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Tengo la sensación que hay serie que por más que recomendemos sólo vemos cuatro gatos, y una de ellas es The good fight, la secuela de The good wife que ha estrenado su cuarta temporada con, digámoslo ya, el mejor episodio que se ha estrenado en lo que va de año. Un primer capítulo inteligente, irónico, divertido, autocrítico, original, de esos que dan ganas de aplaudir una y otra vez por lo valiente que es y por lo bien escrito que está. Una joya.

Para los que no conozcan la serie ni su precuela, The good wife consiguió superar su condición de ‘serie de abogados’. Fue una estupenda radiografía sobre el mundo legal, la política, la emancipación y uno de los mejores viajes de un personaje principal que se recuerdan: el de Alicia Florrick, que pasó de esposa apocada a cabrona independiente. Fue tan brillante la serie que cuando anunciaron un ‘spin-off’ sin ella todas las alarmas sonaron. Ya estaban las cadenas intentando sacar dinerito de los fans.

Nos equivocamos. Con The good fight dieron el protagonismo a su secundaria de lujo, Diane Lockhart, una abogada progresista, demócrata y de la izquierda caviar que entra en un despacho donde todo el mundo es de color. La serie se afiló, se hizo más política y tomó una decisión: contar el mundo en la era Trump y la imposibilidad de alguien como Diane para entenderlo. The good fight ya ha dado episodios épicos, brillantes, de lo mejor de las últimas temporadas, como en el que se debatía sobre si era justo pegar a un neonazi o no, pero lo que han hecho con su regreso en esta cuarta temporada es de genios. El matrimonio de ‘los King’, sus creadores, no se han apoltronado en su silla de guionistas y han dado un doble mortal con carpado para encima caer de pie.

Fotograma de The good fight

Como los fans recordarán, la primera temporada de la serie comenzaba con Diane viendo en la televisión la victoria de Donald Trump y perdiendo la cabeza. Pues bien, en esta ocasión vemos el mismo plano pero lo que ella ve es que es Hillary Clinton la que ha triunfado en las elecciones de hace cuatro años. ¿Cómo es posible?, ¿qué ha pasado? Ella misma no entiende bien si está soñando o no. Nos encontramos con un de esos episodios ‘What if’, que especulan con los sucesos que hubieran ocurrido si se hubiera tomado otras decisiones (a partir de aquí el artículo contiene SPOILERS).

En esta ocasión (y justificado por un acontecimiento que se verá al final) se mira a la sociedad si hubieran ganado los demócratas, y el resultado es descorazonador. Ahí está el acierto y la valentía. Que una serie abiertamente demócrata y anti Trump se atreva a criticar a una izquierda burguesa que va de progre pero lo único que quiere es mantener el estatus quo es digno de aplaudir. Las cosas en el episodio se van complicando cuando llegue al bufete de abogados y le digan que tiene el jueves un caso importante: defender a Harvey Weinstein.

Primer salto mortal. En una era sin Trump y sus ataques machistas las mujeres no hubieran hablado. Trump no hubiera caído y no existiría el Me Too. Si una mujer se atreve a hablar se la cuestiona, se dice que es una buscona que quiere el dinero del productor. Y es ahí donde vemos el efecto de acción y reacción tan fuerte que hemos sufrido en estos años. El auge de la extrema derecha ha activado un mecanismo de polea que ha avivado cosas que hubieran tardado años o simplemente se hubieran ocultado, como se muestra en ese retrato cruel de la política del episodio. Porque Diane intentará crear ella el Me Too, y serán los demócratas los que le digan que con una mujer presidenta mejor no dar esos mesajes.

Todo realizado con ritmo, gracia, colmillo… Que una serie anti Trump lance un dardo a los Obama cuando alguien pregunta que dónde estaban ellos y Diane conteste “fichando por Netflix” es para levantarse y aplaudir. Hay tantas buenas ideas en este episodio que a ver cómo se las apañan para mantener el nivel de la temporada. Luego llegará la temporada de premios y nadie se acordará de The good fight. Sus fans ya estamos acostumbrados.

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