Ken Loach: “Las clases altas apoyan el fascismo cuando se sienten amenazadas”
El director ha recogido el premio 'Masters of Cinema' en el Atlántida Film Fest, donde ha hablado con EL ESPAÑOL de su carrera y de política.
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Ken Loach acaba sus discursos con el puño en alto. No es un gesto baladí, no es postureo. En su enjuta figura de 83 años ese puño levantado es la señal inequívoca e irrefutable de su compromiso con la lucha obrera. Una batalla que ha desarrollado en su cine desde hace 50 años, cuando estrenó Kes, hasta la actualidad, en la que es de los pocos directores que acierta a mirar en las grietas de una sociedad que machaca a las clases más bajas.
Este martes levantó el puño delante de la reina Letizia tras emocionar al público que acudió a la inauguración del Atlántida Film Fest -hasta el 7 de julio en Palma y todo el mes con proyecciones online- en Mallorca. Por la mañana aclaraba que era republicano, que creía que “la monarquía era la cúspide del sistema de clases” y que no conocía personalmente a ningún monarca, pero que ante todo era una persona educada. Por si acaso pidió que ese gesto no se tomara con “colaboracionismo”.
No hacía falta. Después de ver su monólogo contra los fascismos y el poder del cine nadie puede decir que ha perdido un ápice de activismo. El mismo que demuestra en su último filme, Sorry we missed you, sobre la uberización del empleo, y el que saca a relucir en esta entrevista con EL ESPAÑOL.
Hace cinco años anunció que se retiraba, y sin embargo ya lleva dos películas. ¿No sé si fue el hecho de ver que no había cambiado nada desde que empezó a rodar lo que le hizo volver?
La verdad es que eso lo dije rodando al oeste de Irlanda, en un lugar muy húmedo, con los pies mojados y hundiéndonos en el barro. En ese momento pensé que yo no podía hacer esto más. Pero cuando terminó la película y vi que la vida no era tan mala, me sequé y dije: puedo hacer una más. Esto es como el fútbol, hay que ir partido a partido, así que yo no prometo más que la siguiente. De momento no sé si haré otra.
Ayer se proyectaba Kes, su primera película, de la que se cumplen 50 años. ¿Qué ha cambiado en todo este tiempo?
En términos de las historias que contamos desde hace medio siglo, desde mis primeras películas, sí que ha habido muchos cambios, pero la esencia sigue siendo la misma, y es que la vida de la gente está determinada por sus circunstancias económicas. Las elecciones que pueden hacer cuando son jóvenes dependen de la familia en la que han nacido, de su clase social y todas las posibilidades que puedan tener van a estar determinadas por ese estatus. Los más listos han tenido mucho éxito, han ganado mucho dinero, pero la mayoría de la gente no lo ha logrado, y debemos tratar de contar las historias de esa mayoría.
Cuando empezamos en esto, tenías la posibilidad de tener un trabajo para toda la vida, podías tener una familia, tener una casa, tus hijos tenían una educación, si te ponías malo tenías un médico, si envejecías tenías una pensión... No eras rico, pero tenías una estabilidad, y ahora esa estabilidad, esa seguridad, se ha desvanecido. La comunidad está fracturada, ya no hay esas viejas industrias que mantenían unida la comunidad, como los mineros, los astilleros, la industria pesada. Así que las comunidades han desaparecido, y con ellas la estabilidad de las familias. Los trabajos no duran más de seis meses, los trabajadores de la clase media están más o menos igual, están inseguros. El nivel de vida ha bajado. En general, las opciones que tenemos son peores. Creo que el gran cambio es que la seguridad ha sido sustituida por la inseguridad.
El nivel de vida ha bajado. En general, las opciones que tenemos son peores. Creo que el gran cambio es que la seguridad ha sido sustituida por la inseguridad
Usted siempre se ha fijado en la clase obrera, en sus historias, personajes que la mayor parte de las películas no aparecen. ¿Cree que eso ocurre porque los directores tienen una mirada burguesa?, ¿es el cine un medio burgués?
Bueno… ¿Se lo has preguntado a ellos?
Sí, suelo hacerlo
¿Y que responden?
Que no son burgueses.
Seguramente no es su culpa, nosotros tenemos suerte porque hacemos películas muy baratas. La mayoría de las películas cuestan mucho y necesitan inversiones de burgueses, y acaban contando sus historias, las de los burgueses. Aunque intenten que los personajes no sean burgueses, la mirada es burguesa. Retratan a los trabajadores como víctimas, gente que se merecen la pobreza, débiles. A la gente no le gustan las películas sobre eso, prefieren ver a ricos. Personajes ricos de los que nadie sabe de dónde han sacado el dinero. Prefieren eso porque no hay culpables, no hay problemas. Ese es el primer problema, y luego los directores tienen que darse cuenta de que la industria tiene que adaptarse al mundo. Nosotros tenemos suerte porque hacemos cine desde nuestro rincón y no hacemos películas sobre lo individual, porque creemos que para hacer una película tiene que haber un interés común. Eso es bastante radical, porque significa que todo el mundo trabaja por lo mismo, pero con el individualismo pasa lo contrario, la gente lucha por su propio beneficio.
Yo crecí en los 40 y 50, cuando la conciencia de la gente era trabajar por el bien común, y eso ya no está, se fue cuando llegó Margaret Thatcher e impuso la conciencia neoliberal en toda Europa. Ahora lo que prima es mirar por uno mismo, pensar que estás solo, que tienes que cuidar de ti y pensar en los demás como competidores, como enemigos, pensar que lo puedes hacer mejor que ellos. Cuando crecí todos estábamos juntos, ahora prima el individualismo. Ese es el gran problema.
Margaret Thatcher impuso la conciencia neoliberal en toda Europa. Ahora lo que prima es pensar en los demás como competidores, como enemigos, pensar que lo puedes hacer mejor que ellos.
En su último filme retrata la precariedad laboral. Vuelve a encontrar los problemas reales de la gente de calle, pero es de los pocos que están en contacto con la calle.
El secreto está en escribir con guionistas, Yo trabajo desde hace más de 25 años con Paul Laverty, somos como una pareja, y la película es más suya que mía. El secreto es que esos escritores con los que he trabajado son muy talentosos. Hablamos de la historia primero, pero ellos crean a los personajes, las historias, todo.
Pero es que no hay elección, no es indulgencia, pero tienes que ser consciente de cómo vive la gente. Eso es maravilloso, es lo más emocionante de hacer una película, tratar de retratar la vida de los trabajadores, las casas de la gente, las vidas normales y llevarlas a la pantalla con la mayor verdad posible.
Siempre se le ha puesto la etiqueta a sus películas de cine social, ¿qué opina de esa denominación?
Pues no ha sido de mucha ayuda para serte sincero. Yo desearía que la gente fuera al cine y se sorprendiera con la película, y parece que con eso dices que es aburrida, y puede ser triste, divertida, o muchas cosas… Así que no ha ayudado. Pero el problema es que el cine se está cultivando para satisfacer expectativas cada vez más estrechas, sólo para ver cosas de otro mundo, cosas extraordinarias, superhéroes, efectos especiales… y el cine ha tenido muchas tradiciones, como retratar el mundo en el que vivimos, o la comedia, y esas tradiciones las están destrozando. Si vas a una biblioteca y sólo hubiera ciencia ficción dirías que no es una buena biblioteca, es una cuestión de diversidad.
Hace 25 años rodó en España Tierra y Libertad, una de las mejores películas sobre la Guerra Civil. ¿Cómo recuerda aquella experiencia?
Fue extraordinaria por muchas razones, primero porque estábamos totalmente asustados por lo que estábamos haciendo. Recuerdo que estábamos en la calle con los productores, en Barcelona, y dijimos: ‘esto es estúpido, ¿que estamos haciendo?, yo no sé español, esto va a ser muy difícil y nadie quiere hablar de la Guerra Civil’, porque es que nadie hablaba de ello. Pero luego la gente te contaba sus historias, y eran historias muy personales.
Conocimos gente maravillosa, como a Juan Rocabell, que había vivido en Francia durante todo el franquismo, y nos contó la historia que cierra la película… o me acuerdo del momento el que íbamos a rodar la escena de la chica que va a ser disparada y yo le dije que lo sentía pero que tenía que morir, y ella me dijo que no quería, porque los actores no sabían con anterioridad lo que les iba a pasar… Y cuando la dispararon… la emoción fue extraordinaria. De todas las películas que he hecho creo que es la más maravillosa.
Cuando el sistema económico falla, como pasa ahora, se culpa a los inmigrantes, a las personas de color, a los pobres y dicen eso de que hay que bajar los impuestos a los ricos para que creen empresas
Y hablando de la Guerra Civil, ¿qué opina de que Franco siga enterrado en el Valle de los Caídos y que no sea posible décadas después exhumarle?
Lo primero que hay que decir es que la historia siempre es contemporánea, y esto pasa porque los asuntos no mueren. Esto va de cómo se ha interpretado la Guerra Civil y la dictadura, ese es el problema. Este asunto habla de nuestra política actual, no es una cosa solo del pasado. Sirve para entender el fascismo y comprender cómo funciona. Para saber por qué las clases más altas lo apoyan cuando se sienten amenazadas. Los hombres de negocios apoyaron a Hitler, financiaron el nazismo. Por eso, para entenderlo, hay que saber que el fascismo defendió la propiedad de los más ricos cuando se veían amenazados, cuando pensaban que los procesos democráticos podían funcionar.
Entender cómo funciona el fascismo es algo que nos sirve hoy, porque vemos que funciona de la misma manera. Cuando el sistema económico falla, como pasa ahora, se culpa a los inmigrantes, a las personas de color, a los pobres y dicen eso de que hay que bajar los impuestos a los ricos para que creen empresas. Es el mismo programa, el mismo. Si entendemos lo que es el fascismo podremos exhumar a Franco de una vez.
Cuando ganó su segunda Palma de Oro dio las gracias a Cannes por su defensa del cine, ¿qué opina de las plataformas de contenido y su irrupción en la industria?
Soy bastante mayor ya, y creo que el cine funciona mejor cuando ves las películas con gente, cuando tienes una experiencia común. Nos reímos juntos, nos tocamos, hay una respuesta común… y eso es enriquecedor y es más fuerte que sentarte solo en casa y verlo en tu portátil. En casa no hay nada ni nadie con quien compartir. Pero bueno, es que yo no tengo ni ordenador, pero es como los teatros, la gente decía que morirían con la televisión y no, y de hecho es mucho mejor el teatro que la televisión, y como es mejor ha sobrevivido, y ver películas con publico es mejor que verlas solo.