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En 1992 todo parecía de color de rosa en España. Los Juegos Olímpicos de Barcelona, la expo de Sevilla… nuestro país empezaba a oler a modernidad y presumía por todos los sitios al ritmo del Amigos para siempre de Los manolos que se convirtió en un himno del momento. Pero el 13 de noviembre del mismo año, España se llevó un bofetón de realidad. La parte más oscura de nuestro país saldría a la luz con la desaparición de tres menores, Toñi, Miriam y Desirée, en el pequeño pueblo de Alcàsser, en Valencia.

Las jóvenes habían quedado aquella noche para ir a una discoteca en la cercana localidad de Picassent, para lo que hicieron autostop. Nunca más se supo de ellas. 75 días más tarde, y con el caso convertido en el acontecimiento mediático de momento, los cuerpos aparecieron en un monte cercano dando lugar al caso más rocambolesco de la crónica negra de nuestro país.

Se detuvo a una persona, Miguel Ricart, y se persiguió a otra, Antonio Anglés, que huyó y nunca fue encontrado. Lo que siguió a este crimen fue mucho más allá que una simple investigación. El asesinato (tras torturarlas y violarlas) sacó lo peor de nuestra sociedad: los medios se aprovecharon, los arribistas sacaron tajada de las víctimas, y se creó un estado de confusión en el que sólo se hablaba de Alcàsser. Todos tenían una teoría, una opinión, un asesino… No hubo un telediario que no abriera con el caso. Rosa María Mateo, Miguel Campo Vidal, Angels Barceló... todos dedicaron sus noticias al caso.

Tráiler de El caso Alcàsser

Todo esto es lo que recorre el excelente documental de Netflix El caso Alcàsser, producido por Ramón Campos (Bambú) y dirigido por Elías León, y que analiza minuciosamente -en cinco capítulos que se estrenan este viernes a nivel mundial- todas las sombras del caso y todo lo que supusieron aquellos meses. Pone especial atención en la investigación y en las dudas que desde el primer momento despertó en uno de los padres de las víctimas, Fernando García.  El padre de Miriam se convirtió en la estrella mediática del momento por sus apariciones televisivas junto al otro gran personaje del documental, Juan Ignacio Blanco, periodista de oscuras intenciones y teorías escabrosas que se lucró cada día en Esta noche cruzamos el Mississippi. García y Blanco, que sigue sacando partido de su teoría de la conspiración, se dedicaron a subrayar las chapuzas de un caso con demasiadas incógnitas. Estas son las claves del ‘true crime’ más esperado del año.

Teoría de la conspiración

Fernando García necesitaba una víctima que saciara su dolor, y no la encontró en Ricart, un pobre hombre pusilánime que ni siquiera era el cabecilla de aquel crimen. Las chapuzas y unas cuantas incongruencias en la investigación le llevaron a pensar que podía haber más gente implicada, incluso personalidades importantes. Esto le enfrentó al resto de las familias, y hasta le hizo pedir que se cancelara el juicio contra Miguel Ricart, único detenido, porque eso supondría cerrar el caso.

El documental de Netflix revisa toda esta teoría de la conspiración y da voz a sus dos defensores, García y el investigador Juan Ignacio Blanco, periodista de Esta noche cruzamos el Mississippi, programa de Pepe Navarro, que se convirtió en su principal aliado en la defensa de que se quería tapar lo que realmente había ocurrido.

Fernando García y Juan Ignacio Blanco en Esta noche cruzamos el Mississippi.

Las sombras que estos señalan todavía levantan la duda en el espectador. ¿Por qué no encontraron sangre en los colchones donde las violaron ni en la ropa?, ¿cómo es posible que tampoco se vieran pelos ni semen de ninguno de los dos supuestos criminales?, ¿cómo escapó Anglés?, ¿cómo aguantó una receta médica en aquel monte con el nombre del hermano de Anglés durante más de dos meses en pleno invierno? Muchos, entre ellos Fernando García, se encargaron de destacar una y otra vez los agujeros de la investigación desde el primer minuto, ya que ni siquiera se sacaron imágenes del momento de desenterrarlas, y permitieron que Anglés escapara por la ventana de su domicilio con la policía rodeando la zona.

A todas estas dudas provocadas por la investigación, se suman dos acontecimientos que incendian la mente de García. El primero es el cambio de testimonio de Ricart. Primero se autoinculpa y da una descripción hiper detallada del crimen. Más tarde, rectifica y asegura que fue torturado para decir aquello, que él no cometió el crimen, y que todo es una conspiración. Además, cambia de abogado dos veces, lo que muchos atribuyen a la presión de las altas esferas.

García pide una segunda autopsia, y ahí todo se descuadra. El catedrático Luis Frontela -que mantiene su versión-, primero defiende la primera realizada, pero después hace una nueva -pedida por el padre de la víctima- y asegura encontrar sangre, semen y pelos de hasta siete personas en la moqueta donde envuelven los cuerpos. Los pelos podrían ser de otras personas que han estado ahí, pero ninguna (al menos con las pruebas del momento) pertenece a las víctimas o el inculpado. Pero el documental deja una duda sobre este testimonio. Frontela tuvo un mes para analizar los datos encontrados, pero nunca los mandó a ningún laboratorio y esperó a que le retiraran la alfombra de marras para quejarse sobre los forenses de la primera autopsia asegurando que habían destruido la posibilidad de encontrar a los asesinos.

Elías León, el forense Luis Frontela y Ramón Campos.

Sensacionalismo en prime time

Con el crimen de Alcàsser las televisiones recordaron que a la gente le gustan los sucesos, las historias truculentas. Desde la desaparición de las niñas los dos periodistas del momento, Paco Lobatón y Nieves Herrero desde sus programas Quién sabe dónde y De tú a tú en TVE y Antena 3, volcaron los contenidos de sus programas a investigar e informar sobre el caso. Lo que terminó sucediendo fue una pelea por la exclusiva que les llevó a la desinformación.

Las llamadas diciendo que habían visto a las niñas en todas las puntas del mundo se sucedían, y el tratamiento del tema fue cada vez más amarillo hasta que llegó a su cima el día de la aparición de los cadáveres. Ambos de desplazaron allí, pero fue Nieves Herrero la que tocó techo con lo que muchos han considerado el comienzo de la telebasura. Realizó un directo desde el auditorio del pueblo en el que tuvo a todas las familias de las víctimas compartiendo su dolor con millones de telespectadores. Sus lágrimas, su duelo, su trauma, fueron retransmitidos y explotados. Herrero, que se ha negado a participar en el documental, escarbaba en la mugre hasta sacar porno emocional de aquellas personas.

Nieves Herrero con el directo desde Alcàsser el día que encontraron a las niñas.

Lobatón sí sale en el 'true crime' de Netflix, y reconoce que no se hizo todo bien aquellos días. Aquel sensacionalismo en prime time se vio también acrecentado por la presencia mediática de Fernando García, padre de una de las víctimas, que dice claramente que él sabía que tenía que usar los medios, si no, la muerte de esas niñas caería en el olvido. García se convirtió en la persona que más salía en las televisiones de nuestro país, y las muestras de ayuda, también económicas, fueron numerosas. Parecía que con la detención de Ricart y la búsqueda de Anglés (varios de sus hermanos y hasta su hija, a la que no conoció, participan en el documental) todo se calmaría, pero Fernando García destapó la caja de los truenos.

Circo mediático

Fernando García y su dolor se convirtieron en un símbolo de un país roto por el suceso. Se creó un juicio paralelo que apoyaba la teoría de la conspiración, que luego se desmontó en el juicio, pero que García se encargó junto a Blanco de airear y promover por los platós televisivos. Pepe Navarro se aprovechó desde su late night, donde cada noche presentaban una teoría más macabra y truculenta. Eran las estrellas catódicas del momento, y sus declaraciones hicieron que hasta la acusación popular les abandonara ante las barbaridades que declararon.

Sectas satánicas, snuff movies, amputaciones… todo valía por unas décimas de audiencia. Juan Ignacio Blanco llegó a dar nombres de altos cargos que decía estaban involucrados y que se habían inventado. Tuvieron que pedir perdón y fueron condenados a multas por sus declaraciones. Ambos robaron el informe judicial y lo llevaron a la audiencia, ante las que pusieron fotos de los cuerpos. Misteriosamente siempre de la víctima cuya madre se enfrentó a ellos públicamente. Las presiones y denuncias aumentaron, y el cierre del juicio bajó el suflé de Alcàsser, pero ambos siguieron lucrándose. Navarro también se aprovechó de la familia de Antonio Anglés, el asesino huido. Una familia humilde llena de problemas que vieron en la televisión una forma de salir de su miseria y fueron acribillados en televisión.

El circo mediático creado continuó, y el documental lo sigue hasta la actualidad. Crearon una fundación 'Niñas de Alcàsser' que recaudó casi 50 millones de pesetas y que nunca ayudó a nadie. Fue denunciada por estafa y ambos reconocieron que se habían quedado el dinero y que otra parte era para seguir investigando la teoría de la conspiración.

Entierro de Las niñas de Alcàsser.

García, en la actualidad, sigue creyendo en esa vía, y vive anclado a una esperanza que nadie más tiene. De hecho sigue confiando en Juan Ignacio Blanco, que sacó un libro con sus teorías que fue obligado a retirar de las tiendas, pero que sigue vendiendo por sus redes sociales. Alimenta a día de hoy el morbo por internet, da charlas, y hasta se ha sacado un nuevo as en la manga: una cinta donde se ve a personalidades importantes torturar a las víctimas. Una cinta que según él ha visto Fernando García, algo que niega (aunque cree en su existencia), y que le dio un cura (que también lo niega). Blanco cuenta en el documental este dato, pero no enseña el contenido y dejó de cogerles el teléfono tras esa última entrevista.

Feminismo

El caso Alcàsser concluye con una interesante visión desde el punto de vista feminista. Puede que porque no hayan encontrado un giro en la investigación, como si pasaba en Muerte en León, o simplemente porque han apostado por un cierre diferente, el documental da su última voz a la maestra de las niñas, que cuenta como el tratamiento de los medios y la sociedad fue un varapalo a la libertad de las jóvenes, que a partir de ese momento crecieron aterrorizadas.

Se construyó un relato en torno a la culpa y al miedo. "Si esas niñas no hubieran hecho autostop…", "Si no hubieran ido a la discoteca…" Y así se tapó el origen del problema, una sociedad donde el hombre cree que tiene poder sobre la mujer y derecho a hacer lo que quiera. Toñi, Miriam y Desirée no fueron las primeras víctimas de violencia machista, ese término que ahora la extrema derecha quiere quitar, pero sí que fue el punto de inflexión para que algo cambiara.

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