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Hay pocos directores españoles cuyo apellido sea una marca. Que los espectadores lo oigan y decidan que quieren ir a ver esa película sólo porque la han hecho ellos. Este año han estrenado dos de esos realizadores: Amenábar y Almodóvar, y los dos han conseguido dos éxitos de taquilla y de premios. El primero se metía en el fango de su primer filme sobre la Guerra Civil con Mientras dure la guerra. El resultado han sido 11 millones de euros en taquilla y 17 nominaciones a los Goya. El manchego, por su parte, ha llegado a los 6 millones y ha logrado una candidatura menos, 16, aunque para compensarlo ha arrasado en los Feroz y está nominado al Oscar.

Desde que anunciaron las candidaturas a los premios de la Academia de Cine, que se entregan esta noche en Málaga, todo el mundo tuvo claro que el duelo sería entre ellos, entre esos dos nombres tan poderosos y fundamentales en nuestro cine de las últimas décadas. Nadie vio más allá. El duopolio Amenábar-Almodóvar acaparó titulares. Y en parte es normal. El duelo entre ambos viene de lejos. Desde que en 2005 Mar Adentro arrasara con 14 goyas y dejara con el marcador a cero a Almodóvar y La mala educación.

Hasta el director manchego bromearía con ese duelo cuando apareció por sorpresa en la ceremonia de 2010. Almodóvar enterraba el hacha de guerra con la Academia, y por la insistencia de su entonces presidente Álex de la Iglesia dio la sorpresa para presentar un galardón. Estaba nominado por Los abrazos rotos a Mejor guion, y cuando entró en el escenario dijo que siempre supo que ese premio sería para Amenábar por el libreto de Ágora, como finalmente ocurrió.

Almodóvar en los Premios Feroz con sus premios. EFE

Este año, con sus nuevas películas como las mas nominadas todos vieron un duelo de altura, hasta que el resto de galardones se han ido entregando y han dejado claro que la gran rival de ambos es otra, La trinchera infinita. La tercera en discordia (que acumula 15 candidaturas) entró como un terremoto desde su paso por el Festival de San Sebastián, donde ganó el premio a la Mejor dirección para Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi, el trío de vascos de cuya asociación habían salido Loreak y Handia. Ellos también ponían su mirada en la Guerra Civil y en el franquismo, pero con una apuesta más arriesgada y diferente que convenció a la crítica.

Ellos son los que, actualmente, pueden dar la campanada y acabar con el duopolio Almodóvar-Amenábar. Sus apellidos vascos no son tan populares, y todavía no atraen al público por sí mismos, de hecho el filme no ha funcionado en taquilla, pero constituyen una de las miradas más personales y prometedoras de nuestra industria. Además, la Academia les quiere. Sólo hay que acordarse hace dos años, cuando en el enfrentamiento entre La librería y Verano 1993 ellos acabaron con diez estatuillas por Handia.

Amenabar

En las últimas semanas en los mentideros se especula con una posible victoria sorpresa de La trinchera infinita. Quien provocó que por primera vez se dudara de la victoria de Dolor y Gloria fue el premio Forqué, el galardón que lo entregan los productores y que fue a parar a manos del trío de directores vascos. Lo anunciaba Agustín Almodóvar en la alfombra roja, nunca habían ganado ese premio. Ni con Todo sobre mi madre, ni con Hable con ella ni con Volver. Tampoco ocurrió esta vez. En 24 años los Forqué han fallado en predecir los Goya en ocho ocasiones, y la última vez que no acertaron fue en 2014.

Dolor y Gloria devolvió la jugada en los Feroz, donde arrasó con todo, y en los premios del Círculo de Escritores, pero el hecho de que los productores no reconocieran un filme tan rotundo hizo que por primera vez la carrera pareciera más abierta de lo que muchos pensaban. Por ello habrá que fijarse en premios donde ambas compitan y sean favoritas, especialmente Mejor guion original, uno de los más importantes y que puede marcar lo que ocurra en los siguientes compases de la ceremonia.

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