A todos nos gusta una buena teoría de la conspiración. Es divertido pensar que Marilyn Monroe está viva y pasea por Matalascañas o fantasear con que Paul McCartney lleva décadas muerto y es un doble el que le sustituye en los conciertos para que los Beatles no dejen de producir dinero como churros. Desatan nuestras fantasías y nos permiten tener unos momentos de enajenación temporal.
Pero en nuestro imaginario cañí faltan teorías de la conspiración dentro de la cultura popular. Como mucho nos hemos inventado alguna leyendita urbana como la del perro y Ricky Martin en Sorpresa, Sorpresa, pero nada realmente relevante. Eso es porque no se dio pábulo a aquellos que aseguran que Jesús Gil fingió su muerte para librarse de la cárcel y se fue con todo lo que nos robó y se lo está gastando él solito mientras se ríe viendo por la televisión a todos los corruptos que pillan cada día.
El pionero, la serie de no ficción de HBO sobre la figura de Gil, no había tratado este tema, pero se mete al barro en su brillante último episodio. Para ello ponen una imagen de poco antes de morir en la que el político decía que se quería ir a Brasil y dejar este país que tantas desgracias le estaban dando, para enlazarla con el momento surrealista que desató todos los posibles rumores. Ángel María Villar, presidente entonces de la Real Federación Española de Fútbol, se acercó al finalizar un acto en 2015 a Gil Marín, hijo del exalcalde de Marbella, y le preguntó con toda naturalidad que cómo estaba su padre, que había fallecido en 2003. Gil Marín ni se inmuta, y contesta que muy bien.
Ojos como platos. ¿Cómo es posible que el hijísimo conteste que su padre está bien? Nuestras ansias de teorías conspirativas se avivan con semejante material, aunque luego Gil Marín asegure que fue un lapsus y que pensó que le preguntaba por su madre, y no por él.
Esta pequeña anécdota, que sirve casi como alivio cómico dentro del final de la serie, que se centra sobre todo en la caída del magnate por todos los casos de corrupción, sirve también como resumen perfecto del espíritu de la serie. Porque lo que demuestra El pionero es que Gil está vivo. Lo está porque como dice uno de sus hijos, él era “un populista”, el primero de los muchos que hemos visto pasar y se han reído de nosotros. En tiempos de Boris Johnson y Trump, Gil ya había inventado esa mezcla de provocación y picaresca.
Gil está vivo porque por desgracia nada ha cambiado. La especulación urbanísitica sigue siendo el arma de los políticos y empresarios para lucrarse a costa de ciudadanos y medio ambiente. Los jueces hacen lo que digan nuestros representantes, su independencia suena a chiste y un puñado de votos se pueden comprar con una plaza y una fuente en el centro de un pueblo.
La revisión del personaje desde los ojos del presente ha sido la tónica del producto de Justin Webster y Enrich Bach, y por ello esta coda final, que puede parecer una cuchufleta, es en el fondo una metáfora perfecta de lo que hemos visto, aunque nada tan potente como la frase que cierra todo. Una imagen icónica, la de Gil en el jacuzzi rodeado de mujeres en bikini, y en la que le escuchamos como le gustaría ser recordado. Su última frase es demoledora “si le dejo alguna deuda a Hacienda, pues mejor”. Si había alguna, duda El pionero lo deja claro: Gil era un corrupto al que la gente le reía los chistes y al que se le permitió todo. Incluidos los jugadores del Atlético de Madrid, que cobraron en B durante años como confirma el testimonio de Futre.
Y cuando digo todos es todos, porque en este documental hemos visto como la gente le apoyaba, pedían que le sacaran de la cárcel, amenazaban con matar a sus rivales y que el estado, ese que debe velar por todos, sólo quiso meter a Gil entre rejas cuando planeó convertir Ceuta y Melilla en su nuevo coto para sacar dinero. Todo contado con el ritmo del mejor thriller. Si es que nuestras mejores historias y nuestros mejores personajes están, y siempre han estado en las noticias.
Este año las series que más nos están enganchando son las que hemos vivido, de alguna forma, en nuestra propia piel. El crimen de Alcasser ha producido más ruido que Stranger Things, y El pionero es infinitamente mejor que Las chicas del cable, lo que enseña que no todo es ficción en la producción audiovisual.
Los dos últimos capítulos de la serie sobre Jesús Gil, sirven también para derribar una de las críticas que muchos hicieron antes siquiera de verla. Porque en España somos muy de criticar sin haber visto. Recuerdo el día que HBO anunció el proyecto. Coincidió (la plataforma no da puntada sin hilo) con la presentación de la sede de Netflix en España. Una contraprogramación en toda regla que venía con un teaser brevísimo y el título: El Pionero. Una palabra que cabreó a muchos que dieron por hecho que iba a ser un blanqueo del personaje.
Todavía hay gente que sigue en sus trece, pero yo lo tengo muy claro. No, El Pionero no blanquea a Jesús Gil y tiene muy claro lo que quiere contar: el paralelismo entre la actualidad y aquella década de especulación y picaresca en la que un personaje tan turbio y sin moral como Gil se convirtió en un ser que provocaba fascinación. Pero no nos engañemos, Gil es un corrupto, y así se le retrata, pero fuimos nosotros -como recuerda el ecologista que habla en el cuarto capítulo- los que le elegimos con mayoría absoluta en tres ocasiones. Gil está vivo, y vive en una sociedad con una corrupción endémica que permite todo a sus líderes.