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La tercera temporada de The Crown ya está aquí, y todo el mundo habla de ella. Con razón. Es magnífica, una de las mejores series del año, un prodigio de guion, interpretaciones, puesta en escena… todo es brillante. El repaso de Peter Morgan a la historia de Reino Unido a través de la figura dela reina Isabel II es maravilloso. Lo fue desde la primera entrega, pero es que lo de esta tercera están siendo palabras mayores, especialmente con la entrada en escena de un personaje tan interesante como Carlos de Inglaterra.

Además, se mete por fin en terrenos más pantanosos. Morgan tenía la habilidad de presentar actuaciones ‘cuestionables’ de la reina pero siempre la salvaba a última hora. Ahora la enfrenta a su peor versión gracias a un hijo al que consideran débil, raro, un friki y un verso suelto. El maravilloso y emocionante final del octavo capítulo, en el que Isabel lee una carta de Carlos a su tío diciendo que admira cómo abdicó por amor, que hubiera sido un rey magnífico y que él lo será porque no renunciará a su forma de ver las cosas y a la persona que quiera, es un tortazo con la mano abierta a la monarca. No es de extrañar que digan que esta temporada es la única que le ha molestado, y mucho.

Cuando acabó este episodio me puse a pensar en algo que suele asaltar mi cabeza cuando veo la serie. ¿Sería posible un The crown cañí sobre la vida de Juan Carlos I? Y la respuesta, por desgracia, es que no. Y no por falta de talento en nuestra industria, sino porque no estamos tan acostumbrados como los británicos a cuestionar cada paso de una institución que saben anacrónica pero que también admiran en una relación extraña de amor y odio.

Juan Carlos I, rey emérito. GTRES

En Reino Unido saben hasta el dinero que se gastan en comida en la casa rural, que en plena recesión y crítica a su labor decidió abrir sus cuentas al público. Aquí cada vez que un político cuestiona lo que cobra la Familia Real se le lanzan a la yugular. ¿Que una serie entrara a valorar, cuestionar decisiones y mostrar acontecimientos históricos desde el punto de vista de Juan Carlos? Harto difícil. La monarquía es una institución inescrutable que cuando se la ataca responde. Recuerden la portada de El Jueves secuestrada por mostrar una caricatura de los actuales reyes manteniendo sexo. En The Crown los reyes follan. Matt Smith enseñó su culo real y hasta había una insinuación en tono de broma de Felipe para que Isabel le practicara sexo oral.

La The Crown española tendría imposible hacer eso. Los precedentes no son halagadores. La cuchufleta que estrenó Telecinco sobre Letizia y Felipe fue recibida de uñas. Encima el resultado les dio la razón. Aquello era más parecido a un gag de Cruz y Raya que a la serie británica, y su capacidad crítica era nula. Un cuento de hadas versión chanante que quitó las ganas de seguir explorando a nuestra casa real.

A pesar de todo yo fantaseo, fabulo, porque creo que sería una serie magnífica. En mi cabeza hay capítulos que están más que claros. Los Borbones, que así se llamaría mi serie, empezaría con Franco. No puede ser de otra forma. El dictador anunciaría que Juan Carlos I sería el rey de España cuando él muriera, pero a cambio de renunciar a su padre. En un flashback veríamos el exilio en Portugal, la educación del futuro monarca, y también retrocederíamos a 1956, cuando mató de forma accidental a su hermano Alfonso, el heredero, de un disparo. Una serie de acontecimientos que concluyen con su llegada a España para iniciar sus estudios.

Juan Carlos y Franco. GTRES

El piloto terminaría con la muerte de Franco y la toma de poder del rey Juan Carlos. Igual que Isabel, Juan Carlos I tampoco estaba destinado a reinar, sino que eran sus tíos Alfonso y Jaime los que tendrían que haberlo hecho. El primero renunció para casarse con una mujer que no era de la realeza, al segundo le obligó su padre Alfonso XIII por considerarle incapacitado por ser sordo. Su padre era el siguiente en el árbol genealógico, pero la llegada de la república, el golpe de estado, la Guerra Civil y la dictadura lo impidieron.

A partir de ahí, hay cosas que tiene que estar sí o sí. La constitución, el golpe de estado de Tejero, con un poquito de apertura a las teorías de la conspiración sobre si sabía o no sabía algo del tema. Y luego empezaría la traca. Corinna, Bárbara Rey, las amantes, las escapadas, la figura de Sofía como mujer abnegada, aquellas fotos desnudo que nunca vieron la luz a bordo del Fortuna… Villarejo.

Adolfo Suárez, la llegada del socialismo y me imagino, el miedo a Felipe González y que un partido que se proclamaba republicano pudiera mover su estatus quo (ahora ya saben que el PSOE nunca les molestaría), Aznar, Rajoy... el atentado terrorista del 11M podría cumplir la función del increíble tercer episodio de esta temporada de la serie británica, que muestra la tragedia de Aberfan y la rigidez de la reina para mostrar empatía y romper la norma que le dijo su bisabuela: una reina no tiene que mostrar lo que siente, y eso es lo más difícil.

La foto del rey cazando elefantes fue uno de sus momentos más polémicos.

Una de las bazas de The Crown es cómo muestra los encuentros de los políticos con la reina, y cómo el éxito de cada Gobierno y de cada presidente es el de la propia corona, que soluciona crisis de popularidad gracias a los primeros ministros británicos. Lo hemos visto con Churchill en la primera temporada y ahora con el laborista Wilson, uno de los primeros ministros más de izquierdas que ha tenido Reino Unido, algo que la Casa Real recibe con miedo y una persona a la que Isabel acaba debiendo mucho en varios momentos clave de su reinado.

La tercera temporada, para qué innovar si puedo copiar a la más grande, habría un salto de tiempo y Felipe ya sería mayor. Y ahí entraría el salseo máximo. Sus relaciones frustradas. Su amor platónico, Isabel Sartorius y cómo la familia real impidió que aquello saliera adelante, igual que su noviazgo con Eva Sannum, con aquellas fotos del Hola acaparando conversaciones y él volviendo a sacrificarse. Ellos tienen a Carlos, Camila y Lady Di, pero nosotros hemos tenido mucha tralla hasta llegar a Letizia Ortiz.

La de casos que tendríamos para tratar. Un primo carnal casado con una heredera de Franco, las fotos con el elefante de cacería… la lista es inagotable. Y eso sólo con Juan Carlos, porque la abdicación y su cesión del testigo a Felipe y sus intentos por revitalizar la institución dan para otra seria o para otras tantas temporadas, porque el actual rey y Letizia también tienen lo suyo.

Lo que me sigue sorprendiendo es que los creadores de ficción siempre que miren a nuestra historia sea para irse siglos atrás. Parece que el colchón del tiempo es también una red de seguridad, y que hablar de Hernán o Isabel la Católica da menos miedo que hacerlo de una monarquía que todavía impone y hasta asusta a los guionistas. Queremos que surja el Peter Morgan español, y que se ponga a escribir Los Borbones YA. Aquí tienen un espectador seguro. Mientras tanto seguiré disfrutando con The Crown.

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