Bardem, 1956), una película “emblemática por la maldición de la soltería y por el maltrato psicológico de engañar a una mujer con una falsa historia de amor”: “Habla de ese viejo patetismo de la solterona, que es un personaje que afortunadamente ha desaparecido del mapa. Era horrible. La sociedad retrataba a la mujer así y ella lo vivía como un fracaso”.
O Ana y los lobos (Carlos Saura, 1972), que muestra “una España machista por parte de los hombres, pero a la vez reprimida por ellos también”: “Es una gran representación del mito de la extranjera. Cuando yo era pequeña existía el ‘mito de la sueca’: una mujer liberada y emancipada sexualmente que provocaba, por una parte, un gran deseo y una gran curiosidad a los hombres, y, por otra, también generaba mucha hostilidad ante el macho ibérico”. En Asignatura pendiente (José Luis Garci, 1977) se recupera ese espíritu de la Transición en el que se fantaseaba con una ciudadanía resarcida de la represión y del puritanismo: “Era lo de ‘vamos a poder follar como descosidos’ y llevar a cabo las fantasías que hemos tenido que reprimir”, sonríe Freixas.
Maltratadores o ausentes
Dice la experta que Función de noche (Josefina Molina, 1981), refleja “el fracaso de una pareja” y prima, como en todas, el machismo: “En todas estas películas yo veo a mujeres más o menos inocentes y más o menos bienintencionadas que se topan con hombres… no buenos y malos, pero sí con tipos que se aprovechan de esa educación que han recibido las mujeres. Han sido educadas para la ingenuidad y la pasividad, para entregarse a un sólo amor; han sido educadas para los grandes sentimientos. Los hombres, sin embargo, estaban educados para acostarse con muchas mujeres y para no apegarse sentimentalmente. Ambos modelos son negativos”.
Ojo también a El batallón de las sombras (Manuel Mur Oti, 1957), que abre el ciclo; a la exquisita Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003), que refleja con sutileza absoluta una relación de violencia de género; sin desestimar Elisa K. (Judith Colell y Jordi Cadena, 2010), que narra la vida secreta de un abuso sexual. “La sensación general que deja el ciclo es bastante imparcial, porque la mitad de las películas las han dirigido hombres y la otra mitad mujeres. Es imparcial el retrato de las parejas, pero a pesar de ello, los hombres siempre aparecen de dos maneras: como maltratadores o como ausentes. No se implican emocionalmente”, narra Freixas. Ambos, hombres y mujeres cineastas, adquieren una posición de denuncia hacia la situación. “Por parte de ellas hay reivindicación, por parte de ellos, empatía”.
Ellos para el sexo, ellas para el amor
¿Hay algún hombre que ame en la sala -en realidad, en la pantalla-? ¿O es que aman mal? “La cuestión sería qué entienden ellos y qué entendemos nosotras por amor. Las mujeres, y hablo de las protagonistas de las películas de este ciclo, se entregan más porque en el pasado y en gran parte del presente es difícil para ellas realizarse en otros términos”, sostiene. Nos educan para el amor: como diría Kate Millet, “el amor ha sido el opio de las mujeres; mientras nosotras amábamos, ellos gobernaban”.
Señala Freixas el polémico anuncio del Corte Inglés: “Hay un desfase tremendo entre el pensamiento feminista y el pensamiento de la cultura convencional: ¿cómo un anuncio así ha podido ser pensado por alguien y después ha pasado todos los filtros…? Esto significa que gran parte de la sociedad sigue pensando que una mujer por definición, por gusto o naturaleza, siente que su destino es entregarse y no tener vida propia. Nada de egoísmo. No quejarse nunca”.