La cumbre del clima ha dejado patente el momento de crispación actual, en el que nadie puede dar una opinión sin que alguien le insulte. Greta Thunberg, todo un símbolo de la lucha de esta emergencia, se la insulta por todo lo que hace. Nunca nos había preocupado que un futbolista dejara los estudios a los 15 años para darle pataditas a un balón, pero ayyy, si lo que haces es activismo prepárate, porque te van a caer tortas por todos los lados.
Si encima eres actor te van a caer doblemente, porque aquí, si eres intérprete y encima se te ocurre dar una opinión política, una parte de la sociedad te condena. Eso tiene una explicación clara, y es que desde aquel 'No a la guerra' el Partido Popular tuvo claro que el mundo del cine era su enemigo, y comenzó una campaña de desprestigio mediático que ha provocado que en vez de sentirnos orgullosos de nuestro cine, muchos intenten atacarlo siempre que puedan.
En EEUU nadie se plantea no ir a ver una película de George Clooney porque sea demócrata, ni tampoco de Clint Eastwood porque sea republicano y haya hasta apoyado a Donald Trump. Sus opiniones son suyas, y la gente va a ver la película que interpretan o dirigen. Aquí eso es impensable y algo a erradicar. Como muestra, ahí está el hecho de que las dos últimas películas protagonizadas por Javier Bardem y Penélope Cruz, nuestras dos estrellas más internacionales que llevan el pabellón del cine español por todo lo alto, hayan funcionado mejor en países como Francia e Italia que aquí.
Precisamente a Bardem es al que le han caído palos de todos los lados por su intervención en la cumbre del clima. Allí, en un momento de calentón, llamó “estúpido” a Trump y Almeida por sus medidas contra el cambio climático. Podríamos discutir sobre si se pasó o no -nadie se escandaliza porque Robert DeNiro diga ‘Fuck Trump’-, pero usaré el argumento de un amigo que dice que el insulto siempre es una derrota porque haces quedar bien al insultado, aunque tuvieras razones para proferir el improperio. Bardem se dio cuenta y pidió perdón al día siguiente. Demasiado tarde, los ataques hacia él se habían desatado.
Lo curioso de este tema es que nadie le decía que el insulto no debe ser un argumento, sino que volvían a repetir mantras falsos repetidos hasta la saciedad y que cuando los leo se me abren las carnes. Ahí estaba Javier Maroto, que en un tuit delirante decía que Bardem lo que quería era aprovechar esta situación para tener caso. Bardem. Caso. A ver, querido Javier Maroto, no sé si sabes que el actor español es una estrella internacional, que tiene un Oscar y que es capaz de elegir y decir que no a proyectos internacionales por los que la mayor parte de los actores matarían. O que en estos momentos prepara la serie más ambiciosa de la televisión, una superproducción sobre Hernán Cortes que produce el mismísimo Steven Spielberg, escribe el guionista de El irlandés (Steve Zaillian) y dirigirá Ciro Guerra. Si de verdad crees que necesita caso es que no has entendido nada.
Tengo una mala noticia para todos vosotros. Bardem no es un subvencionado, de hecho Bardem no ha recibido ni un euro de dinero público del que se destina al cine
Pero por supuesto el insulto más repetido, con lo que más se le ha atacado es esa palabreja mágica que usan para desprestigiar al cine español y que Vox ha recuperado desde su llegada: SUBVENCIONADOS. Tengo una mala noticia para todos vosotros. Bardem no es un subvencionado, de hecho Bardem no ha recibido ni un euro de dinero público del que se destina al cine. Sé que este artículo se irá como lágrimas en la lluvia, pero voy a intentar explicarlo por partes.
Primero, los actores NO reciben subvenciones. Ninguno. Tampoco los directores. Son las productoras las que, si cumplen los requisitos, reciben un millón de euros como máximo en producciones que cuestan muchísimo más. Así que, realmente, aquellas personas que consiguen ese dinero son empresarios. Pero sigamos con el tema porque tengo más malas noticias. Tampoco se dan a ‘los amigos’ de nadie, ni a los ‘de la ceja’ o a ‘rojos’. No. Existe un sistema objetivo de puntos que da el dinero a aquellas producciones que tienen más posibilidades de triunfar en taquilla. Se mide las salas en las que se va a estrenar, los éxitos de taquilla de la productora, los premios internacionales del director… decenas de variables en las que NO está el argumento del filme ni los actores.
Así que imaginemos que hay una película sobre la Guerra Civil y que su protagonista fuera Javier Bardem -madre mía, los haters estarían on fire-, pues por mucho que os empeñéis, esa película nunca hubiera recibido una subvención ni por el trema que trata ni por el actor al que ha contratado. Lo siento. Se os cae un mito cuñado pero la realidad es dura.
Y ahora vayamos al asunto más espinoso… el cine español recibe poco con respecto a lo que da al estado. Primero un dato objetivo. Todas las ayudas a la producción de el cine hecho este año no superan los 40 millones de euros. Sólo en taquilla nuestros filmes superarán los 90 millones de euros a final de 2019. Más del doble. A todo esto sumen lo que un filme supone en contratos, seguridad social, pago de impuestos, gastos de la producción en hoteles, comidas, alquiler de equipos y otros gastos del rodaje.
Por favor, seamos serios, dar 30 millones a una industria que genera tanto es una minucia. Y así lo consideran en todos los países europeos, que para lo que queremos miramos mucho a Europa pero cuando nos conviene no. En Alemania son 150 millones de euros, en Italia se ha firmado para que nunca bajen de 400, y en Francia superan los 660. Aquí seguimos con los presupuestos heredados de hace tres años del PP y muchos siguen usando esa palabreja, subvencionados. Seguid con ella, pero sabed que lo que decís es mentira, y que por mucho que la repitáis no se convertirá en verdad.