No diga Goya, diga gresca. La noche del cine español siempre sirve para que sus haters resuciten. Están con los cuchillos afilados esperando a que alguien haga algún comentario político para utilizar los mismos argumentos de siempre. En esta ocasión la excusa fue que el sector aprovechó la presencia de Pedro Sánchez -primer presidente que fue a la ceremonia desde que Zapatero lo hiciera en 2005- para pedirle que se ayude más a la industria. Los comentarios no tardaron en llegar, con el clásico subvencionados a la cabeza.
Da igual que los datos demuestren que todos los países subvencionan a su cine, y mucho más que en España. Por ejemplo, Francia dedicó en 2016 666,72 millones de euros; Alemania 150 y en Italia está en 400. Aquí no llega a los 40 millones de euros el dinero del Estado para que el cine produzca películas. Entre los ataques en la resaca de los Goya sorprendió uno, el de Arturo Pérez-Reverte, escritor, académico de la RAE y hasta guionista de cine que sabe como funciona la industria, pero que a pesar de ello dijo lo siguiente: “Viendo anoche los Goya, pensaba que a mí también me gustaría que el Estado subvencionara a los editores, a los libreros, a los escritores e incluso a los lectores. Y también, de paso, a la media docena de sobrinos que tengo trabajando en el extranjero”.
Lo primero es que su argumento es falso. Sí que se subvenciona a los editores, a los libreros e incluso a los lectores. Hay subvenciones para la creación literaria, que otorga el Ministerio de Cultura, para la edición de libros (editores), para la traducción de novelas y ensayos, para el fomento de la lectura (lectores), para la revalorización cultural y el fomento de las librerías. Hasta para sus sobrinos, gracias a la nueva ayuda para los retornados.
Incluso, volviendo al cine, su argumento demuestra una doble moral respecto a las subvenciones y ayudas. Pérez-Reverte ha sido guionista y ha vendido los derechos de sus obras para múltiples películas. Todas ellas han tenido subvención del Estado, esa que ahora critica. Por orden cronológico la última ha sido Oro, de Agustín Díaz Yanes, que tuvo 710.512,47 euros en ayudas a la amortización. Este filme parte de una historia suya y colaboró en el guion. Además participó activamente en su promoción tanto durante el rodaje como después.
Como guionista estuvo en Gitano, aquel thriller con Joaquín Cortés y Laetita Casta. El mismo que recibió 355.480 euros. Alatriste, la más taquillera, consiguió la ayuda máxima por su taquilla, 1 millón de euros. Pero todavía hay más. La carta esférica logró una ayuda general de 980.000 euros y otra para la minoración de intereses de 48.5000. De casi todas ellas habló bien, y con Alatriste se deshizo en elogios diciendo que le había gustado mucho porque era “una película feroz, no un ballet de saltarines con espadas; todos son personajes reconocibles”.
No es una cuestión moderna, ni de sus últimas adaptaciones, desde la primera ha habido ayudas. El maestro de esgrima, de Pedro Ólea, rodada en el 93, tuvo una ayuda publicada en el BOE de 1997 por valor de 1.175.976 de pesetas y otra de 9.315 pesetas. Territorio Comanche de 4.268.261 pesetas y Cachito, basado en su novela Un asunto de honor otros 50.438.174 pesetas. En aquellos momentos nunca se quejó de que estas adaptaciones tuvieran una ayuda del Estado, dinero que se usa para pagar los derechos de las adaptaciones o a los guionistas.
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